«No pidas una carga ligera, pide unas espaldas fuertes».

(Theodore Roosevelt)

William Golding escribió su célebre novela El señor de las moscas después de la experiencia devastadora de la Segunda Guerra Mundial, en 1951. ¿Eran realmente buenos el hombre y las mujeres por naturaleza, como postulaba Rousseau, o por el contrario, «eran malos a menos que les alentaran a seguir el camino del bien» como sostenía Maquiavelo?

La novela de Golding transcurre en una isla paradisiaca desierta donde naufragan un grupo de adolescentes y niños de un colegio militar inglés.

Los dos chicos mayores, Jack y Ralph, compiten por el liderazgo de la tribu. Ralph es mesurado, paciente, analítico, guiado siempre por el poder de la razón y la experiencia. Jack, por otro lado, es popular entre sus compañeros por haber enfrentado a un alumno mayor en el colegio, por valiente, impulsivo y arriesgado, pero su pasión juvenil pesa más que su capacidad de análisis y razonamiento. Jack anima a los otros a fabricar armas para cazar. Los cazadores de animales pronto se convierten en cazadores de humanos. El paraíso de los primeros capítulos se convierte en una pesadilla donde reinan el desorden y la anarquía, donde los débiles son asesinados por los fuertes. Para Golding, igual que para Maquiavelo, el corazón humano necesita guía y dirección o sucumbirá ante las sombras.

Ser un líder auténtico es un largo camino de autoconocimiento. ¿Quiénes somos realmente? ¿Cómo funcionan nuestras emociones? ¿Somos capaces de identificarlas?

Un líder se caracteriza por tener cuatro virtudes fundamentales: Saber tomar decisiones (aunque no siempre se acierte), tener el poder de influir sobre los otros, tener facilidad de cambio y adaptación, y sobre todo, saber reconocer y regular las emociones. El líder comprende que los pensamientos y las emociones están siempre ligadas. Dime lo que piensas y te diré qué sientes. La gente no nos recuerda por lo que les decimos, sino por lo que les hacemos sentir.

¿Se puede aprender a ser un líder? Por supuesto que sí. Y en el Ecuador tenemos uno de los mejores lugares para hacerlo, privilegiado por el nivel de sus profesores y su oferta académica. Hace unas semanas participé del curso Liderazgo auténtico & Inteligencia emocional en Escuela de Empresas de la Universidad San Francisco de Quito. Fue muy estimulante abordar el liderazgo desde diferentes puntos de vista y compartir con un grupo que estaba en la misma búsqueda que yo. Un líder siempre tiene un propósito. El mío era aprender herramientas para serlo.

Till Schilling es uno de los profesores del curso. Es experto en manejo de las emociones. Nos enseña técnicas y estrategias de control emocional que van desde la meditación hasta pequeños impactos con los dedos de una mano sobre diferentes partes del cuerpo (técnica denominada tapping). «Somos energía», dice Till, «coherencia cardíaca y podemos cambiar nuestra actitud ante las creencias personales a través de pensamientos creadores». Con Till aprendí que para ser líder es fundamental tener un control absoluto sobre las emociones. Igual que para ser eficientes es importante estar tranquilos y relajados, que un líder debe ser humilde, fiable, imperfecto y aprender siempre de los errores.

Pablo Iturralde Barba, experto en Psicología Transpersonal, nos habla de los cuatro acuerdos del líder auténtico: 1) No suponer; 2) Honrar tus palabras; 3) Hacer siempre lo mejor posible; 4) No tomarse las cosas de manera personal. Los líderes siempre están al servicio de los demás, dice Pablo. Un líder ve corazones y mentes y trata de sacar lo mejor de ellos. El 60% del éxito de un líder tiene que ver con su inteligencia emocional, como advertía Daniel Goldman. La mayoría de los top performers tiene alta inteligencia emocional. Por eso resulta necesario que nos hagamos preguntas como: ¿Qué dispara mis emociones? ¿Cómo se manifiestan?

La inteligencia emocional (EQ) es la habilidad de tomar decisiones saludables basándonos en la identificación y entendimiento de las emociones propias y ajenas. Esta tiene cuatro dominios:

  • Autoconocimiento emocional
  • Conciencia social (empatía y orientación al servicio)
  • Autorregulación (autocontrol, fiabilidad, iniciativa)
  • Habilidades sociales y de comunicación.

El diálogo con Antonio Mendoza, experto en Comunicación, es particularmente interesante. Nos habla del concepto nipón del kaizen, es decir, mejora continua diaria. Cambiar para mejorar. ¿Cómo debe ser un líder como comunicador?: Claro, oportuno, preciso y siempre hablar con argumentos. Nos habla de la curiosidad constante frente al mundo y uno mismo que se manifiesta a través de la formulación de PP: Preguntas Poderosas: ¿Qué puedo hacer yo para cambiar el mundo? ¿De qué manera contribuyo? ¿Qué está pasando en mi país? La gente que tiene alto desempeño posee una mente positiva, es saludable física y mentalmente, capaz de descansar bien y hacer ejercicio. Todos estos profesionales son parte del staff de Escuela de Empresas de la USFQ.

Uno de los ejercicios más interesantes del programa fue la posibilidad de interacción con caballos para asumir un rol de liderazgo trabajando en equipo.

Un líder es un visionario de alguna forma, sabe plantear escenarios estratégicamente, con pasos a corto, mediano y largo plazo. Liderar no es un posición jerárquica. Se trata de generar influencia en las personas, que con esfuerzo puedan alcanzar un propósito.

En estos tiempos que corren, líderes es lo que más necesitamos.