Cada vez que hablo con mi novia Paula sobre la posibilidad de hacer vida en otros países, un tema que surge es buscar un lugar donde ella pueda estar tranquila en las calles, sin miedo a un comentario halagador de un desconocido —así los llaman quienes los profieren cuando se les increpa por hacerlo—; «por más bonito que sea, no me interesa escucharlo», dice ella. Éste es el menor de los riesgos posibles a los que se enfrenta como mujer.

Durante la cuarentena, en Bogotá se han atendido más de 2.600 casos de violencia contra mujeres por la Línea Púrpura, «línea de atención de mujeres que escuchan mujeres», según explican en su página web. Este canal fue establecido por la Alcaldía de Bogotá desde el 20 de marzo de este año, fecha en que inició el aislamiento.

No es que la violencia contra las mujeres en Colombia sea algo nuevo. Parte de las secuelas del conflicto armado es la violencia contra las mujeres, de hecho la Corte Constitucional sentenció que la violencia sexual cometida contra las mujeres, entre las que se incluyen el abuso y la explotación sexual, «es una práctica habitual, extendida, sistemática e invisible en el contexto del conflicto armado colombiano», tal como lo registra Centro Internacional para la Justicia Transicional.

Este mes se revivió este flagelo en los medios por la violación de una menor de edad indígena emberá katío de 13 años. Los violadores fueron siete soldados del Ejército Nacional que prestaban el servicio militar obligatorio. Todos ya están imputados por dicho delito, seis por autoría y uno por complicidad, ocurrido en el departamento de Risaralda. No obstante, la Fiscalía General de Colombia imputó un cargo que no corresponde a los hechos: se les tipificó como acceso carnal abusivo, que indica consentimiento, mientras que expertos en el tema señalan que el correcto era acceso carnal violento agravado, considerando que los soldados contaban con armas, solo para iniciar. En el país se acaba de aprobar la cadena perpetua para violadores de menores, aunque por la tipificación mencionada anteriormente no podrá aplicarse dicha pena.

Acá, además del tema de la violencia contra las mujeres, está en juego la discusión que suscitan las Fuerzas Armadas, involucradas en varios escándalos recientes —como el espionaje a periodistas y políticos de la oposición— y donde las autoridades mencionan siempre que se tratan de «manzanas podridas». También si la cadena perpetua para violadores de menores es la mejor manera de combatir el delito, algo con lo que no están de acuerdo los académicos, quienes aseguran que no es la severidad de la pena sino al eficacia de la justicia el gran diferencial (por la tipificación de la Fiscalía, los soldados no estarían entre los candidatos a esta pena).

Otro hecho que se sumó a la agenda fue la publicación de un reportaje en la Revista Volcánicas: se dieron a conocer ocho testimonios sobre casos de violencia sexual contra mujeres cometidos por el director colombiano Ciro Guerra. Los casos van desde el 2013 hasta el 2019, y ocurrieron en ciudades de Colombia, Nueva York, Ciudad de México y Berlín, algunos durante eventos cinematográficos. Las mujeres aparecen con nombres diferentes para proteger su identidad y decidieron no presentar cargos, algo que puede explicarse con lo dicho por Adriana Benjumea, abogada y directora de la Fundación Humanas durante una entrevista en el programa Puntos Capitales: «Los delitos sexuales son el único delito que ponen la responsabilidad en la víctima: (...) “Por qué salió con esa persona, por qué iba vestida así”».

Como cereza del postre, Colombia estuvo entre los países candidatos para organizar el Copa Mundial de Fútbol Femenina 2023. El jueves 25 de junio se le asignó la sede a Australia y Nueva Zelanda, países con más votos y un mejor resultado en la evaluación técnica encomendada por la FIFA. Mientras muchos apoyaban la candidatura en redes sociales ese día, otros —entre los que me incluyo— recordamos cómo el año pasado se les trató de «bebedoras lesbianas» y los mismos directivos encubrieron los casos de abuso cometidos por técnicos con las jugadores de la selección. En este mismo medio publicamos un artículo al respecto.