Lo que se expone en estas líneas son «ideas preliminares o ideas fuerza» que pretenden abrir inquietudes urgentes para que comencemos a trasformar nuestras sociedades haciéndolas amigables, pacíficas y colaborativas. Una nueva manera de relacionarnos solucionando los problemas a través de metodologías que eviten la violencia, los enfrentamientos irreconciliables y se prioricen los diálogos y acuerdos en función de priorizar el Bien Común de los ciudadanos como una comunidad responsable y solidaria que compartimos.

No falta quienes aseguran que lo que acá se transmite es algo meramente académico, ingenuo, altamente teórico, dificilísimo de implementar, lo que lo hace impracticable.

Sin embargo, la evidencia social, científica, relacional, nos muestra que lo que es efectivamente no sustentable y que finalmente, más temprano que tarde, no se podrá seguir practicando, es continuar en el actual paradigma de «lucha entre opuestos por conquistar el poder», aumentando así los diversos factores que día a día hacen más probable la destrucción de la presente humanidad en el planeta.

1. Antecedentes

Si bien para efectos ilustrativos me refiero al «caso chileno» pareciera que en esencia el problema fundamental de esta humanidad en el planeta, guardando las debidas diferencias, es esencialmente similar. Hemos llegado a una situación en nuestra relación y cultura planetaria que, si no tomamos iniciativas de manera urgente, la humanidad tiene una alta probabilidad de autodestruirse. No entraré en detalles de todas las diversas conocidas variables que inciden en ello que pasan desde las industrias de armas y drogas a objeto de destruirnos mutuamente hasta del cambio climático, o de la paulatina destrucción y contaminación del medio ambiente en sus diversas expresiones. La solución de la actual situación sólo es posible sobre la base de desenvolver una relación diferente en cuanto seres humanos que nos permita llegar a abandonar la mentalidad paradigmática de relacionarnos en la forma actual de lucha irreconciliable como amigos o enemigos.

O tomamos las medidas para generar un proceso de desenvolvimiento de nuestra consciencia modificando nuestra cultura relacional en Chile (y en el planeta), o se habrá impuesto nuestra falta de cordura llevándonos a la autodestrucción de la humanidad.

Posiblemente haya que comenzar en cada país y Chile hasta podría comenzar dicho proceso si nos damos cuenta de la urgencia a la que estamos expuestos.

La denominada «política tradicional» incluyendo a los diversos partidos políticos y buena parte de quienes los componen, incluyendo los teóricos intentos de poderla «innovar» con el acceso de nuevos partidos que han manifestado pretender «hacer política de otro modo» (como ha sido el caso del denominado Frente Amplio en Chile), han fracasado evidentemente manteniendo a los partidos políticos y a muchos de sus miembros en un gran nivel de desprestigio. Ello testimonia además un bajísimo nivel de espiritualidad, entendida esta última por el bajo nivel de consciencia en cuanto sociedad.

Las recientes elecciones chilenas demuestran el bajo nivel de la denominada «política» sin mayor exigencia en cuanto a competencias y antecedentes personales para cargos de elección, sean estos de parlamentarios o de los miembros elegidos para formar parte de la Convención Constituyente con la tarea de redactar un nuevo texto Constitucional para Chile, en donde sus miembros, además de haberse distraído en tareas para las cuales no fueron convocados, muchos parecen ni conocer lo que es siquiera una Constitución.

La tendencia al populismo, del cual Chile se había defendido estos últimos 30 años, también se aparece como una amenaza. Llamamos «populismo» el aplicar o postular medidas económicas que pretenden beneficiar socialmente en el corto plazo a la población más vulnerable pero que finalmente terminan perjudicándolas no sólo en el corto plazo sino a veces de manera grave en períodos más prolongados, generando altas tasas de inflación, tendencia a la desinversión o bajos niveles de la misma, desocupación, ambiente de alta incertidumbre, crecientes niveles de pobreza, entre otros; lo que ya es típico de varios países de nuestra América Latina.

Agreguemos a lo anterior, que la denominada «clase política» de manera transversal, se comporta reflejando un divorcio entre lo que es prioridad para la ciudadanía respecto a las materias en las cuales ocupan su tiempo. Por otro lado, el gobierno chileno también se ha desprestigiado dado que a excepción del adecuado enfoque que tuvo respecto al Covid 19, el resto de su accion ha sido débil e intrascendente. Los privilegios indignantes e inaceptables de quienes tienen acceso a los mismos y una sensación de impunidad respecto a ello, terminan conformando un cuadro social de alta des legitimidad institucional en el país.

Nuestra naturaleza esencial y evidente en cuanto ser humanos, es que somos esencialmente pequeños, ignorantes y frágiles; nadie es un «iluminado» ni dueño de «la verdad». La conducta frecuente de muchos de los políticos, de parte de la gente y a veces de nosotros mismos, lejos de reconocer nuestra naturaleza adolecemos de falta de inclusión, propensión a deslegitimar alguna visión diferente; incluso a veces se ataca, se desautoriza, de modo violento. Esto que es propio del paradigma de la lucha entre opuestos, entre amigos o enemigos a veces se mantiene en el ambiente por parte de los medios. Al mantener una sociedad donde existen inaceptables privilegios de algunos y gran desigualdad en términos socio económicos, se generan situaciones de tensión con un ambiente que predispone a la polarización en sus diversas formas de manifestarse.

