La noche llega y al momento de cerrar los ojos me envuelve una exagerada y personal forma de confusa claridad que muchas veces dura hasta el amanecer. En caso de guerra o pandemia, apago el televisor y leo filosofía.

El «ningunismo» aparece como posible, aumenta la necesidad de sálvese quien pueda, los Estados se unen en bloques y la política se tiñe. Seres humanos deambulan en calles borradas del mapa –Mariupol. No ha cambiado nada más que la nada sigue, creciendo.

No se hijas mías.

Qué vino primero… ha habido optimismo, 1989 fue ayer. Angela Merkel se jubiló, pero se la extrañará por muchos años, la socialdemocracia gana las elecciones en Alemania: hoy defensa, relaciones exteriores y la cartera del interior están en manos de mujeres y el armamentismo se convierte en camino hacia la paz.

La democracia, el cristianismo y el capitalismo eran invencibles y contagiables. La democracia que permitió la creación de estados de bienestar y universalizar derechos, a las mujeres llegar a los más altos puestos, educación y salud garantizadas, derechos humanos inviolables y amar a quién se ama.

No se hijas mías.

Muy cercano a Occidente, en pocos años, llega a millonario y presidente -un agente secreto venido de un trabajo mal resuelto- del país que tiene el mayor territorio del mundo (17 millones de kilómetros cuadrados) y un camino pavimentado de mentiras, silencios bajo amenaza y entre un millón y medio y tres millones de desterrados muertos en trabajos forzados, mal alimentados y privados totalmente de libertad.

La transparencia (glasnost) que tanta ilusoria alegría produjo fue sofocada por hombres cercanos al añejo poder y la información, los cuales, de pronto, se vieron libres para robar y menoscabar las necesidades de una población que por más de siete décadas no pudo decir lo que quería y pensaba.

Él, anhelando siempre más y más kilómetros, corriendo cercos, anexando tierra desde años y provocando guerras soterradas que alimentaban el terreno y la incertidumbre. La imposición a la neutralidad de países vasallos, que no cuestan nada al presupuesto ruso, pero que serán neutrales cuando sea necesario. El odio infinito a Occidente y lo que representa, agigantando la OTAN para mal utilizarla, como excusa, en su guerra.

Rusos y ucranianos. Ucranianos y rusos. Entre ellos conversan, contraen matrimonio, trabajan y viven en las regiones fronterizas y comparten una historia de dolor.

Memorial, que desde 1991 defendía los derechos civiles y archivaba la historia de Rusia, fue clausurada y prohibida, por la Corte Suprema, a fines de diciembre del 2021. Lobotomía nacional que sepultará la historia de Rusia y por ende de Ucrania.

Mandó a sus fieles electores a matar vecinos o a morir en la faena, invadiendo de madrugada con consignas falaces y explicaciones de trapacero, para luego amenazar con la destrucción total, subiéndole la soldada a los encargados de presionar el botón.

La noche se presenta nuevamente.

Es de hombres, siempre lo fue, matar, robar, engañar. Desde mi cama me parece una perspectiva ajena, los hombres del país donde vivo, son padres. Comparten con las mujeres los mismos valores y tareas, con trabajo y tropiezos la solución ha estado en minimizar la distancia entre ricos y pobres y sobre todo en la valorización del trabajo manual.

Los más de cuatro millones de mujeres y niños obligados a dejar Ucrania traen un relato que nada tiene que ver con la exorbitada geopolítica.

Será educativo escucharlos cuando el lenguaje de los misiles que chillan tan fuerte o las bombas, aviones, tanques, camiones y balas, callen y dejen dormir.