Las noticias confiables señalan que en Israel el tema prioritario es el covid-19. Afectado por una segunda ola del virus, ese ha sido el tema principal. Respecto a una eventual anexión, o extensión de soberanía hacia el valle del Jordán no ha sido un tema vigente durante julio; es un tema pendiente y controvertido dentro de Israel. No existe decisión al respecto. Mi opinión al respecto la doy al final de este artículo una vez conocidos los hechos históricos.

Sin embargo, los prejuicios y la ignorancia por parte de muchos que opinan y toman partido en el conflicto árabe-israelí son preocupantes. Normalmente esas personas postulan de hecho que el término del conflicto se soluciona con la desaparición de Israel. Con esa postura ideológica no colaboran para nada a la «causa palestina» que finalmente ha de ser también la causa de la paz entre ambos pueblos. Con ese tipo de posturas sólo generan odiosidades.

Conozcamos los fundamentos que muestran que descalificar y deslegitimar a Israel no conduce a aportar a la solución del conflicto y sólo lleva a generar odios ayudando a mantener dicho conflicto que debería ser superado más pronto que tarde.

Repasemos algunos hechos de la historia

El Mandato británico de Palestina fue una administración territorial encomendada por la Sociedad de Naciones al Reino Unido en Oriente Medio, tras la Primera Guerra Mundial y como parte de la partición del Imperio otomano, con el estatus de «territorio bajo mandato». El territorio sobre el que se estableció ese mandato correspondía a la región meridional del Levante mediterráneo, una región que el Imperio otomano perdió como consecuencia de su derrota en la guerra.

Aunque el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda administraba estos territorios de facto desde 1917, el Mandato entró en vigor en junio de 1922 y expiró en mayo de 1948. En un primer momento incluyó los actuales territorios de Jordania, Israel y la actual Palestina, si bien a partir de septiembre de 1922 el Reino Unido separó la parte oriental del mismo, creando el Emirato de Transjordania. El Mandato británico de Palestina era un documento en el que se recordaba al Reino Unido sus responsabilidades y obligaciones respecto a la administración de la zona, incluyendo «asegurar el establecimiento de un hogar nacional judío» y «salvaguardar los derechos civiles y religiosos de todos los habitantes de Palestina». El documento que definía las obligaciones británicas mencionaba el texto de la Declaración Balfour sobre el establecimiento del hogar nacional judío.

Muchos artículos de dicho documento especificaban acciones para apoyar la inmigración judía y un estatus político especial. En la Conferencia de El Cairo de 1921, el hachemita Abd Allah ibn Husayn, que había sido desplazado del gobierno del Hiyaz (que fue entregado a la familia de los Saúd, junto al resto de Arabia), fue nombrado emir de Transjordania. En septiembre de 1922, el gobierno británico presentó un memorándum a la Sociedad de Naciones en el que establecía que Transjordania sería excluida de todos los acuerdos referentes al Estado judío. Este memorándum fue aprobado el 11 de septiembre. Partiendo de esta premisa, el Reino Unido administraría la parte oeste del Jordán como Palestina y la parte este quedaría como un emirato árabe denominado Transjordania.

De ese modo la Corona cumplía raudamente con sus promesas respecto al mundo árabe al formar «Transjordania» lo que hoy se conoce como el Reino Hachemita de Jordania, de población mayormente palestina... Jamás cumplieron con sus acuerdos y promesas respecto al pueblo judío.

En este mapa se aprecia el área total del territorio entregado en mandato a los británicos: la suma de las áreas marcadas con amarillo y verde es la Palestina histórica de 120.000 kms2 entregada a la autoridad británica. El 76,5% del territorio de la Palestina, lo marcado en verde, fue entregado al Reino de Transjordania. El término Palestina es el nombre que el Imperio romano, concretamente el emperador Adriano, dio al territorio, cambiando el nombre original de Judea — que significa «tierra de los judíos» quizás como venganza por el levantamiento judío en su contra que significó el exilio judío de esa zona. El término, Palestina, se inspiró en el nombre del antiguo pueblo de los filisteos, aunque su relación histórica con la tierra en cuestión no lo justifica.

En todo caso, cuando Roma cambió el nombre «Judea» por «Palestina», no había ni un árabe en la tierra de la que estamos hablando. Los judíos eran la mayoría de su población. Los árabes comienzan a llegar a esas tierras recién siglos más tarde, a raíz de la conquista árabe de Jerusalén en el año 636.

En síntesis, del total del territorio recibido por los británicos en el mandato, de 120.000 km2, para su administración, 92.000 km2 las destinó para formar el Reino de Transjordania quedando 28.000 km2 de terreno para el resto de la denominada Palestina.

