Dios dijo: Háganse las clases sociales y respétense.

(Grafiti leído en la ciudad de Morelia, Mich)

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Ambos están sentados en la terraza del club universitario en una mesa con vistas a las canchas de tenis. Ambos son consejeros en varios órganos de gobierno de empresas familiares. A uno no le cae bien la otra y es bien correspondido. Se respetan, pero no se simpatizan. Es curioso, tienen que compartir y departir en terrenos sociales y profesionales. ¿Juegas tenis, verdad? No con la frecuencia con la que me gustaría hacerlo, pero soy apasionada del deporte. El sonido tan particular de la bola que bota en el terreno de arcilla y choca con la raqueta les sirve de música de fondo. Él levanta la taza de café y suspira. Ella se prepara para escuchar. Sé que te encanta y que entiendes bien los modos del tenis, ese decálogo sencillo y detallado de cómo se debe jugar respetando las reglas establecidas del juego incluyendo cada detalle. ¿Verdad? Es curioso, este deporte tiene pautas que lo mismo se aplican para la vida y para los negocios. ¿No crees? Ella frunce la boca, sí, sin duda, no sabe qué rumbo va a tomar la conversación. No le gustan las metáforas.

Prefiere no apresurarse y deja que las cosas vayan tomando su propio ritmo. Vuelve la mirada a la cancha y a los jugadores que están jugando de fondo. ¿Sabes lo que pasa cuando un contrincante se acerca a la red para golpear la pelota? A ella le molesta que él tome este tono condescendiente, pero contesta: está optando por abandonar el juego pasivo y decide ser ofensivo. Él se mira las manos: sí, juega ofensivo, pero si se pasa del terreno, si no frena a tiempo, si toca la red con el cuerpo o con la raqueta… Pierde el punto.

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La nota que ocupa las páginas de sociales del Amanecer de Morelia dice así:

La vida de los González Millalón es como una película, son la familia modelo. Don Enrique González y Doña María Millalón se casaron y procrearon cuatro hijos. Son originarios del pueblo de Changuitiro, Michoacán y se establecieron en la capital hace más de veinticinco años. Son empresarios destacados. Empezaron su imperio con un salón de fiestas infantiles y se convirtieron en los amos de los eventos y las ceremonias en el país. Tienen más de cuatrocientas salas de banquetes en México, España e India. El auge empresarial llegó en la década de los setenta cuando Marco Antonio —el papá de la novia— tomó las riendas del negocio y lo transformó en una verdadera corporación. Dejó de ser un negocito familiar y lo convirtió en una organización profesional con todos los elementos de gobierno corporativo que requiere un negocio de semejante envergadura. Los González Millalón son un ejemplo para la sociedad michoacana, siempre han sabido permanecer unidos, preservando los valores familiares. Doña Mariquita va a misa todos los días, don Enrique la acompaña junto con hijos y nietos cada domingo y es por todos sabido que están muy comprometidos con las labores de la diócesis. El obispo le ha dado la Primera Comunión a todos los pequeños de la familia y para nadie fue extraño que fuera su Eminencia en persona quien concelebrara la boda de la primera nieta que contrajo matrimonio. La concurrencia a la fiesta estuvo compuesta por lo más refinado de la sociedad. El señor gobernador comentó para este medio que la gala había sido una evidencia más de porqué los González Millalón eran los reyes del ramo. Florencia y Juan, los recién casados, vivirán en la Ciudad de México al regresar de su luna de miel.

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Ay, Mariquita, qué boda tan bonita, felicidades. Todos se ven tan guapos, tan bien presentados. La novia, chulísima. Qué bueno que el novio se integra a trabajar a la empresa. Todo en familia, qué bueno, qué lindo. ¡Ay, no,no,no,no,no! Lo que también me dio mucho gusto, no creas que no me fijé, fue que la Chatita anduviera tan contenta, a pesar de que su hermana menor se casó primero que ella. Ay, Mariquita qué bueno que las nuevas generaciones ya piensan diferente, ¿no? Te digo, me dio gusto ver a la Chatita baile que baile con ese muchachito. Los dos abrazaditos y de la manita toda la fiesta. ¿Es su novio, verdad? Seguro, lo conoció en México, ¿verdad que sí? Oye, ¿quién es? Seguro ya sabes de que familia viene, ni modo que no sepas que pato puso ese huevo, ¿verdad? Ay, Mariquita, qué bueno. Todo les salió muy bonito. Felicidades. Ahora a cuidar que Juanito se porte bien con Florencita y ojalá que la Chatita formalice pronto. Se ve tan enamorada. Ay, qué bueno.

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¿Puedo pasar, abuelo? Sí, Chatita. Siéntate, aquí, juntito a mí. Mira, ¿te acuerdas de tus clases de geometría? Fíjate, bonita: ¿ves este dibujito que estoy haciendo sobre la servilleta? Es un círculo. Los círculos son figuras cerradas y tú, mi niña, eres muy inteligente para entender lo que significa afuera y adentro. Si dibujo otro círculo, cerca del primero, así como este, quedan dos pedazos que no se tocan y una parte que comparten, ¿ves? Sí, abuelo. Tú estás en el 1 y el muchachito está en el 2, mira. Me gustaría que estuviera en el medio, pero está en el dos. Eso significa que 1 puede jugar con 2 todo lo que quiera, puede divertirse todo lo que quiera, pero siempre seguirá siendo 2, ¿queda claro? En la vida, mi hijita chula, hay que pasarla bien, pero hay que entender las reglas del juego. ¿Entiendes, no? No, nenita, no hagas pucheros, enjúgate las lagrimitas. Oye, ¿no te gustaría ir a estudiar a París?

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Los jugadores siguen pegándole fuerte a la pelota y corriendo de un lado al otro de la cancha de tenis. Oye, ¿qué te pareció la boda de Florencia y Juan? Ella contesta con sinceridad: Espectacular. ¿Viste a la Chatita? Sí, qué casualidad, fue acompañada por el hijo de Elías, uno de mis compañeros de la universidad. Así es, dice, se mira las uñas y se acomoda la corbata. La mira y le pregunta: ¿tienes mucho tiempo de conocerlos? Sí, muchos años. ¿Quiénes son? Cuéntame. ¿Qué quieres saber? Déjate de cosas, a mí poco me interesa, Don Enrique es el que pregunta. Ella mira a la cancha y suspira: no hay mucho que decir, Elías Levy es hijo de maestros de la universidad que llegaron de Chile exiliados a México. Rafael, así se llama el acompañante de la Chatita, es la segunda generación de investigadores, él ya nació en México… Dile que se aleje, ya, la interrumpe. ¿Cómo? Me oíste perfectamente, habla con el padre, con la mamá, con él o con la familia entera. Es una petición de Don Enrique. Hazlo, no digas más, hazlo y todos tranquilos. Hazlo antes de que la raqueta toque la red y el chico pierda el punto. Ah, antes de que te vayas, ¿a dónde te deposito? Yo no cobro por hacer favores. No te preocupes, éste lo vas a tener que facturar. No es pregunta.

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La Chatita se sienta en el café, pide un capuchino y mira el reloj. La Opera de Garnier se ve imponente esa tarde. Tal vez sea la emoción de ir a escuchar a Turandot. El acertijo que no puede descifrar le da vueltas en la cabeza. Todos los hombres son iguales, Elías también se fue sin decir adiós. ¿Qué estoy haciendo mal?