Desde que tengo uso de razón, siempre me he sentido atraída por el arte, la lengua, la belleza y la exquisitez de los productos en los que se basa la vida cotidiana tunecina, a la que se le ha pegado la palabra árabe pero que solo es amazigh, ⴰⵎⴰⵣⵉⵖ.

Mi padre siempre me hablaba de los orígenes de los tunecinos, curiosa, siempre le escuchaba y con el transcurso de los años entendí por qué me lo contaba. Por cierto, nuestra familia procedía de la tribu de los Zénètes de Tlemcen que se había refugiado en el fuerte de Benou Salama y que, para huir de la persecución, había adoptado el nombre de ben Slama. Sin embargo, mi información se queda ahí. De ahí, a lo largo de los años, mi creciente curiosidad por descubrir mis orígenes.

A la espera de conseguirlo, hablaré primero de los orígenes del pueblo tunecino, de la identidad indígena amazigh y de la lucha por su reconocimiento; luego, en una segunda parte, el mes que viene, de las mujeres amazigh y de su lugar en la sociedad amazigh, y en la tercera, de los símbolos amazigh y su significado, de la vuelta del tatuaje, que sigue siendo considerado blasfemo por los conservadores, pero que atrae cada vez más a los jóvenes y a los menos jóvenes.

Hay que volver un poco atrás para entender de dónde viene este pueblo libre. La diáspora amazigh está formada por unos 38 millones de personas en 15 países, especialmente en el norte de África. Amazigh significa hombre noble y libre. Son los propios nativos los que se dieron este endónimo. Eso lo encontramos desde la antigüedad con Heródoto el historiador griego en el siglo V antes de Cristo, cuando evoca los mazices. Y Ibnou Khaldoun que los consideraba descendientes de Mazigh hijo de Canaán, hijo de Cham, hijo de Noé. Incluso los tuaregs, una sociedad muy estructurada, se llaman a sí mismos amajegh.

Aunque sus orígenes siguen siendo desconocidos e inciertos, el pueblo amazigh es el único que combina influencias mediterráneas, africanas, europeas e incluso orientales y se distingue, sea cual sea el país en el que se encuentre, por su indefectible vínculo con la tierra, su sentido de la convivencia y la hospitalidad, su arraigo en la comunidad y su relación con lo sagrado.

Algunos historiadores afirman que proceden del este de Egipto, designando por bereber a cualquier extranjero que no hable griego y latín; otros que son grupos étnicos heterogéneos unidos por prácticas similares en su vida cotidiana y en la gestión de la comunidad. Numerosos textos antiguos griegos, fenicios y romanos atestiguan la existencia del pueblo bereber como primer ocupante del norte de África.

Con la llegada de los fenicios al sitio de Cartago, pasando por el reino de Numidia, que más tarde se convertiría en provincia de Roma, el pueblo bereber es descrito, mucho más tarde, por los árabes, como un pueblo muy orgulloso que resistió durante mucho tiempo a las distintas potencias romanas y árabes.

Aunque la lengua y la cultura amazigh son comunes a todos los países del Magreb, durante mucho tiempo las reivindicaciones vinculadas a ellas solo han podido desarrollarse públicamente en Marruecos y Argelia.

En Túnez y Libia, aunque la sociedad civil amazigh militante desafió a los regímenes autoritarios, cualquier reivindicación social o política fue sofocada por los gobiernos. En estos dos países, hay que esperar a la ruptura revolucionaria de 2011 para que se abra el camino hacia la pluralidad política y el activismo amazigh adquiera cierta visibilidad política en el Magreb, especialmente en Túnez. En el período posterior a la revolución, los ciudadanos se han movilizado en asociaciones para trabajar por la salvaguardia de este patrimonio en vías de desaparición, la valorización de las tradiciones y el reconocimiento de su especificidad lingüística y cultural. Esta movilización se inscribe en la larga lucha de los amazigh en el norte de África.

En Túnez, la dimensión cultural amazigh es muy débil en comparación con los países vecinos, ya que puede parecer secundaria y condenada al fracaso: las regiones amazigófonas son muy pequeñas (esencialmente Djerba, Matmata y Tataouine), el número de hablantes chelha es cada vez más reducido (se estima que es el 1% de la población), los retos actuales de la construcción de la democracia (terrorismo, economía, etc.) hacen imposible cualquier otra causa, aunque sea noble. Finalmente, la historia nacional de la diversidad cultural hace que la causa amazigh sea difícil de politizar. La cuestión amazigh parece, pues, frustrada desde el principio por el contexto lingüístico, histórico y político; sin embargo, tiene la virtud de ofrecer otro prisma para entender el Túnez posterior a 2011.

Pero mucho antes de 2011, la lucha de los amazigh tunecinos por ser reconocidos por el Estado tunecino había llevado al Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Racismo y Discriminación Racial a señalar en sus conclusiones de 2003 que:

El Estado parte no ha facilitado información sobre la población bereber (o «amazigh») ni sobre las medidas adoptadas para la protección y promoción de la cultura y la lengua bereber. Dada la ausencia de mención de este grupo en el informe, el Comité desea recibir información concreta sobre este tema y recomienda que se proporcione más información sobre la situación de la población bereber como un componente específico de la población tunecina (CERD/C/62/CO/10, de 2/06/2003).