A modo de ilustración, uno de los problemas que concita una alta prioridad ciudadana en Chile, es el alto nivel de violencia y delincuencia que ha traspasado los límites tolerables generalizando la sensación de impunidad y que el estado de derecho está fuera de control. Las poblaciones vulnerables del país están aterradas dado que bandas de narcotraficantes actúan en ellas con plena libertad, disparando y asesinando. En la zona de la Araucanía hay grupos de civiles con armamento de gran calibre; las policías han perdido el control ante la pasividad de las autoridades.

Lo que sucede en Chile es sólo una ilustración de lo que acontece en casi todos los países del mundo en mayor o menor grado y con diversas expresiones.

Algunos, desde su desesperanza y frustración, anhelan una dictadura «que ponga orden». Es sabido que ese tipo de «soluciones» no son tales, ya que el poder del Estado en manos de cualquier persona autoritaria suele transformarse en una violación sistemática de los derechos humanos de las personas. Sin duda que cualquier solución a este estado de cosas pasa por repensar la actual forma de democracia. Cualquier otra «solución» no es solución. Aparentemente la mejor salida será un estudiado y largo proceso en el tiempo para desarrollar esa nueva democracia de manera paulatina, consensuada, a través de grandes acuerdos ciudadanos.

2. El problema de fondo para un país y un mundo mejor

Sostengo que hay un tema más de fondo, más esencial. Dicho tema parece provenir del habernos quedado estancados en las ideologías tradicionales de derechas y de izquierdas que afecta a nuestro modo de pensar lo político y a nuestras relaciones mutuas, en lugar de aprender a expandir, a abrir nuestra consciencia, para pasar a otra manera de gobernarnos, de hacer las leyes, de tratar de diseñar e implementar una nueva democracia que trascienda las «luchas de opuestos entre enemigos que se disputan el poder». Necesitamos desenvolver un proceso de ir superando las contradicciones a las que estamos afectos, a través de acuerdos consensuados priorizando el Bien Común ciudadano, con un sistema de mejoría continua, que nos permitan llegar a una sociedad más armónica, más justa, más inclusiva, sin discriminar o excluir, sino a incluirnos con respeto, aprendiendo de nuestra diversidad.

Las ideologías de izquierdas y derechas centradas en «la lucha por conquistar el poder» quedan obsoletas cuando del Bien Común se trata, para ir abriéndonos mentalmente en diseñar un modo diferente de democracia donde cada uno de nosotros se hace responsable de la misma a través de una forma de vida más consciente.

3. Dos herramientas fundamentales para desenvolver una sociedad más justa

a) Una educación nacional de calidad valórica.

b) Una nueva manera de legislar.

Si pensamos en renovar nuestra sociedad, nuestras actuales formas de relación, tenemos que cambiar profundamente las bases de como la concebimos y nos relacionamos.

El anhelo de llegar a una sociedad de bienestar, en un proceso en el tiempo que apunta al bien común ciudadano, depende fundamentalmente de una expansión, de desenvolvimiento de nuestra consciencia, de cada uno de nosotros y del conjunto social, un cambio valórico y cultural que nos permita al mismo tiempo modificar nuestra democracia a través del modo de confeccionar las leyes buscando generar una Institucionalidad legitimada por la ciudadanía que cuente con un modo de participación activa de la misma desde sus organizaciones basales.

Las dos herramientas que han de aplicarse de manera simultánea implican un acuerdo nacional plebiscitado, para tener:

a) un Programa Nacional de Educación flexible, respetuoso de la diversidad respecto al resto de las materias que forman los programas de estudio y de la libertad de enseñanza, sin conculcar ninguno de los derechos ciudadanos, que entreguen a todos los niños y jóvenes la posibilidad de aprender de manera voluntaria y activa valores humanistas, éticos, de probidad, que lleven a sustentar, a vivir, una cultura ciudadana de alto valor de vida: respeto, inclusión, aprendizaje relacional, reflexión, solidaridad, principios éticos, y así sucesivamente.

b) Un nuevo sistema de Cámara Legislativa que priorice el Bien Común ciudadano, con personas técnicas, profesionales altamente capacitados, multidisciplinarios, con antecedentes personales adecuados para ese tipo de trabajo, que junto a personas electas desde las «bases territoriales» ciudadanas que participen activamente en los diversos equipos legislativos, se formen y trabajen de manera continua paralela.

3.1. De una Nueva manera de educar

La educación de niños y jóvenes ha de orientarse hacia la formación de ciudadanos responsables con valores esencialmente humanistas, de respeto a la libertad, con responsabilidad, donde los derechos vayan de la mano con las responsabilidades.

