Tucídides, nació en Atenas (Grecia), 460 a. C., y falleció en Tracia, 396 a. C. Vivió en el llamado siglo de Pericles (V a. C.). Se conoce muy poco de la vida de este militar e historiador. Pertenecía a una familia noble ligada a Milcíades, el vencedor de la batalla de Maratón. Su familia era muy rica, poseían minas de oro. Participó en la política de Atenas, llegando a dirigir una facción conservadora o aristocrática opuesta a la facción popular y democrática de Pericles y sus reformas.

Durante la Guerra del Peloponeso, se le confió el mando de una flota de Atenas, encargada de romper el asedio de Anfípolis por Esparta, pero fracasó y la ciudad cayó en manos de estos. Es por eso por lo que fue condenado al exilio durante 20 años. En el exilio, entonces, se dedico a estudiar los motivos que tenían Atenas y Esparta para ir a la guerra.

Es considerado por algunos como el auténtico primer historiador, por encima del llamado padre de la Historia. El mérito de Heródoto es ser el primer narrador de los sucesos de su tiempo; captó el valor del hombre dentro de la relatividad cultural de su época. Pero Tucídides, contrario a lo que realizó Heródoto, se despojó de las influencias religiosas y de las creencias de la participación de los dioses en los hechos humanos. Insistió que el responsable de los sucesos era el hombre únicamente. Su obra se diferencia porque trató de establecer las verdaderas causas de los sucesos de la Historia. Aunque mucho de lo relatado por Heródoto sucedió, la verdad es que otras partes, según algunos historiadores, debieron ser catalogadas como cuentos fabulosos o hechos inciertos.

Tucídides, en cambio, no escribió lo que oía o le decían otros, aunque pareciera verdadero. Se le considera el padre de la historiografía científica. En el «dialogo Meliano» antepone el poder a la ética en las relaciones diplomáticas. Valora las relaciones entre las naciones en función de su poder y no en razón de la justicia. Tucídides señala que la historia de Heródoto es muy amena y tiene cosas fabulosas que agradan a todo el mundo. La Historia de él, en cambio, al relatar la verdad de las cosas pasadas puede no resultar amena; sin embargo, es útil y provechosa por la verdad que contiene. Puede servir de ejemplo. Él simplemente observó los hechos y los relató. Tucídides descubrió la relación causa-efecto de la guerra y de otros problemas, él daba gran valor a los problemas políticos y su influencia sobre los militares.

Su obra principal fue La Guerra del Peloponeso. Esta analiza las causas de las guerras entre Esparta y Atenas. Tucídides ahí parte de los rasgos de la naturaleza humana para explicar la Historia. Señala que, esta guerra y todos los problemas consecuentes se debieron a los hombres que la provocaron, y por «el temor o miedo» que los espartanos tuvieron sobre los atenienses, ya que los veía como un pueblo muy rico, culto y progresista y, sobre todo, porque suponían, no sin razón, que los atenienses estaban tratando de dominar a los pueblos griegos más débiles pues creían ser dignos de obediencia. También influyeron los intereses económicos para producir la guerra.

Los griegos creían que la guerra era necesaria desde el punto de vista de la organización y buena marcha de la ciudad.

Pericles y la democracia

En su descripción Tucídides nos detalla lo siguiente. En Atenas, al cabo de un tiempo de esta guerra con Esparta, se realizó un funeral en conmemoración por los muertos durante la guerra y Pericles, el gobernador de Atenas, pronunció una oración fúnebre. Este es considerado uno de los grandes discursos de la Historia: exalta la libertad de los atenienses y la primera democracia. Pericles señalaba que, en Atenas, existía la libertad de los atenienses de conducirse como eligiesen, por considerar a los hombres iguales y por dar a los pobres la oportunidad de participar en el gobierno, si se juzgaba que podían ayudar a la ciudad; por abrir a la ciudad a los forasteros y no ocultar nada; por aceptar el derecho a aspirar a una vida diferente y mejor, e incluso el derecho a las fiestas; por el relajamiento, por no prepararse constantemente para la guerra (el único fin de los espartanos), pero por ser capaces de combatir con igual bravura cuando era necesario pelear por Atenas.

