En tiempos de coronavirus, con los números de contagiados en España acerándose a los de abril, con un rebrote masivo esperado para el otoño o el final del verano, con todo el mundo en jaque por el poco conocimiento para luchar contra el virus y la incertidumbre sobre cuándo llegarán las vacunas, encontramos una absurda cruzada negacionista encabezada por Miguel Bosé.

Debe ser un fenómeno sociológico digno de estudio cómo, en momentos extremos, algunos personajes públicos dan un giro inesperado, o muestran su verdadera naturaleza, de una forma innecesaria y lapidando el crédito que pudiera tener su imagen. Supongo que les ocurre de manera y en porcentajes similares al resto de los mortales, pero para estos tiene menor repercusión y deben valorar menos las consecuencias.

Por ejemplo, encontramos a un Luis Figo que se ha destapado como muy de derechas políticamente, o llanamente fascista —sin que nadie lo pudiera ver venir—, participando, incluso, en las movilizaciones frente a la casa de Pablo Iglesias y defendiendo a Juan Carlos I, pese a sus líos de faldas y billetes (parece que el monarca vivía en una película de Pajares y Esteso, pero a lo bestia). Muy surrealista.

El ex futbolista no fue el único deportista retirado que se cubrió de gloria, Alfonso Reyes, ex jugador de Estudiantes, Madrid y de la selección española de baloncesto, fue un convencido negacionista del virus hasta que lo contrajo (a veces parece que el karma puede existir) y estuvo muchos días seriamente enfermo; entonces se posicionó con la derecha y criticó al gobierno, pero ya no duda de las medidas restrictivas impuestas por el virus y, ahora, reprueba muy duramente las marchas anti mascarillas, negacionistas, anti 5G y no sé qué más.

Estas marchas han estado impulsadas por un personaje también poco previsible y que ha superado en el ridículo a los dos ex deportistas, el mencionado Miguel Bosé, autor del «Amante bandido», quien hace campaña como miembro destacado de los que fueron a Colón hace unos días. Pero él no fue, de hecho, estaba en México, donde viajó a principios de agosto. Toma ya. Por cierto, de estas manifestaciones ya han salido contagios, obviamente. Esas cosas a veces suceden en España; vas a una manifestación negacionista contra el uso de las mascarillas y acabas contagiándote. No se podía saber.

El ambiente social y político en España anda muy crispado en general y, en gran medida, es por unas derechas reaccionarias que no aceptan no estar gobernando, y menos mal que no lo están. Da miedo pensar cómo habrían gestionado la peor crisis sanitaria mundial en más de un siglo, pero, pese a ser minoría —que lo son—, hacen mucho ruido, persiguiendo a Pablo Iglesias hasta la saciedad, intuyo que más por las reformas sociales que quiere impulsar que por algo que tenga que ver con el virus. Las clases altas españolas saben perder mucho menos que las de otros países europeos, pero duele ver a los trabajadores dándoles apoyo en las empresas. Da mucha lástima.