La «educación» actual forma consumidores con capacidad de ganar dinero para consumir y ambicionar «bienes» a través de los cuales se vive en una alienación mental impresionante con fuerte egoísmo y hedonismo. De allí el relativismo ético, la corrupción, la violencia, la discriminación a ciertas minorías, de lo cual somos testigos a través de los hechos que con frecuencia nos acontecen.

Se trata de enseñar de manera activa, vivencial, a los jóvenes y niños a trabajar consigo mismos y en grupos en expandir o desenvolver la consciencia. Aprender a través de diverso tipo de actividades a conocerse, a trascender el «sí mismo», a relacionarse de manera empática con el resto, a no descalificar ni menos de violentar al «otro/a» sino a tratar de preguntar, razonar, buscando el entendimiento y la emocionalidad que trasciende a cada cual.

Se requerirá la formación de profesores e instructores en trabajos activos, participativos entregando diferentes técnicas de meditación, aprendizaje a escuchar y controlar la mente desarrollando relaciones empáticas, la reflexión y técnicas de estudio, técnica del diálogo, teatralización y arte creativo individual y en grupos, lecturas de temas que amplíen la visión del mundo y de la vida, el aprendizaje del examen retrospectivo y técnicas similares, en base a prácticas activas y sistemáticas. Todo ello, sin perder aquellos aspectos familiares e individuales de todo tipo que hagan sentido, con pleno respeto a la libertad de cada cual. Se trata de ir desenvolviendo una cultura que nos conduzca a un nuevo paradigma relacional que lo podríamos denominar «paradigma de la inclusión, de lo sistémico».

3.2. De una nueva democracia

Sostengo que deberemos en el futuro, ojala lo antes posible, con creatividad y osadía, generar una nueva democracia con menos influencia de los partidos políticos, (a lo menos sin la preponderancia de nombrar candidatos sin evaluación alguna como la tienen ahora), con un modo de confeccionar las leyes diferente a como se hace actualmente, reforzando y legitimando la Institucionalidad y con una efectiva participación activa de los ciudadanos/as en la confección y emisión del texto de las leyes.

Para la confección de las leyes habría que formar diversos equipos multidisciplinarios que trabajen en diversas materias de manera paralela, con base en personas con exigencias adecuadas de competencias, de diverso tipo de profesiones (no solo abogados, sino también economistas, filósofos, artistas, ingenieros, urbanistas, según el tenor del equipo que se forma en base al tema de las leyes que se hagan), y con exigencias básicas de nivel en sus antecedentes de probidad, honestidad, experiencia, salud física, mental y sin permitir la mezcla de negocios con la labor legislativa. Que se trabaje en función del Bien Común Ciudadano sobre la base del conocimiento científico y tecnológico, amparándose en los valores que se pretenden desenvolver formando parte de la educación de jóvenes y niños antes mencionada.

Funcionarían varios equipos en trabajos simultáneos en diversas temáticas, desde la justicia y sus derivados, pasando por la descentralización y autonomía regional, conceptos básicos de urbanismo integrado y vivienda adecuada, entre tantos otros.

Paralelamente, ha de existir un «protocolo» que organice a los ciudadanos/as desde sus terrenos u organizaciones de base, para una participación activa, reflexionando sobre los diversos temas que interesen, generando inquietudes acerca de los mismos, o aportes a esos temas, y nombrando sus representantes para formar parte de cada uno de los equipos que se forme, para preguntar, proponer, intervenir, como simples ciudadanos formando parte de los equipos que legislan. Que se redacten las leyes para que la gente las entienda y para que se apliquen en su espíritu, se eviten privilegios, teniendo anexos explicativos que los representantes ciudadanos den el visto bueno, una vez consultado con sus bases.

Los ciudadanos que representan a sus bases de terreno, han de señalar si se entiende lo que se expresa en el texto de cada ley y que es lo que no se entiende a fin de que se corrija. Las leyes han de llevar escrito el «espíritu» de las mismas, es decir, lo que se pretende con esa legislación. Tendrán un anexo ilustrativo acerca del cómo se debe aplicar dicha ley para cualquier ciudadano/a y allí mismo determinar las penas para cualquiera que infrinja dicha ley.

El desafío es diseñar un nuevo sistema democrático para legislar y generar una institucionalidad legitimada con protocolos de consulta ciudadana, con equipos de personas competentes, personalmente calificadas, más personas que representen a los ciudadanos de las bases, con participación activa en cada equipo que esté legislando en favor de la gente.

Todo ello, sustentado en un programa educacional complementario al resto de las materias de los diversos programas educacionales que existan a fin de ir generando nuevos niveles de consciencia en jóvenes y niños que nos permitan ir saliendo paulatinamente en el tiempo, del actual paradigma de «luchas de opuestos para conquistar el poder» como si fuésemos amigos contra enemigos, a fin de pasar a vivir un nuevo paradigma relacional: «paradigma de la inclusión, de lo sistémico».