De origen, los mercados y tianguis fueron lugares de intercambio en Mesoamérica. Del náhuatl tianquiztli,1 estos sitios fueron distintivos de esta región cultural. Kenneth Hirth los definía como «el centro de la vida social económica del México antiguo», pues congregaba (y congrega) a habitantes y externos de los pueblos en los que se ubicaban.

Como entes de comercio estratégicos, los tianguis son sitios que se ubican dentro de las localidades y que proveen de viandas, productos de consumo y demás artículos que se nos ocurran a los habitantes de las mismas. Entre sus características, se encuentra su condición de ambulante; es decir, que no son fijos y que se colocan ciertos días únicamente.

Los tianguis comenzaron, como ya se mencionó previamente, en la región mesoamericana; en forma de trueque, el intercambio mercantil se dio entre los pobladores de la cuenca del Valle de México.

El tianguis de Tlatelolco llegó a ser el más grande de la zona, proveía a los tlatelolcas, pero también a los mexicas de la ciudad de Tenochtitlán.

Entre nosotros hubo soldados que habían estado en muchas partes del mundo, en Constantinopla y en toda Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien compasada y con tanto concierto y tamaña y llena de tanta gente no la habían visto (Castillo, 1632).

…tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor …donde hay todos los géneros de mercadurías que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas (Cortés, 1963).

En Tlatelolco se agrupaban vendedores, compradores y tamemes2 que comerciaban productos de consumo humano. La organización del mercado estaba regulada por los mismos vendedores, quienes ocupaban el mismo lugar siempre que se colocaban, sin que algún otro comerciante lo ocupara; orden que sorprendió a Bernal Díaz del Castillo. En la jornada de trueque se realizaba intercambio de productos por otros productos de igual equivalencia, pero también se empleaban el cacao y objetos de cobre como «moneda» de cambio.

Entre los productos alimentarios que se ofertaban en Tlatelolco se encontraban:

…maíz, frijol, calabaza y chile, la base de la alimentación mesoamericana; semillas como la chía y el cacao, así como legumbres y frutas frescas. En otra de las calles se mostraban aves de distintos tipos, como guajolotes, codornices, palomas y patos, por mencionar solo algunos ejemplos. Además, se podían encontrar venados, perros, liebres, conejos, tortugas, iguanas, serpientes, culebras e insectos como hormigas y chapulines. Productos lacustres y marinos también tenían un espacio en el mercado y era posible obtener numerosos pescados y crustáceos. Asimismo, había miel de abeja y de maguey, indispensable para endulzar, entre otras preparaciones, las bebidas de cacao consumidas por la nobleza mexica (Hernández, 2021).

El intercambio comercial mesoamericano se alimentó de dos tipos de economía; el comercio a larga distancia efectuado principalmente por las élites o entre los mismos estados del área, pero a través de profesionales dedicados únicamente a este propósito: pochtecas. Por otro lado, encontramos las transacciones cotidianas que ocurrían entre los asistentes a los mercados locales en días de plaza.

El intercambio entre las élites consistió primordialmente en materias primas de alto valor y objetos de lujo, cuyos propietarios fueron la nobleza (Pillis), el monarca (Tlatoani) y sus pochtecas, mercaderes en grande que actuaron como gremio y corporación. En los mercados populares o tianguis, mercaron los que se siguen conociendo en México como «marchantes»; pequeños comerciantes y productores llamados tlauecilos que practicaban la reventa de artículos.

El intercambio de élite generaba grandes ganancias y acumulación de bienes, los comerciantes que lo ejercieron juntaron cuantiosas riquezas y poder, a un nivel solo inferior al de la clase de los guerreros. En cambio, las operaciones en los mercados populares eran de dimensiones más modestas y los artesanos que ahí comerciaban lo ejercían como actividad complementaria, eran parte del pueblo común.

El comercio a distancia no solo tenía funciones económicas, era una actividad incluso quizá más diplomática y política pues los pochtecas eran emisarios de los Estados de donde provenían y sus funciones estaban implicadas directamente con la guerra. Servían como emisarios políticos o espías; los percances con estos «funcionarios», servían para justificar las guerras que finalizaban con la imposición de tributos (Semo, 2006).

Los mercados populares formaban parte de la vida cotidiana de los macehuales, la clase social más baja en las sociedades mesoamericanas, quienes se llegaban a desplazar más de 15 km para acudir a estos espacios los días de plaza, como también se les conocía, no solo tenían funciones de intercambio y compra, pues era el lugar en el cual sucedía la convivencia de amigos, familiares, vecinos, y donde acontecían peculiares intercambios de información entre la gente común.

Increíblemente, los mercados regulares sobrevivieron a su contraparte comercial de larga distancia, provocando que hoy se sepa mucho más de ellos.

Los pueblos mesoamericanos crearon un acentuado matiz de vinculación identitaria con la producción y el comercio de alimentos. «Con la conquista de los pueblos originarios llegó no solo el derrumbamiento de una economía y una visión religiosa del mundo, sino también de la pérdida paulatina de la cultura alimenticia, así como el intento por aniquilar una cosmovisión que no correspondía con los valores del cristianismo y la necesidad de una Europa en expansión» (Legarreta, 2018).

Sin embargo, con la llegada de los españoles a Mesoamérica, el proceso de canje no tuvo mayores cambios, salvo en los artículos, ya que a estos se agregaron los que provenían de Europa. Para los conquistadores, la actividad económica que se veía reflejada en estos centros se tradujo en un entendimiento de la vida social y mercantil de los pueblos; lo que llevó a que estos construyeran sus centros religiosos cerca de los puntos de comercio con la finalidad estratégica de crear zonas de reunión y congregación popular.

La función social de los mercados y tianguis se expresa en el párrafo anterior. La reunión de multitudes genera(ba) extensas redes de convivencia e interacción, que a su vez producían y fortalecían los lazos comunitarios y de identidad cultural.

Afortunadamente, ni la Conquista española, ni las guerras con otros países, ni el Porfirismo, ni la globalización, ni el capitalismo mismo han podido menoscabar los alcances sociales, políticos y económicos de los mercados y tianguis. México, desde siempre, ha contado con herramientas históricas e identitarias que le han permitido mantener el alcance y la solidez de estos, de tal forma que no existe un espacio en el país que no cuente con uno.

Notas

1 Mercado público.
2 Del náhuatl tamama, significa cargar. Los tamemes eran personas que llevaban productos para comercio, transporte de personas y tributos. En Mesoamérica no existía una especie animal que tuviera capacidades de grandes cargas, por lo que los hombres se volvieron el transporte, eran entrenados desde la infancia para soportar y transportar mercancías. Su principal herramienta era el mecapal, una banda hecha de cuero y/o mecate ixtle con la que sostenían sus mercancías. A partir de la llegada de los españoles, los tamemes fueron considerados de clase inferior.

(Artículo en coautoría con Pedro Kweponi Martínez López)