A nadie sorprenden las teatrales puestas en escena, las mentiras y la absoluta falta de ubicación de caudillos, militares y agentes de seguridad que llegan al poder dónde la democracia nunca llegó o si estuvo fue barrida por las armas. No produce jolgorio, más bien llanto adelantado por las muertes que vendrán.

El día 22.02.2022, capicúa que da garantía de bienestar, día en que los enamorados formalizan sus relaciones en los registros civiles o en ceremonias religiosas, desde Rusia y con desamor apareció, en todas las pantallas del planeta, la figura del presidente declarando la movilización de tropas hacia dos nuevas repúblicas Luhansk y Donetsk independientes, surgidas el día anterior, en la frontera occidental de Rusia con Ucrania. Las tropas que dormían en tanques y camiones ya se encontraban, cansadas de tanto esperar, impacientes y preparadas para la misión de paz. Un ocho por ciento de la población de Ucrania habita en las viejas ciudades que forman las nuevas naciones, donde se concentran minas y industrias armamentistas. Es decir, un imán para que los habitantes de Rusia se trasladaran a la región en busca de trabajo y mejores condiciones de vida. Ucrania ha sido desde siglos el granero de Europa y hoy en peligro de arder en las llamas que el ejército de Paz trae consigo.

Las guerras en Europa no sorprenden a nadie. Cuando familiares de nuestros pueblos sudamericanos la visitan, comentan horrorizados lo amantes de las guerras que son los de aquí. Aún no se cicatrizan las heridas que el desmembramiento de Yugoslavia produjo, cuando el resquemor que fue creciendo en la obscura oficina de la KGB en Dresde, antigua Alemania del Este, hizo olvidar al jurista venido de una humilde familia, graduado con honores, todas las leyes aprendidas. Desde el año 2014, movilizado por su afán de reconquista del imperio perdido a fines del pasado siglo, Ucrania es amenazada primero por una guerra subrepticia durante 8 años y hoy por la presencia de tanques y uniformes.

No pasaron más de dos días… Ucrania es invadida y las pantallas de TV nos obligan, las 24 horas del día, a enfrentarnos a una nueva guerra. No sé cómo va a terminar.

El agresor es gigante y elige su vecino, su propio hermano, para mostrarle a Europa y todo el mundo occidental que Rusia necesita y desea recuperarse.

La gloria cosechada al término de la segunda guerra ha perdido su resplandor. El imperio se ha desgranado y a pesar de la recuperación de algunos países vasallos, que incluso se niegan hoy a luchar junto a Rusia, el camino que representa Occidente es más atractivo y si bien Ucrania no ha sido nunca una verdadera democracia, es más libre hoy que ayer.

El espión de Dresde no salió a la calle, no amó los hermosos edificios de la ciudad, se mantuvo en su guarida durante los cinco años que permaneció ahí. Volvió a Rusia cuando el muro ya había caído y Alemania se unificaba ante sus ojos. Sin lugar a duda, una tragedia para el agente que trabajaba, especialmente, a contra corriente de la historia. Hoy Alemania con Olaf Scholz, cambia los supuestos básicos de su país, que desde 1945 no participa en ninguno de los conflictos que han surgido en el mundo, decide usar millones y millones de euros para modernizar y equipar los armamentos de su país y por ende de la OTAN.

Nadie que haya respirado el aire de las luminosas calles de Kiev, Odessa o Kherson, o admirado la arquitectura de Dresde, destruiría ciudad alguna.