La fotografía es más que un medio para la comunicación efectiva de ideas. Es un arte creativo.

(Ansel Adams)

La fotografía, como medio de gran alcance de la expresión y de comunicaciones, ofrece una variedad infinita de opiniones, de interpretaciones y de ejecuciones.

(Ansel Adams)

¿La fotografía de un muerto o de un accidente puede ser arte? La respuesta tajante casi siempre es «no». ¿Qué de bueno puede haber en mostrar sufrimiento, dolor y muerte en una imagen? Nada, no hay nada grato en observar momentos difíciles de otras personas.

Si bien es cierto que no nos gustaría ser parte de aquellas vivencias penosas; también es verdadero que la muerte constituye una porción importantísima en la vida. Sin una, no existe la otra. La clave está en entender que ambos estadios pertenecen a lo humano.

Y, ¿qué es lo humano? No hay una única definición concluyente y totalitaria de lo que es, incluso es un cuestionamiento ontológico; sin embargo, se expresa como aquello que pertenece a la especie, es la acción, la existencia misma, es vivir y padecer lo real.

Nuestro estar existiendo comporta una cualificación peculiar que remite a la dignidad racional-espiritual que distingue a un humano de cualquier otra entidad, se trata entonces, y esto es lo importante, de una personal manera de existir (Romano, 2003, p. 26).

Lo humano concierne al ser pensante y corresponde a aquel que posee lenguaje, el cual cuenta con significaciones que permiten que también existan abstracciones de la realidad que se traducen en expresiones de lo que «queremos decir».1

¿El arte es una expresión de lo humano? Sí, el arte representa expresiones culturales y simbólicas de los seres humanos. Jorge Juanes plantea que el arte debe pensarse desde el arte, lo que genera un proceso cognitivo y de pensamiento que permite una creación original y un pensar radical.

El arte es una patria propia, es un territorio que posee sus propios lenguajes, sus proposiciones, sus obras y sus protagonistas (Juanes, 2010, p. 325).

El arte es aquello que trasciende, y que depende de cada espectador, así como de cada creador; también es generar propuestas que emerjan de la creatividad. Lo único que se puede decir que es una característica general del arte es que su definición es cambiante, y que este cambio es constante.

Los contextos históricos y sociales han posibilitado que el arte (y sus definiciones) se transformen y que sus apreciaciones se establezcan mediante diferentes procesos de valorización (de uso, económico, social, simbólico). Ejemplo de ello es la fotografía, cuyo desarrollo se ha visto enlazado con las transformaciones tecnológicas y sociales de sus momentos históricos.

El intento de provocar un enfrentamiento sistemático entre el arte y la fotografía tenía que fracasar desde el principio. Pues no podía ser más que una fase del enfrentamiento entre el arte y la técnica, que la historia se encargó de llevar a cabo (Benjamin, 2004, p. 121).

La imagen fotográfica es la reproducción de lo que ocurre en la vida cotidiana; constituye una expresión artística que permite crear instrumentos gráficos que, a su vez, conforman documentos sociales y que posibilitan mejores formas de aprehensión de la realidad.

La fotografía posee la habilidad de mostrar momentos específicos que pueden ser interpretados desde todos los ángulos posibles; lo que responde a la necesidad de dar una expresión a la individualidad (Freund, 2001, p. 8), pero también a la colectividad, puesto que permite darles sentido a las representaciones de la sociedad.

Junto con la fotografía, el periodismo ha formado parte importante de la vida social y cultural, entre otras más, del mundo. Aporta y «resuelve de manera periódica, oportuna y verosímil la necesidad que tiene el hombre de saber qué pasa en su ciudad, en su país, en el mundo, y que repercute en la vida personal y colectiva. El interés público —y el periodismo en consecuencia— tiene como límite la intimidad de las personas» (Castellanos, 2003, p. 15); es decir, el quehacer periodístico se enfoca en informar, pero también en realizar compendios de la vida cotidiana, con la intención de crear testimonios de esta.

Debido a que los hechos noticiosos son actos cotidianos, la labor del periodista consiste en llamar la atención de su público y generar otros sentidos y significaciones. El fotoperiodismo ya no solo permite una lectura de lo acontecido, sino que enriquece a la audiencia con imágenes que pueden (o no) impactarla, y aquella impresión depende de la fotografía, pero también de las emociones del espectador.

Un estado emotivo es un estado vivido por un individuo y toda su realidad consiste en la singularidad de esa vivencia que implica a la persona entera (Schaeffer, 2018, p. 80).

Enrique Metinides, de fotógrafo de calle a artista

Lo más magnífico de las fotografías es que pueden producir imágenes que incitan la emoción basadas en un único tema.

