Existen los hombres de corazón limpio, yo conozco a uno que se llama Antonio. Existen lo poetas de alma transparente, yo conozco a uno que se llama Antonio.

Antonio Machado el poeta del amor y la soledad, es una de las voces más puras y sensitivas que ha tenido la Literatura universal.

El poeta que mejor ha sabido transmitir las emociones íntimas del alma: la melancolía, el amor, la nostalgia y el dolor, aparecen en sus poemas, no como retratos aislados, sino elevados a paradigmas universales de los sentimientos más hondos y auténticos que anidan en el corazón del hombre.

La poesía de Machado es un diario de su propia alma, una vida hecha en verso para eternizarse en el tiempo.

En estos últimos años en que vivimos azotados por peligros que nos acechan, donde las noticias sobre contagios, virus, destrucción y muerte, hacen que la incertidumbre y el miedo nos invadan diariamente y que nuestra existencia se vea amenazada.

Es ahora, cuando necesitamos plantar los pies en una tierra firme que nos dé seguridad y una tregua de calma, donde llenar nuestros pulmones de oxígeno para seguir caminando.

La voz de Machado se muestra como ese pozo de agua prístina y clara donde sanarnos. Sus poemas son una invitación a releer la vida desde un prisma de esperanza, al observarla, con una nueva mirada limpia y purificada, siguiendo el ejemplo del poeta que ha contemplado de cerca el amor y necesita reflejarlo en sus escritos.

Antonio Machado nació en Sevilla, el 26 de julio de 1875 y murió en Colliure (Francia) el 22 de febrero de 1939.

Sus primeras vivencias irán siempre ligadas a la luz brillante de Andalucía y aquellos días azules de su infancia, cuyo recuerdo estará presente como un bálsamo sanador que le ayudará en los momentos más difíciles de su existencia.

Como escritor integrante del movimiento literario de la Generación del 98, año en que se perdieron las últimas colonias españolas, lo que sumió al espíritu nacional en la desesperación y el desaliento.

Machado participa de ese tinte pesimista que caracterizó a ese grupo de autores españoles de finales del siglo XIX, que incorporaron a su obra una reflexión sobre la esencia de España basada en su tradición histórica y cultural.

Lo que importa es el símbolo de ese año 1998, y el poeta representa el aglutinante de las rebeldes individualidades de sus autores.

Una vez más, España por medio de sus altas figuras literarias se preguntaba sobre su razón histórica y sobre su destino, así Miguel de Unamuno acuñará una frase lapidaria: «Me duele España».

La diferencia entre el mundo de Antonio Machado y los otros hombres de la Generación del 98, está en la calidad de su esencia poética como señala el profesor Ricardo Gullón en su obra Simbolismo en la poesía de Machado donde señala los símbolos como las secretas galerías del alma y los caminos de los sueños, en magia sencilla y vigorosa, debido esencialmente a que el autor es un poeta.

Gullón habla de Machado como:

«Un hombre con su congoja y su esperanza, sintiendo la lírica como una parte del alma, sintiendo los sueños invadidos por ellas, que concibió la poesía como algo esencial y existencial que le llevó a escribir con el corazón en la pluma».

Soledades

En 1903 aparece la primera edición del libro Soledades donde se vislumbra a un poeta maduro, profundamente espiritual; aunque en sus veros se notaba la influencia del Modernismo, el autor se distanció de su creador Rubén Darío, para profundizar en la expresión de emociones auténticas, a menudo plasmadas con un sobrio simbolismo, en sus poemas aparecen los grandes temas del paso del tiempo, la fugacidad de la vida, los recuerdos, el amor, el vacío existencial, el dolor y la muerte.

Para Machado la vida está representada por símbolos que le llevan a la revelación de ese universo poético, caracterizado por la sencillez de las cosas más pequeñas e insignificantes, en las que el poeta se refugia para sobrevivir a ese mundo brutal y despiadado en el que se siente indefenso.

