Jacinto es un niño que vive en el campo con su familia, su mejor amigo es Barrabas, un perro labrador. Son agricultores y la vida transcurre en un placido valle muy cerca de la cordillera. Su mundo feliz se viene abajo cuando su padre cae enfermo y deben ir a buscar atención médica a la capital. Jacinto supo que debía quedarse con la abuela mientras su padre luchaba por superar una penosa enfermedad. Existía un conflicto sin resolver entre su madre y la abuela, no se dirigen palabras desde las exequias del abuelo diez años atrás. No conoce a la abuela y cuando intentó averiguar la causa del conflicto, le dijeron que era muy pequeño para entender. Al llegar a la casa donde permanecerá algún tiempo, la cara de disgusto en la abuela le avisa que no iba a ser fácil la convivencia. Ella llevaba una agitada vida social y vivía de apariencias, jugaba canasta y se involucraba en obras sociales. Solitaria, hiperactiva y malhumorada, parece se le agrió el alma cuando su hijo murió en una carrera de autos.

La casa donde su madre creció fue construida antes de la guerra y es mantenida en malas condiciones. El pórtico de entrada y las columnas conservan la prestancia de antaño, pero todo lo demás luce desmejorado. Los muebles antiguos van cubiertos con sabanas, la naftalina evita que las polillas se coman la cortina, pero no detienen a las termitas. Los pisos crujen en una casa que ha resistido terremotos por encontrarse en zona sísmica. El jardín abandonado a su suerte se ha vuelto una selva enmarañada. Jacinto se instala en un cuarto empapelado con hojas de diversas revistas. Trixie vive en la azotea, es un pastor belga que luce delgado y descuidado. Tras el baño, su aspecto mejoró y pronto fueron inseparables. Después de recoger caca acumulada durante años y limpiar a fondo, se vuelve su lugar preferido de la casa.

El cuarto que fue utilizado por el servicio doméstico en épocas de bonanza va atiborrado de objetos inservibles, cajas de papeles y revistas viejas, botellas vacías y llantas usadas. Las botellas de licor son remanentes de fiestas interminables. Jacinto decide realizar un trueque con el reciclador que vocifera todas las mañanas. Por un centenar de botellas recibió una docena de pollitos recién nacidos. A pesar de sus cuidados, estos van muriendo de a uno y ninguno sobrevive. Consternado, decide enterrarlos en el jardín enmarañado.

Mientras husmeaba entre las cajas, aparecieron chequeras, memos y documentos sellados, facturas del taller de mecánica del tío que no llegó a conocer. El negocio contaba con una variada clientela entre corredores de autos y gente de clase media. Al día siguiente al escuchar al reciclador le grita que espere y le comenta que los pollitos se habían muerto.

Es raro que hayan muerto, dijo el reciclador, pero a veces sucede. Añadiendo ¡debes colocar un foco de luz para darles calor!

Entonces voy a intentarlo nuevamente, y procedieron al intercambio de más botellas.

La historia se repite y pierden la vida. Crece el odio hacia el reciclador. Cuando escucha otra vez: «coomprooo boteeellas», parapetado en la azotea le lanza municiones de cacas endurecidas como piedras. Los días siguientes deja de anunciarse, pero lo seguía esperando para lanzarle proyectiles.

Mientras eso sucedía, con esa curiosidad innata que prevalece en los niños, seguía rebuscando sin saber que esperaba encontrar. Revisa todas y cada una de las cajas de distintos tamaños. Y fue entonces cuando dio con una pequeña caja de zapatos sellada con cintas. Con la premonición que se trataba de algo valioso, lo abre con el corazón acelerado. En un orden pulcro, encuentra recortes amarillentos junto a cartas y fotografías, descubriendo así secretos de sus abuelos. Él había estado preso por sus ideas revolucionarias y fue recluido durante meses en cárceles limeñas. La isla El Frontón fue el lugar escogido por los gobiernos de turno para encerrar a sus opositores. Recortes de prensa de esa época, lo mostraban como un líder de la oposición con el puño levantado, liderando marchas y levantando masas. Se encontraba en prisión cuando se enfrentaron dos bandos rivales y algunos de sus camaradas fueron aniquilados, él tuvo la suerte de sobrevivir a un navajazo que le marcó el rostro. Dos diarios locales dieron amplia cobertura a los fatídicos hechos. También descubre que su abuela había sido una reina de belleza que pierde su corona tras hacer declaraciones altisonantes mientras participa en marchas de protesta. Fotos en blanco y negro resaltaban su belleza. Jacinto entendió la influencia que ejercieron sobre su madre, a no cruzarse de brazos y a luchar por sus ideales. Aunque no explicaba el pleito entre ellas, aún.

Estaba haciendo un recuento de las sorpresivas noticias cuando la abuela subía las escaleras y se vio forzado a disimular. Lo felicitan por la limpieza y le avisan que baje a cenar. Sintió que el trato hacia él era más amable. Quería seguir, pero la abuela se daría cuenta, prefiriendo esperar. A la mañana siguiente continuó hurgando. Encontró un parte médico con la autopsia donde se establece que su tío estuvo bebiendo el día de la carrera, parece ser que perdió el valor de enfrentar las pistas y se envalentonaba bebiendo alcohol. La carta escrita por su madre surgió del fondo y tras leerla lo comprendió todo, aplaude sin entusiasmo el hecho de que ella decidiera escapar. La carta era muy triste, el amarillento papel esclarecía un acto impune. En ella, su madre explica que, durante la dictadura, al culminar los años escolares, en una de las innumerables fiestas de sus padres fue violada por un oficial de alto rango amigo de su madre. Ella fue engañada por un joven oficial que se prestó al estupro. Cuando lo quiso denunciar, su madre lo evitó y su padre no la defendió. Le dijeron que no querían verse involucrados en un escándalo y tras un corto y sucinto interrogatorio al oficial, le dieron el beneficio de la duda poniendo en entredicho su palabra. La carta termina con la aseveración que nunca más confiaría en ellos y podían irse al infierno. Descubierto el origen del conflicto, perdió el poco respeto que se había ganado la abuela. Cogió a Trixie y fue en busca de la clínica, en sus manos lleva una caja de zapatos llena de secretos.