(Brassai)

El fotógrafo mexicano Enrique Metinides (1934-2022) fue uno de los primeros «periodistas» en explorar la fotografía de nota roja y en perfeccionarla, a tal grado, que su obra se mostró en varios museos y galerías del mundo, entre ellos está la galería de Anton Kern, en Nueva York; la galería Blum & Poe en Los Ángeles; la Casa de América en Madrid y en el Air de Paris; entre otros.

La obra de Metinides es controversial. Se muestra dura, fría y trágica, pero con una estética completamente distinta a cualquier imagen de nota roja que se conocía —y se conoce.

La historia de Metinides como fotógrafo viene desde que era un niño, cuando fue invitado por otro fotógrafo, Antonio Velázquez «El Indio», a formar parte de los fotoperiodistas de la época. Su trayectoria como fotógrafo de nota roja le permitió hacerse de un lugar en la zona de la estética gráfica mexicana.

Su sensibilidad ante la cámara lo llevó a retratar momentos difíciles de cotidianidad con tal pericia y emotividad que sus imágenes han sido consideradas arte, a pesar de mostrar la muerte.

¿Cómo es posible que se presente una experiencia estética al observar una imagen que habla y que muestra una (posible) muerte inminente? La respuesta la encuentro en el placer trágico (displacer), el cual también forma parte de las características de la experiencia estética. Para Aristóteles, «la tragedia debe representar hechos que despierten temor y piedad, por lo tanto, emociones con un componente hedónico negativo, entre los cuales el más importante es la pena» (Schaeffer, 2018, p. 114).

El displacer del que habla Aristóteles se produce porque existe un proceso cognitivo que permite que el propio espectador se conozca por medio de la experiencia estética. Conocer y saber provoca que el placer o displacer sea parte de la humanidad, lo que también se expresa como un estado emotivo. La razón por la que las representaciones de hechos trágicos generan placer se debe al hecho de que el conocimiento es fuente de placer en sí mismo. (Schaeffer, 2018, p. 117).

La muerte, como se mencionó al principio del escrito, es parte inherente del ser humano. Mostrarla en imágenes de nota roja revela la conexión entre la humanidad y la tragedia, es decir, la muerte se manifiesta en la vida cotidiana y, en primera instancia, no existe ninguna satisfacción al tenerla cerca; sin embargo, saber que existe genera en nosotros sensaciones de humanidad, tales como el miedo. El saberse ajeno a la tragedia conlleva una peculiar forma de observar y eso mismo crea el misticismo alrededor de este tipo de fotoperiodismo.

El mexicano tiende a aceptar la muerte mediante mecanismos culturales que le permiten tenerla presente y, así, poder sobrellevarla; de lo contrario, no podría llevar una vida con (mayor o menor) tranquilidad, ya que lo único que se tiene certeramente es que vamos a morir.

En este caso, el morbo es el que lleva a permitirle al espectador —y a la propia obra de arte— encontrarse en un lugar en el que se consiente su publicación y se acepta su difusión. La trascendencia del ser depende únicamente de cada persona, pero también, en colectivo, del simbolismo que se le dé a su muerte. Ejemplo de ello es que Metinides no solo presenta a Antonio en la orilla de las barras a punto de aventarse al vacío, sino que también muestra la fragilidad de la vida, su inestabilidad.

Notas

1 El «querer decir» es lo esencial de nuestro lenguaje, lo que lo hace un rasgo típico de nuestra condición (humana). «El ‘querer decir’ es decisivo en el aprendizaje propio de lenguaje» (Savater, 2006, p. 108).
Arce, F. (2022). Fotogalería: La historia de cómo Enrique Metinides, el fotógrafo de la nota roja, saltó al reconocimiento internacional. Forbes. Mayo 15.
Benjamin, W. (2004). Sobre la fotografía (J. Muñoz Millanes, Ed.; J. Muñoz Millanes, Trad.; 4a ed.). Editorial Pre-Textos.
Castellanos, U. (2003). Manual de fotoperiodismo: retos y soluciones (2a ed.). Universidad Iberoamericana.
Freund, G. (2001). La fotografía como documento social (10a ed.). Editorial Gustavo Gili.
García Leal, J. (2010). Filosofía del arte (2a ed.). Sintesis.
Juanes, J. (2010). Territorios del arte contemporáneo: del arte cristiano al arte sin fronteras (1a ed.). Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades «Alfonso Vélez Pliego».
Metinides, E. (2016). Buscó el árbol más viejo para ahorcarse. La Prensa. Noviembre 18.
Reflexiones filosóficas sobre lo humano (C. Romano Rodríguez, Trad.; Primera ed.). (2003). Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Filosofía.
Savater, F. (2006). Las preguntas de la vida (10a ed.). Editorial Ariel.
Schaeffer, J. M. (2018). La experiencia estética. La Marca Editora.