La existencia sólo se justifica cuando propicia la ocasión para seguir eligiendo algo verdadero, y Machado descubre lo auténtico en el recogimiento y el silencio, porque él como nadie sabe interpretar los signos fabulosos del atardecer, rescatándolos de las divagaciones excesivas, y apenas sin palabras llegar a la Palabra.

Simbolismo de Soledades

La tarde

La tarde simboliza, el crepúsculo, el ocaso.

Es la melancolía, la vejez espiritual, que aparece en una edad temprana, como si el poeta despertara de un sueño de felicidad efímera, para sumergirse en la melancolía, que llega con pasos veloces y sigilosos para instalarse en su vida.

Fue una clara tarde, triste y soñolienta,
del lento verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...
Lejana una fuente riente sonaba.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abriose la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.

En los siguientes versos vemos como se contempla el paisaje como un estado del alma y aparecen esas personificaciones en que las que la naturaleza dialoga con el poeta, que se contagia de un fervor emocional lleno de tristeza.

Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
perfume de rosas, plañir de campanas...

Para Machado el elemento poético no era a palabra por su valor fónico, sino por ser una honda palpitación del espíritu, lo que siente el alma que hace que su cuerpo se estremezca como las cuerdas de un arpa a la que arrancan desgarradores suspiros.

El dolor aparece presente en estos veros como un latido que se perpetua en el tiempo.

Caminé hacia la tarde de verano
para quemar, tras el azul del monte,
la mirra amarga de un amor lejano
en el ancho flamígero horizonte.

El agua

En su lenguaje simbólico el agua y la fuente representan la vida que fluye y se expande, vivificando todo lo que toca. Las fuentes son portadoras de un enigma que atrae al yo poético, por un lado, está el fluir del caño del agua que evoca la alegría y el amor, frente al agua depositada en el cuenco que representa la muerte, del mismo modo el mar también significa la quietud y la muerte.

Me dijo el agua clara que reía,
bajo el sol, sobre el mármol de la fuente:
si te inquieta el enigma del presente
aprende el son de la salmodia mía.

El poeta quiere que sus poemas sean como un oasis o una escalera, por donde acceder a la vida de exaltación de la naturaleza y por medio de un lenguaje sencillo y muy natural, lo consigue plenamente.

Palpita un mar de acero de olas grises
dentro los toscos murallones roídos
del puerto viejo. Sopla el viento norte
y riza el mar. El triste mar arrulla
una ilusión amarga con sus olas grises.
El viento norte riza el mar, y el mar azota
El murallón de puerto.

El tiempo

El gran mérito del poeta se debió a que escribió con autenticidad y sencillez todo lo que su corazón le dictaba.

El mismo nos decía: «La poesía es la palabra esencial en el tiempo, el diálogo de un hombre con su tiempo, con el tiempo de su existencia».

A lo largo de su obra, el reloj imparable sigue oscilando, y le trae al presente esa amargura de los tiernos recuerdos, que aparecen como esas letanías que resuenan como salmos monótonos y tristes.

Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
… ¡Mi hora! -grité-... El silencio
me respondió: -No temas:
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.

El poeta ahondará en los enigmas de la vida e intentará aprisionar en sus versos el incesante latir de las horas, a la vez medita sobre ese tiempo que irrevocablemente ya no volverá pero que le van acercando al misterio de la eternidad.

Los recuerdos son como fantasmas que aparecen cuando el pensamiento oprime el corazón y trae a la memoria todas las cosas amadas.

Sobre la tierra amarga
caminos tiene el sueño
laberínticos, sendas tortuosas,
parques en flor y en sombra y en silencio;
criptas hondas, escalas sobre estrellas;
retablos de esperanzas y recuerdos.

La llama

Es ahora frente al «tú», cuando todas sus dudas se han convertido en una rotunda certeza.

Es en la mujer amada donde va a encontrar el motivo que le ayude a proclamar su pasión y su fe en la vida, en versos sinceros y emotivos.

¿Mi amor?... ¿Recuerdas, dime, aquellos juncos tiernos,
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?...

Por medio de la ensoñación y la poesía el poeta trata de conjurar la melancolía que se adueña de su alma y busca llenar su corazón de esperanza. Es en el murmullo del viento y el canto de los pájaros donde encuentra el motivo para celebrar la vida.

