Querida Etty:

Me encanta tu diario porque en su primer año (1941), escribes sin ninguna preocupación estética. Solo expresas lo que sientes sin caer en autocensuras. Es tu lucha entre el erotismo y la espiritualidad, el mundo que se destruye en la Segunda Guerra Mundial (SGM) y tu vida íntima que anhela conocer tu alma y el Absoluto. Más de una vez te sientes insegura y no te imaginabas que tus notas podían ser leídas por tantos (traducida a más de 18 lenguas, te cuento) e incluso el Papa Benedicto XVI te nombrará junto a grandes conversos de la historia con las siguientes palabras:

En su vida dispersa e inquieta, encuentra a Dios precisamente en medio de la gran tragedia del siglo XX, la Shoah. Esta joven frágil e insatisfecha, transfigurada por la fe, se convierte en una mujer llena de amor y de paz interior, capaz de afirmar: «Vivo constantemente en intimidad con Dios».

(Audiencia General, 13 de febrero de 2013).

Lo de «vida dispersa e inquieta», seguro se refiere a tu Diario en esas primeras entradas donde describes la admiración por «S» (el quirólogo Julius Spier) y la gran atracción que sientes al ser su amante (cuatro años hasta ese momento). Muchos, de lado y lado (los religiosos versus los que no lo son), pueden escandalizarse que en medio de dicha relación poco a poco vas descubriendo a Dios. ¡¿Quién no se recordaría de San Agustín antes de ser santo?! Pero vayamos al principio. Todo comienza el 9 de marzo de 1941 (todas las que citemos en adelante serán de este año) con tu primera entrada: «¡Adelante pues! Éste va a ser un momento doloroso, casi insuperable para mí: entregar mi ánimo cohibido a un insignificante trozo de papel lineado». Ese mismo día hablas del conflicto interno que padeces: «No estoy enamorada de él ni tampoco le amo, pero en algún sitio dentro de mí siento la fuerte presión de su personalidad» (y cómo te atrae físicamente hasta dar detalles), para luego finalizar con: «Yo misma quisiera salir de la mano de Dios».

La meta del Diario es conocerte a ti mismo: crecer y «ser una persona adulta, capaz de ayudar a otros mortales en esta Tierra en sus dificultades y de crear, gracias a mi trabajo, algo de claridad para los demás» (10 de marzo). Te repugna el odio que se expresa en silencio pero en las diarias conversaciones contra el ocupante alemán de Holanda. No es porque seas colaboracionista sino porque este sentimiento «envenena el alma e impide vivir» y aclaras que es una generalización injusta: «en mí hay una lucha entre mis instintos primitivos de judía amenazada con la extinción, y mis racionales ideas socialistas adquiridas [aunque aclaras que esta ideología también es sectaria porque «odia todo lo que no sea socialista»], que me habían enseñado a juzgar a un pueblo en su totalidad» (15 de marzo). También escribes por un anhelo de «poseer», que es conocer profundamente todas las cosas; y con ella crear un refugio solo para ti. En ese refugio «rompo ataduras, no quiero poseer nada y cuando soy libre es cuando lo poseo todo, ya que mi riqueza interior es infinita» (16 de marzo).

La primera noche entera que pasas con «S» (21 de abril), leen juntos la Biblia y después Tomás de Kempis. Las «viejas del Cafetal» (especie de arquetipo en mi país sobre las personas tóxicas y pacatas) pegarían el grito en el Cielo. Después de la experiencia te «vas a casa con un profundísimo sentimiento de tristeza y soledad» (08 de mayo). Al leerte pienso en las Reglas del discernimiento de San Ignacio de Loyola. La experiencia te ha dejado con sentimientos y pensamientos «más de desolación que consolación». El santo te diría que te alejas del «Buen espíritu», pero poco a poco… El 8 de junio comienzas a hacer oración o meditar, hablas de «escuchar lo que hay dentro de mí». Te propones media hora y también otra media hora de ejercicios físicos e incluso leer un poco la Biblia. Y luego escribes algo fascinante:

Que crezca algo de Dios dentro de uno mismo, tal como hay algo de Dios en la Novena Sinfonía de Beethoven. Que también surja algo de ‘amor’ por dentro, no un amor de lujo de una media hora en el que sumirse con orgullo gracias a un par de sentimientos, sino un amor con el que poder influir en las pequeñas acciones cotidianas.

Te pones la gran meta espiritual de «mirarte menos en el espejo» ¡Ojalá aprendamos de ti querida Etty en este mundo donde el internet con las redes sociales ha elevado al paroxismo el culto a la propia imagen! Y concluyes: «aún me queda mucho para olvidarme de mí misma».

La realidad golpea: «De nuevo arrestos, terror, campos de concentración; se llevan a cualquier padre, hermano o hermana. Busco el sentido de la vida y me pregunto si no tiene sentido en absoluto, Pero éste es un tema que cada uno tiene que arreglar consigo mismo y con Dios» (14 de junio). Por un lado, señalas que debemos «distanciarnos de todo» (lo que acá en mi país en crisis han llamado «burbuja») y por el otro no crees que «seamos barriles huecos arrastrados por la historia». Hay que ver «el sufrimiento de la humanidad de cerca, mirándolo cara a cara» (15 de junio). A medida que maduras espiritualmente te alejas de «S» o haces el intento. ¿Cómo equilibrar el mundo externo con el interno y más cuando se viven tiempos terribles? ¿Acaso el cultivo del alma no nos permite sobrevivir ante esos horrores? Seguro que sí, y es por ello que has encontrado una cierta paz: «Tenía un contacto muy íntimo conmigo misma y por eso sentía un gran calor en mí. Me pareció sentir una plenitud total» (23 de agosto). Para agregar:

Dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo. Me imagino que hay gente que reza con los ojos dirigidos hacia arriba. Ellos buscan a Dios fuera de sí mismos. También hay otras personas que agachan la cabeza profundamente y que la esconden entres sus manos; creo que esa gente busca a Dios dentro de sí misma (26 de agosto).

El 24 de octubre te refieres a una nueva restricción contra los judíos, cosa que pocas veces señalas en tu Diario; y es por ello que no la describes. Y a los seis días agregas: «Muchísimo miedo en toda regla». En noviembre los rumores de grandes deportaciones de los judíos a campos de concentración en Polonia aumentan. En medio de todo esto el temor de que estés embarazada llega en diciembre, tu Diario no lo deja claro. Todo el año 1941 te había preparado para las grandes decisiones del año siguiente, al cual quiero dedicar mi segunda carta y que te enviaré Dios mediante el mes que viene. Termino con tus hermosas palabras del 14 de diciembre: «Ayer en la noche poco antes de irme a la cama me arrodille de pronto (…), muy espontáneamente, me sentía obligada a llegar hasta el suelo por algo más fuerte que yo».