Si bien buena parte de la población árabe de la zona al este del Jordán convivía sin problema con la minoría judía, también había otra parte de dicha población que se oponía a la inmigración judía a la zona y los atacaba. Todo esto, en un periodo en que el antisemitismo en Europa hacía de la existencia judía un martirio, dado que tampoco eran fácilmente recibidos en otros lados. Los británicos también dificultaban el ingreso a la tierra de sus ancestros de los judíos que trataban de arrancar de las persecuciones. De hecho su inmigración a esa zona en buena parte fue clandestina.

De allí que en la década de los 30 hubo atentados violentos de árabes contra judíos y respuestas también violentas de parte de éstos. Tanto fue así que en 1936 la Corona británica nombra una Comisión para investigar las causas de los disturbios en el Mandato británico de Palestina: es la denominada Comisión Peel. El 7 de julio de 1937, la Comisión publicó un informe en el que, por primera vez, declaró que el mandato se había convertido en inviable y recomendó la partición: la formación de un Estado con mayoría árabe y otro judío. El gabinete británico aprobó el plan de partición, en principio, pero pidió más información. Tras la publicación en 1938, la Comisión Woodhead fue designada para examinar en detalle y recomendar un plan de partición real. Los dirigentes árabes se opusieron a la partición. El liderazgo judío la aceptó con sentimientos encontrados como una oportunidad para la soberanía. Finalmente dicha partición jamás se concretó. Nuevamente desde que asumieron el mandato, los británicos quedaban en deuda con el pueblo judío.

Los acontecimientos durante el mandato británico entre árabes y judíos demuestran claramente que la postura teórica e ideologizada, de que en la Palestina tendría que haber un solo país donde convivan árabes y judíos, es inviable. No se habría sostenido en el tiempo. Lo más probable que se habría desintegrado en una cruel guerra civil de las que el mundo árabe ya nos tiene acostumbrados.

Más tarde, confirmando la necesidad de que existan dos países autónomos que convivan, en 1947 las Naciones Unidas en base a la Resolución 181 recomendaron una partición de los 28.000 km2 que quedaron del territorio original de 120.000 km2 entregado por mandato al Imperio británico, destinando cerca de 15.000 km2 al Estado judío y 13.000 km2 al Estado árabe.

En estricto rigor, los que podríamos denominar árabes palestinos, de haberse cumplido la partición recomendada por la ONU, se habrían quedado con 105.000 km2, es decir, con un 87% del territorio que recibieron los británicos para su mandato mientras los judíos debían formar su país, como lo hicieron en mayo de 1948, con un 12,5 % del terreno total que recibieron los británicos para su Mandato. Esos son los simples números y los crudos hechos.

Mientras los judíos aceptan a regañadientes la Resolución 181 de la ONU que recomendaba esa partición y forman su «Hogar Nacional», único país del planeta con la misión de amparar al pueblo judío, el actual Israel, los árabes no aceptan la existencia de dicho Estado y a pocos días de su formación lo atacan para hacerlo desaparecer.

Allí comenzaría en realidad el actual conflicto, que sin duda tiene historia. Durante 70 años los árabes han sometido a Israel a un estado de guerra con cese al fuego. Los árabes no aceptaron en general, convivir con un Estado «no musulmán» en un lugar donde ambos pueblos tenían y tienen el derecho a vivir y convivir en paz.

El Censo de 1945 de toda la denominada Palestina entregaba una población total de 1.800.000 habitantes, de las cuales 1.070.000 era musulmana y 554.000 eran judíos. Era un área de muy poca densidad poblacional, donde todos podían convivir dignamente respetándose de manera mutua y más aún complementándose. Eso no sucedió. Actualmente, a consecuencia de las frecuentes agresiones a las que Israel ha estado sometido y reaccionado repeliendo esas agresiones, tiene soberanía sobre 21.000 km2. Tiene alrededor de 9 millones de habitantes. Hay que hacer notar que repeliendo las diversas agresiones de países árabes y de árabes palestinos, Israel ha podido canjear terreno por paz. Gracias a esa política se firmó tratados de paz con Jordania (amtigua Transjordania) y con Egipto.

Cabe hacer notar que los árabes palestinos no han tenido nunca soberanía en esas tierras. Recién después del tratado de Oslo tienen soberanía relativa (Administración territorial) sobre las zonas A y B de Cisjordania, zona que está destinada a que alguna vez sea parte soberana de un Estado de mayoría árabe palestina, dado que allí están prácticamente todas las ciudades y pueblos con población árabe mayoritaria.