Y era el beso del viento susurrante,
y era la brisa que las ramas besa,
y era el agudo suspirar silbante
del mirlo oculto entre la fronda espesa.

Soledades, galerías y otros poemas

Es el segundo poemario de Antonio Machado. Fue editado por primera vez en Madrid en 1907 incluyendo parte de Soledades, libro anterior, publicado en 1903. Esta obra representa la culminación simbolista de Machado y el perfeccionamiento de la estética forjada en su primera obra.

El libro alcanza su plenitud, sobre todo, cuando el poeta se interna en las galerías de su alma en busca de su íntima realidad, de la razón de su ser y de su melancolía, el poeta en un íntimo monólogo trasciende el paso del tiempo y de la historia.

En estos poemas encontramos un poeta profundamente espiritual, donde afloran sus emociones más hondas, el dolor, los recuerdos, la exploración de los caminos interiores del alma, que al igual que en su libro Soledades, nos muestra por medio de símbolos.

En esta obra está presente una de las mayores inquietudes del poeta, como es el paso del tiempo, con la añoranza de la juventud perdida y la presencia constante de la muerte que aparece a cada momento recordándonos nuestra transitoriedad y el planteamiento de la vida como un camino hacia la nada.

Además de las preguntas lanzadas al aire por la voz poética, encontramos en este libro, la presencia de varios símbolos que no tienen un solo significado sino diversas interpretaciones, porque la visión que tiene Machado del mundo es muy compleja y de una gran hondura espiritual.

A través de los caminos, su símbolo más importante, el poeta deambula por los senderos de la vida meditando ya que, para él, la poesía es la esencia de su existencia, que va en busca de deseos que el mismo no puede definir, de realidades místicas que su alma anhela y no encuentra.

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares
y he atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristezas,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.

Sus versos son como pájaros parados en la veleta del viento a la espera del momento idóneo para alzar el vuelo.

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...

El poeta nunca dejará de caminar por esa senda que le conducen sus presagios, en busca de ese amor idealizado con el que sueña cada día.

Amada, el aura dice
tu pura veste blanca...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!

Campos de Castilla

Su libro Campos de Castilla (1912) constituye la obra cumbre de Machado, el poeta aparece como un escritor comprometido de la Generación del 98, con una perspectiva regeneracionista, al tiempo que describe con hondo patriotismo, la decadencia y la ruina de las viejas ciudades castellanas.

Hay un sentimiento emocionado del paisaje. Así nos dice el autor: «Cinco años en tierras de Soria, hoy para mí sagrada…, orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano».

En su poesía titulada Retrato expresa Machado su ideal íntimo de una forma lírica sin virtuosísimo estilístico, insistiendo sobre el concepto de poesía desnuda y humana. Según sus propias palabras «mirando hacia dentro, logra vislumbrar las ideas cordiales, los universales del sentimiento».

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso como deja el capitán la espada,
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Es a través de la naturaleza donde Machado hallará la respuesta a los enigmas del hombre y del mundo. En este poema se destaca el tono dramático y auténtico, para profundizar sobre el misterio que encubre el paisaje de Castilla, al que representa configurado de dureza y aridez, empleando un lenguaje natural y preciso que recrea una atmósfera espiritual propia de la meditación.

Estos chopos del río, que acompañan

¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!

La tierra de Alvargonzález

Machado siempre se sintió atraído por el romancero, al que consideraba la suprema expresión de la poesía, pero el mismo confiesa, que sus romances no emanan de las heroicas gestas, sino del pueblo que los compuso y de la tierra donde se cantaron.

Su romance La tierra de Alvargonzález es uno de los logros más importantes de su obra, incluido en Campos de Castilla, cuenta la historia del asesinato brutal de un padre, a manos de sus hijos por la herencia.

Con este poema Machado trata de reivindicar la narración tan denostada por el simbolismo.

En La tierra de Alvargonzález, el poeta se inspira en el romance de ciegos, tradición popular que se dedicaba a narrar esa clase de historias violentas. Machado vislumbra la poderosa fuerza latente que encierra el romance en las letras modernas y es indudablemente un pionero, que marcará una ruta que seguirán más tarde Alberti y García Lorca.