El mérito de Tucídides reside en haber encontrado la verdad de las causas de la guerra, sobre todo, en el deseo de dominación de ambos pueblos sobre otros (imperialismo). Él mejoró el método historiográfico de Heródoto, tratando de establecer una cronología unificada y escogiendo muy bien las fuentes orales que constituían, junto con su experiencia, lo básico de la información que suministró. Dejó de lado las influencias religiosas o el poder que se aducía a los dioses y radicó el motivo de las luchas en el impulso de dominar que tiene la naturaleza del hombre.

La plaga de Atenas

En el año 430 a. C., estando Atenas, sitiada en una guerra con Esparta, hizo su aparición un enemigo que no era humano, el único que Pericles no había previsto para defender a Atenas durante la guerra, una plaga (no existía la palabra epidemia en ese momento) de una enfermedad hasta hoy desconocida, producida por un virus o una bacteria, cuadro clínico descrito magistralmente por Tucídides como si fuera un médico. Señaló la existencia por primera vez en la Historia de la medicina del contagio masivo de una enfermedad que afectaba especialmente a los médicos que estaban en contacto con los pacientes o a las personas que atendían a los enfermos. Afectaba a los adultos, pero también a los jóvenes y niños. Además, fue el primero en hablar de inmunidad adquirida (aunque no lo sabía): si la persona sobrevivía a la infección, él señalaba que ese enfermo ya no volvía a padecer la enfermedad.

Escribió que la enfermedad tenía un comienzo brusco, en personas que aparentemente estaban antes sanas. Comenzaba con ardor y enrojecimiento de la garganta o la lengua, con olor fétido, fiebre y enrojecimiento de los ojos y luego de la cara y el cuerpo, ronquera, estornudos y fuerte tos. En la piel luego aparecían pequeñas pústulas o llagas, los pacientes no soportaban la ropa y ni siquiera las sábanas, tenían mucha sed, luego agotamiento e insomnio y finalmente diarrea. Esto duraba unos 8 días y la persona fallecía o mejoraba. Los cadáveres se apiñaban en las calles y los parientes los quemaban en piras funerarias.

Se calcula que murió la tercera parte de la población (100,000 personas, incluyendo a su gobernador Pericles) en los cuatro años que duró la enfermedad o epidemia. Se sospechaba que el hecho de que la población campesina huyó de sus fincas y se refugió hacinada en la ciudad, favorecía la propagación de la enfermedad.

La población se abastecía de alimentos transportados por la flota atenienses por el puerto del Pireo cerca de Atenas. Tucídides creía que la infección había ingresado por dicho puerto al entrar enfermos que se habían contagiado en algún lugar de Etiopia o Egipto. La morbimortalidad causada por esta plaga debilitó al ejército ateniense y. posiblemente, fue lo contribuyó a la derrota ante los espartanos. Lo más interesante es que Esparta triunfa y, en lugar de destruir la ciudad o esclavizar a su población, como era su costumbre, decide no hacer eso y deja, eso sí, un gobierno comprometido con Esparta, con el fin de equilibrar la situación de ese momento, ya que Tebas, su enemiga, había formado un gran ejercito y pronto se vería las caras con Esparta.

Como se señaló, no es posible hacer un diagnóstico de la causa de esta epidemia. Se ha dicho que pudo ser un tifus o una tifoidea, una viruela, una peste bubónica, un sarampión u otra enfermedad, pero eso sí, sabemos que los problemas sociales de hacinamiento y suciedad de la población que congestionaba la ciudad fueron en parte causa de dicha epidemia.

Notas

Aymard, A. (1981). Historia griega. Oriente y Grecia Antigua. Barcelona: Ediciones Destino. Vol. II, pp. 573-575.
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Mora Forero, J. (1992). El pensamiento histórico. Santafé de Bogotá: Corporación Universitaria Antonio Nariño, pp. 27-36.
Roussel, D. (1975). Los historiadores griegos. Madrid: Ed. Siglo XXI, pp. 23-25.
Tucídides. (1988). Historia de la Guerra del Peloponeso. Madrid: Alianza Editorial.