Respecto a los denominados asentamientos o colonias de judíos instaladas en la zona de Judea Samaria (Cisjordania), están todas ellas cercanas o a continuación de la denominada «línea verde», frontera de hecho de Israel. Ningún país tiene soberanía en esa zona de manera que «técnicamente» todos quienes viven allí la ocupan. Es de esperar que más pronto que tarde los árabes palestinos puedan formar su Estado autónomo en esa área. Como ello implicaría reconocer a Israel por parte de quienes sean dirigentes palestinos en ese momento y terminar con el actual estado de guerra que mantienen contra Israel, recién allí se fijarán las fronteras definitivas entre ambos Estados.

El «problema» del conflicto no son los asentamientos, como algunos lo afirman. Estos actualmente ocupan alrededor de un 3% de la superficie de Cisjordania y posiblemente serán objeto de canje por tierras disponibles para formar el futuro Estado palestino. La experiencia de Gaza, donde Israel se retiró y entregó las colonias y sus instalaciones vacías a los palestinos que las destruyeron y posteriormente Gaza pasa a ser gobernada por la organización terrorista Hamás, que mantiene una permanente agresión con misiles y acciones suicidas contra Israel, demuestra que aun cuando se devuelvan todos los asentamientos, la paz con estos dirigentes palestinos jamás se firmará.

¿Es posible superar el conflicto?

Teniendo claros los hechos, me atrevo a opinar.

Para superar el conflicto es fundamental reconocer que los actuales dirigentes árabes palestinos no son viables para negociar en serio un tratado de paz dado que en la práctica no aceptan la existencia de Israel. Basta con repasar la historia de las negociaciones para cerciorarse de ello.

Para que el conflicto se supere parece necesaria una acción unilateral de tipo internacional.

Como no se puede seguir negociando con los actuales dirigentes, sería necesario rescatar líderes de opinión palestina que prioricen la paz y el futuro de sus hijos. La mala noticia es que como los palestinos tanto en Gaza como en Cisjordania están sometidos a dictaduras, no hay liderazgos conocidos que postulen a priorizar la paz y la convivencia. Sólo se conoce de manera informal que existe en Cisjordania buena cantidad de gente, (casi toda de edad madura), que estando a favor de la paz no tiene posibilidad de manifestarse.

Los dirigentes palestinos tienen de hecho «secuestrados» a su pueblo. Sin embargo, es factible que de manera unilateral se pueda lograr la formación de un estado palestino autónomo y confederado con Israel. Desmilitarizado, con la seguridad interna a cargo de Israel para ambos países. Donde el fundamentalismo violento político religioso sea ilegal.

Lo ideal sería que ese proceso pudiera contar con sectores palestinos que se hagan cargo de un gobierno de transición hasta poder una vez formado su estado, llamar a elecciones democráticas.

Ese proceso debería implicar una intervención internacional para desarmar a las actuales dirigencias árabes palestinas y promover la instalación de un gobierno de transición que haga las modificaciones de todo tipo requeridas a fin de generar una sociedad pacífica, digna, democrática y con prioridad en el bienestar para su población.

Respecto a seguir haciendo anexiones o extensión de soberanía por parte de Israel no me parece adecuado. Mis razones no son las que suelen señalar quienes se declaran «pro palestinos». Mis razones son prácticas y estratégicas. Es hora de que Israel, cualquiera sea su Gobierno, demuestre que prioriza la paz y que se centre en su política exterior a dar apoyo a una intervención unilateral internacional, ojalá que con la participación de países árabes muchos de los cuales ya están «aburridos» con los actuales dirigentes palestinos y que de hecho se relacionan muy bien con Israel. No me parece adecuado que sólo sea una intervención de EE UU en ese proceso; genera demasiados «anticuerpos». Tampoco la ONU podría intervenir en un proceso así ya que hace tiempo que no ha sido un factor de paz para la zona dado que la mayoría de los países que la componen tienen posturas ideológicas en este conflicto y han priorizado con sus Resoluciones fuera de contexto a atizar los odios. Una vez superado el tema sanitario, Israel ha de centrarse en priorizar un proceso de paz, señalando con claridad dicha postura, dejando de distraer la atención con anexiones o expansión de su soberanía y apoyar una intervención unilateral internacional, ojalá que con la participación del sector árabe palestino a favor de la paz, que participe en conversaciones que lleven a superar este conflicto.

Demás está decir que los palestinos que allí lleguen a participar no podrán obtener lo que en más de alguna ocasión les ofreció Israel, como fue el caso en las negociaciones del año 2000 donde recibían casi la totalidad de Cisjordania. Han de reconocer que tienen perdida la guerra que en 1948 declararon contra Israel, la que aún mantienen. Con la firma de la paz y la formación de un Estado árabe autónomo se terminaría con el actual estado de guerra contra Israel y se legitimaría por parte de los palestinos la existencia de Israel que hasta ahora se han negado de aceptar.