El Romance está dividido en varios episodios que no impiden su unidad.

Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.

El sueño

Dentro de la sobriedad propia del romance, Machado introduce elementos mitológicos que producen impresionantes efectos dramáticos.

Y Alvargonzález veía
como Jacob una escala
que iba de la tierra al cielo
y oyó una voz que le hablaba.
Mas las hadas hilanderas
entre las guedijas blancas
y vellones de oro han puesto
un mechón de negra lana.

La intensidad de las descripciones de profundo un realismo dan al poema un halo misterioso que anuncia terribles presagios.

Aquella tarde...
Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.
Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.

El trágico desenlace en las que se entrelaza la realidad y el sueño produce en el lector un efecto sorpresa, que oprime y corazón y produce un escalofrío al verificar como el brutal crimen se ha cometido.

El desenlace

Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.
Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñaban;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.

Ciclo de Poemas a Leonor

Dentro de los poemas castellanos, ocupan un lugar destacado los poemas dedicados a su esposa Leonor.

Estos poemas elegiacos y profundamente emotivos, constituyen una obra maestra dentro del libro.

Comienza el ciclo con el poema dedicado A un olmo seco, en el que el poeta contempla las hojas verdes que, como un milagro de la primavera, han brotado en el tronco de un árbol casi muerto, esa rama florecida augura un final esperanzador de vida.

Al olmo viejo, hendido por el rayo,
Y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.

Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Machado conoció a Leonor, hija de la dueña de una de las modestas pensiones sorianas en las que vivió, quedando profundamente enamorado de la joven.

Antonio Machado y Leonor Izquierdo contrajeron matrimonio en el mes de julio de 1909 en la iglesia de Santa María Mayor de Soria, el novio tenía treinta y cuatro años y la novia quince. Durante los dos años que duró su matrimonio gozó de un breve tiempo idílico, que constituyó sin duda la época más feliz de su vida.

Leonor tenía el aspecto evocador de las más bellas arias de amor, poseía una belleza serena y luminosa, era morena y dulce, un ser puro que liberó el pecho del poeta, oprimido largos años por la ansiedad de la espera.

Machado vio en ella una mujer -niña con una ingenuidad e inocencia reales, acopladas a una inteligencia y a una madurez emocional intensa.

A partir de entonces, el mundo del poeta quedó iluminado por una enorme luna de plata que se alzaba sobre el horizonte de su vida, llenando su espíritu de una serenidad hasta ahora desconocida.

Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.

El poeta que había pasado mucho tiempo sumergido en la oscuridad, vislumbra que esa tristeza y soledad se disipan con la presencia de Leonor.

Por fin ha encontrado la compañera con la que tanto tiempo había soñado, a la que amará con pasión y con quien gozará momentos plenos de felicidad y a ese amor consagrará su vida entera.

Sentí́ tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.

La muerte de Leonor supuso para el poeta un durísimo golpe, que le dejó sumido en una gran desesperación.

Así se lo escribe en una carta a Unamuno:

La muerte de mi mujer dejó mi espíritu desgarrado, mi mujer era una criatura angelical segada por la muerte cruelmente. Yo hubiese preferido mil veces morirme a verla morir, hubiera dado mil vidas por la suya.

Una noche de verano
—estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho —ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió́. Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí́. ¿Qué has hecho? La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.
¡Ay, lo que la muerte ha roto era un hilo entre los dos!

El ciclo de poemas dedicados a Leonor termina con el poema que escribe desde Andalucía, dónde se había trasladado después de la muerte de su mujer.

Después de evocar líricamente el paisaje primaveral de Soria, pide a su amigo, José María Palacio que ascienda al cementerio de la ciudad para dejar unas flores en la tumba de su esposa.

Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra...

Descubrimos en estos poemas ese sentimiento profundo de un corazón oprimido de nostalgia, que se desborda al recordar aquellas primaveras de ensueño.

La figura de Leonor quedaría grabada a fuego en su pecho para siempre.