Es habitual en los jóvenes el actuar con rebeldía y no dejarse aconsejar por sus padres, en cierta forma, es una manera de reafirmar su propia personalidad, pero no deja de tener sus riesgos. Los padres por ley de vida han pasado por situaciones en las que han cometido errores y han sufrido las consecuencias, y son precisamente esas consecuencias dolorosas las que quieren evitar que sus hijos sufran.

A mí, me gusta mucho citar el refranero, algo muy castellano y cargado de lógica. Hay un refrán que dice: «Nadie escarmienta en cabeza ajena» y así sucede en la mayoría de los casos, hay que probar en la propia piel las consecuencias nefastas de las equivocaciones, para aprender aquello que no conviene hacer.

Desde niños, una de las primeras palabras que aprendemos a decir es «no», acompañado de un contundente gesto de mover la cabeza de un lado a otro en señal de negación y esto que los padres, en ocasiones, celebran como una manifestación de fuerte personalidad del niño, traerá en el futuro sus consecuencias.

Con esto, tampoco quiero decir que los niños y niñas deban ser sumisos y manipulables, pero sí, que desde su infancia deben valorar los consejos que les dan personas como los padres y profesores, ya que su mayor interés está en que reciban una buena formación que les permita en el futuro llevar una vida disciplinada y ordenada que les ayude a alcanzar sus metas y ser felices.

En la mitología griega aparece la historia del joven Ícaro, el hijo del arquitecto Dédalo, el constructor del laberinto de Creta, como un claro ejemplo de las consecuencias que pueden acontecer, cuando no escuchamos, ni hacemos caso a la voz de la experiencia.

Hay desobediencias que pueden costar muy caras e incluso la vida, tal como le sucedió a Ícaro, que estaba cautivo junto a su padre en una torre en Creta y juntos decidieron escapar, para ello construyeron unas alas de plumas de pájaros, pero Dédalo aconsejó a su hijo que no volara demasiado alto, porque el sol derretiría sus alas. Pero él no hizo caso y comenzó a ascender llegando cerca del sol que quemó sus alas e hizo que cayera al mar.

Ícaro representa para muchos, las aspiraciones de libertad del ser humano, la huida de la tiranía y de la esclavitud de no estar sometido a ningún amo. En un principio el joven acepta el mandato del padre de colocarse las alas para así poder huir de la torre, pero se rebela ante el orden de no acercarse al sol en su vuelo, y cuando se cree libre y seguro, comete una temeridad de joven inexperto, que le hace abandonar los consejos de su padre y acercarse demasiado al sol, que derrite sus alas y hace que caiga al mar lleno de espanto.

En esta historia nos planteamos como muchas veces la ambición desmedida, la temeridad, y el desobedecer los consejos de personas experimentadas, hace que nuestros proyectos acaben en la ruina.

Siempre que vayamos a emprender un proyecto debemos sopesar los riesgos que puede entrañar y hacer caso de personas que tengan experiencia, pues aunque es correcto querer superarnos y alcanzar metas importantes, debemos considerar seriamente el riesgo que entrañan, y no por ser demasiado ambiciosos, arriesgando demasiado, y que esto nos haga fracasar.

La humildad y la prudencia son dos virtudes que debemos valorar y practicar, todo esfuerzo debe ser continuado y constante, ya que la experiencia de personas sabias nos dice que es importante ir despacio, asegurando cada paso que damos y no querer llegar por el camino más rápido sino por el más seguro.

Ante la exultante libertad olvidó los consejos de su sabio padre y voló tan alto que Elios lo derribó.

(Ovidio, Las Metamorfosis)

En tus recuerdos resurgen los enigmas,
insinuantes caminos y senderos,
hijo del arquitecto de la incógnita,
constructor del laberinto de Creta
surcado de abismos y de trampas,
enmascarado de pórticos, de reclamos
y muerte.

Encarcelado en la torre del olvido.
Junto tu padre: amor y salvación,
unión indestructible.
Formando un mismo corazón
soñasteis el gozo de la libertad,
gozo fugaz.

Te reclamaron voces de oro y aire
tejiste las alas de los ángeles
para emprender un vuelo sobre el mar,
por encima de las nubes y del viento
aspirando alcanzar el cielo.

¡Quisiste ser cometa ligero hacia la luz
coger algún lucero y besar sus destellos!

¿A dónde te llevaron tus ansias de volar?
Qué terrible tu sino,
la cera que unían las plumas se deshizo
y tus alas no soportaron tantos sueños.

El éxtasis se rompió en la alborada
quebrándose tus ansias de amor
y libertad nunca logradas.
Tus sueños de ser fragante águila,
altivo halcón, veloz corcel alado,
quedaron finalmente sepultados.

¡Qué cruel tu destino!

Que terrible trampa te tendió la luz,
que te atrajo hasta el astro rey
en tu ardor por alcanzarla vía
que te hiciera conquistar el cielo azul.

Deseabas llegar al paraíso
donde las hadas más etéreas
tejían romanzas y coronas
para cubrir tu tálamo.

Caíste en picado sobre el mar
ahogado entre las olas cristalinas
en un haz de caracolas y corales,
mecido por los ecos de los laudes,
enredado en tus hilos
hechos de sueños.