El 30 mayo de este año, se publicó aquí un artículo en el que se mencionaba el caso de Dimar Torres, un excombatiente de la guerrilla de las FARC que se acogió al proceso de paz que el Gobierno hizo con esa guerrilla. Dimar fue asesinado por militares. Los habitantes de la verdea Campo Alegre, en el departamento de Norte de Santander, descubrieron a los uniformados mientras intentaban enterrar el cuerpo de Dimar en una fosa. Luego de este hecho vinieron las explicaciones del ministro de Defensa, Guillermo Botero, quien trató de justificar todo de varias maneras.

El 26 de octubre empezó a rondar en Twitter la foto de un artículo de la Revista Semana — es decir, le tomaron una foto al artículo en la versión impresa de la revista que circularía hasta el día siguiente —. La información de dicha nota periodística era de tal calibre que no tardó en aparecer en los feed de muchos colombianos: a Dimar Torres le hicieron seguimiento por un mes antes de matarlo a sangre fría; el autor material le informó al subteniente John Javier Blanco que iba a cometer el delito. Estas aseveraciones están apoyadas en las investigaciones que la Fiscalía colombiana ha realizado.

El cabo del ejército Daniel Eduardo Gómez Robledo le disparó cuatro veces a sangre fría, según la necropsia. Gómez le informó al teniente coronel Jorge Armando Pérez Amézquita del hecho por una llamada y por WhatsApp. Pérez había dado la orden de no informar nada por radio. Tan pronto el coronel supo que había personas reclamando por lo sucedido, dijo: «Chequéelos, porque esos son los que siguen». La frase es textual porque la Fiscalía tuvo acceso a la conversación de Whatsapp.

El coronel Armando Pérez ordenó la ejecución de Dimar Torres como venganza por la muerte de un solado —Pablo Emilio Borja García— que cayó en una mina antipersonal. La zona donde vivía Dimar con su esposa y sus padres ha sido muy golpeada por la violencia y aún hay varias minas enterradas. Sin embargo, todos los testigos que ha consultado la Fiscalía aseguran que Dimar se había dedicado a actividades agrícolas desde su desmovilización. Cuando el coronel Pérez pidió vengarse —según lo dicho por varios soldados a la Fiscalía—, el cabo Gómez señaló a Dimar sin ninguna prueba. «El coronel tampoco las pidió», dice el artículo escrito por José Guarnizo para Semana.

La defensa de los militares ha dilatado el proceso alegando que este hecho no debe ser revisado por la justicia ordinaria. El coronel implicado se retiró del Ejército y no se sabe de su paradero. El ministro de Defensa no se ha vuelto a pronunciar al respecto.

Días antes de que esta información saliera a la luz pública, miembros del Ejército pintaron con blanco un mural hecho en Soacha donde se especificaba quiénes eran los militares a cargo cuando ocurrieron los falsos positivos —práctica en la que varios civiles fueron asesinados y presentados como guerrilleros— y de cuántas muertes tiene responsabilidad cada uno. Pasó poco tiempo para que en las redes sociales se compartiera la imagen del mural y un dibujante, Nicolas Achury, hiciera du propia versión.

Días después de la publicación del artículo Semana, se supo de otro caso: el joven Flower Jair Trompeta Paví fue torturado y asesinado por el Ejército en el departamento del Cauca, al otro lado del país. De nuevo, surgen las versiones donde lo señalan como miembro de las disidencias de las FARC. La comunidad de la vereda La Laguna, en Corinto, donde vivía, lo niega.