Tras la caída del régimen de Ben Ali, la primera Asociación Tunecina para la Cultura Amazigh (ATCA)1 tomó forma en los pasillos de una reunión preparatoria del Congreso Mundial Amazigh celebrada simbólicamente en Tataouine (sureste de Túnez) en abril de 2011.

En el transcurso de tres años, se crearon varias asociaciones en las regiones de habla amazigh y, a principios de 2015, había casi diez asociaciones amazigh en todo Túnez, repartidas entre Túnez, Djerba, Douiret, Chnini, Tamerzet, Taoujout y Zraoua.

Así, marginados e ignorados durante mucho tiempo por el gobierno tunecino comprometido con la ideología árabe-musulmana, los amazigh de Túnez, que solo representan el 1% de la población, intentan ahora dar cuerpo a su historia y a su identidad en el seno de la sociedad tunecina, para recuperar su lugar, su nombre, puesto que ya son parte integrante del carácter nacional, lamentablemente asimilado a la identidad árabe, que sin embargo les es ajena.

El único ámbito de elección donde la auténtica referencia amazigh ha podido afirmarse y perdurar es el turismo. Los elementos etiquetados como amazigh son como un gancho para los turistas occidentales en busca de exotismo: Matmata y sus casas trogloditas, la alfombra bereber, el cuscús bereber, la tienda bereber, todos ellos elementos utilizados para valorizar las regiones del sur (Tozeur, Douz) donde, paradójicamente, no hay amazigófonos.

Y a pesar del 1% declarado por el Estado y las asociaciones, desde un punto de vista puramente histórico y científico, la no arabidad de los tunecinos está bien establecida. Los estudios genéticos realizados por National Geographic en Túnez han demostrado claramente que la población es en un 88% amazigh (bereber), en un 5% europea, en un 4% árabe y en un 2% subsahariana.

En el Túnez postrevolucionario, el Estado no puede considerar esta cuestión sin reinscribirla en el contexto de la democratización

Ninguna política pública se ha dirigido directamente a la cultura amazigh, y no se ha ofrecido ningún reconocimiento constitucional o simbólico. Pero a nivel local, bajo la bandera de los despolitizados términos «patrimonio» o «festival», el mensaje es claro: el Estado considera la diversidad, sea cual sea su origen, como un aspecto del enriquecimiento de la cultura nacional. Algunos municipios desarrollan iniciativas como la «Fiesta de los Pueblos de Montaña» desde 2012 (por decisión del ministro de Cultura) en la región de Zraoua. Desde 2014, el Estado ha desarrollado un proyecto de «Patrimonio Inmaterial» que incluye el patrimonio amazigh. El municipio de Gabes colabora con las Jornadas Culturales de Tamezret desde antes de la revolución. Estas iniciativas culturales locales ofrecen, por ejemplo, apoyo financiero y también intentan dialogar con los activistas amazigh en el terreno. La dimensión amazigh se diluye así en la categoría de «diversidad cultural» reconocida y apoyada por el Estado como factor de desarrollo de la cultura nacional.

La identidad amazigh en Túnez: negada, oscurecida y rechazada

Es en este marco tunecino tan particular de despolitización de la diversidad cultural donde se estructuró el activismo amazigh tunecino, basado en el contexto magrebí de la lucha amazigh.

Túnez es el país de las contradicciones. Aunque la cuestión amazigh en Túnez puede parecer de poca importancia en relación con los retos a los que se enfrenta el país desde el levantamiento popular, no deja de ser reveladora de los problemas actuales. Fue uno de los espacios donde se expresó la lucha política contra el gobierno de mayoría islamista formado tras la revolución. Para ello, la defensa de las minorías y la pertenencia a un espacio mediterráneo apoyaron un proyecto antiislamista, luego neodestoriano. La causa amazigh, que se suponía que representaba a las regiones del sur, resistentes a las dictaduras y de tradición predominantemente islamista, se sumó al discurso nacionalista de los neodestorianos: la nación es tunecina en toda su diversidad, y no de cultura árabe-islámica importada. La corriente «globalizadora» no ha conseguido el reconocimiento constitucional de la lengua amazigh, pero reitera su compromiso con una identidad amazigh transnacional; por su parte, las asociaciones locales continúan sus negociaciones y su cooperación con los municipios para organizar eventos culturales que valoricen uno de los aspectos del «patrimonio tunecino».

Pero las reivindicaciones son más profundas, legítimas y realizables si hay voluntad política para ello. Reiteradas y relanzadas durante el Foro Social Mundial de 2013 y el Foro Social Mundial de 2015 en Túnez. Entre ellas: - Restablecer el lugar legítimo de la identidad amazigh (historia, lengua y cultura) e introducirla en los ámbitos de la educación, la investigación y los medios de comunicación públicos.
- Proteger el componente amazigh (historia, lengua y cultura) del país mediante una legislación adecuada.

La lucha de los amazigh de Túnez por el reconocimiento se mantendrá. Pueblo libre, la lucha continúa… Porque un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro.

Nota

1 ONG para la defensa del pueblo amazigh, creada en 1995, que reúne a argelinos, marroquíes, libios, canarios, tuaregs y magrebíes de Europa.