Vivir es un virus del que todos deberíamos contagiarnos y no vacunarnos jamás. Hay quién parece estar inmunizado para vivir y deambula por ahí como alma en pena, desde que levanta hasta que acuesta. Otros, en cambio, hasta en circunstancias adversas, caminan con una sonrisa vital irradiando energía, esperanza, ilusión y vida.

Esta que termina, mientras crecen las alarmas y los pánicos por el denominado coronavirus, con contagios y fallecidos, también, tristemente, continúan falleciendo personas, entre otras enfermedades, por el cáncer. Algunos de ellos muy jóvenes, tremendamente jóvenes; algunos otros, niños.

Y nos vienen las reflexiones y nos vienen los miedos y, cómo no, también las culpas por no saber vivir como se debe. Al fin y al cabo lo que hay que hacer es eso: vivir cuando se puede y se debe, siempre.

Cuando pasan los años, uno tiene la tendencia de mirar hacia atrás y arrepentirse de lo no hecho o de lo mal hecho; de esas equivocaciones, de esas decisiones no tomadas o mal tomadas.

Poco pensamos en lo que tenemos en nuestra mano: más allá de mirar o pensar en el futuro, vivir en el presente de la mejor forma que podamos.

Aquel que se va lo hace, casi siempre, con la sensación de no haber terminado o hecho mucho de lo que hubiera querido. Aquellos que tenemos, todavía, el privilegio de la vida, normalmente perdemos el tiempo porque pensamos que esto es eterno. Sabemos que no es así. Sabemos que estamos aquí de prestado; lo que no hagamos hoy es posible que no lo podamos hacer mañana.

Por lo tanto, deberíamos de dejar de mirar atrás, de arrepentirnos o culparnos, y simplemente ver el presente. Deberíamos Inyectarnos el Virus de la Vida.

El Virus de la Vida (VV) conlleva tal vez muy pocos componentes, pero importantes para que causen un efecto total:

  • Ser dueño de tu tiempo. Cuando trabajes, trabaja. Sé productivo. Cuando no trabajes, dedica tiempo para ti, para tu crecimiento interior, para los tuyos.

  • Vivir el Presente. La vida es corta. La vida se va y nunca sabemos en que instante.

  • Paciencia. Nada llega de inmediato. Todo requiere su tiempo. Todo aquello que perdura viene con el tiempo. Lo inmediato se escapa rápido. Relacionarte contigo. Busca el silencio. Lee. Escribe. Medita. Encuentra una actitud mental que te ayude a crecer. Busca dentro de ti. El poder está en ti.

  • No perseguir la felicidad. La felicidad no está en adquirir más y más cosas, en tener más y más. La felicidad está en ti.

  • Valorar lo que tienes. Tienes mucha suerte de tener lo que tienes. Cuídate tú y no busques poseer más. No desees lo que no tienes.

  • Aprender a olvidar. Asimilar las vivencias negativas y dejarlas marchar poniéndonos en paz con lo sucedido. Perdonarte y perdonar.

  • Planificar tus acciones. Organiza tus prioridades y tu vida. No dejes que otros lo hagan por ti. No te disperses.

  • Pensar en la muerte. Siempre está ahí. Pensar en la muerte te hace vivir. Hoy, ahora, estás vivo. Siéntete satisfecho, no te dejes nada por hacer, por decir o por vivir.

  • No prestar atención a las críticas. No criticar a los demás.

  • Ser amable con todos. Los que conozcas y los que te cruces en el camino. Nada sabemos de la vida de los demás, ni sabemos lo que les puede estar pasando en ese momento. Sé amable.

  • Entender que todo depende de ti. Que eres el responsable de tu vida. Si algo no va bien, cámbialo.