El Buda histórico vive en el siglo VI a.C., un tiempo de grandes filósofos y líderes espirituales. Es contemporáneo de Confucio, Lao Tse, Heráclito y Zaratustra, entre otros.

Nace en Kapilavastu al sur del Nepal en el año 563 a. C., como príncipe del reino de los sakyas. Crece en las faldas del sur del Himalaya, y se prepara para ser el Rey. A la edad de 19 años se casa y disfruta de la vida conyugal, aunque pasa meditando sobre el sentido de la vida.

Después de gozar del lujo y los placeres del palacio, un día sale al mundo y encuentra primero a un hombre anciano, y luego a un hombre enfermo y finalmente a un hombre muerto. Así comprende que todos los seres humanos terminan envejeciendo, enfermando y muriendo. A la edad de 29 años decide abandonar su vida de príncipe y sale del palacio para dedicarse a la vida espiritual.

Según dice la leyenda inmediatamente fue tentado por el demonio que le dijo: Vuelve al palacio y espera la ocasión. Entonces este mundo será tuyo. Pero el príncipe respondió con fuerza: Demonio, aléjate de mí, nada de lo que existe en este mundo me interesa. Y entonces se rapó la cabeza dedicándose a la vida ascética. Sin embargo, tiempo más tarde comprende que tampoco el ascetismo lo conduce a la maduración espiritual por lo que opta por el camino medio, evitando los dos extremos constituidos por la vida mundana y el ascetismo.

Se dedica a la meditación con todas sus energías hasta que al ver la estrella de la mañana de un 8 de diciembre alcanza la iluminación. Tiene 35 años de edad. Luego destina el resto de su vida, unos 45 años, a predicar sus enseñanzas. Muere a los 80 años, enseña que su muerte es un ejemplo más de que en este mundo todo es impermanente. Entre otras palabras declara: Ahora mi cuerpo se derrumba como un carro de madera podrida; con mi propia muerte os demuestro lo transitorio de la vida.

El mensaje de Buda se sustenta en la misericordia y la compasión para todos los seres humanos. Se dice que Buda es el padre de la compasión y la madre de la misericordia (La enseñanza de Buda, Bukyo Dendo Kyokai, Tokio, Japón, pág. 22).

La predicación de Buda evita los extremos y se mantiene en el camino de la moderación.

El amor y el respeto al prójimo es otra de las constantes de sus enseñanzas: El resentimiento no se calma con el resentimiento. Solo con un amor paciente deja de existir.

Cinco son los mandamientos básicos del Buda para sus discípulos: No quitar la vida de los seres vivientes, no robar, no adulterar, no mentir y no tomar intoxicantes o bebidas alcohólicas. Del primer precepto, la mayoría de los budistas concluyen que deben ser vegetarianos.

Siete son las enseñanzas que ofrece el Buda para lograr la prosperidad de una nación: El pueblo debe abrir asambleas muy a menudo para discutir los problemas políticos y ser estricto en la defensa nacional:

  1. Personas de todas las clases sociales deben reunirse para un mismo propósito y discutir los asuntos nacionales.
  2. Respetar las costumbres nacionales sin cambiarlas irrazonablemente.
  3. Observar las reglas de las ceremonias y mantener la justicia.
  4. Reconocer las diferencias de sexo, respetar el orden de las edades, mantener la pureza de la familia y la sociedad.
  5. Servir con amor y respeto a los padres, al maestro y a los mayores.
  6. Hacer practicar los ritos religiosos en memoria de los antepasados.
  7. Respetar el camino y honrar la virtud, escuchar las Enseñanzas de maestros virtuosos y hacer ofrendas.

(Obra citada, pág. 230)

En las dos primeras enseñanzas, se nota la tendencia del Buda a incluir a todo el pueblo, de todas las clases sociales en la formación de asambleas para discutir los asuntos políticos de la nación. Esta inclinación hacia la igualdad y la «democracia» entraba en franco conflicto con el régimen de castas en la India.

Sin embargo, conforme al horizonte de su cultura en aquella época, el Buda cree en la monarquía como el mejor gobierno para el pueblo. Pero no en cualquier monarquía.

El rey debe creer en las Enseñanzas del Buda y proteger al pueblo como los padres cuidan a sus hijos. Un rey sabio debe proteger al pueblo con fuerza y autoridad; proveer a las necesidades de todos y recolectar los tributos procurando que sean lo más livianos posibles para mantener al pueblo contento (Obra citada, pág. 234).

Su gobierno ideal era el gobierno del rey de la verdad, que es el rey de reyes, quien donde quiera que vaya hace desaparecer las luchas y los malos deseos, trayendo la paz a todo el mundo. El rey de la Verdad hace que los otros pueblos pacifiquen sus reinos (Obra citada, pág. 235).

La paz, entonces, es esencial para el Buda. Y el mejor monarca sería un verdadero constructor de paz. Si comienza la guerra, predica la tolerancia y la misericordia (Obra citada, pág. 35).

Si bien el Buda no es un político, o más bien deja de serlo cuando renuncia a ser príncipe y futuro rey, sus enseñanzas éticas y filosóficas se basan en ciertos valores que luego van a influir en el orden social y político.

En primer lugar, los valores de la igualdad de todos los seres humanos, la misericordia, la compasión y el amor como valores de la convivencia social y de manera muy clara la tolerancia, la moderación y la paz como valores esenciales del buen gobierno.

Hay también enseñanzas sociales que han impregnado las sociedades en las que triunfa el budismo, tales como el respeto profundo a la familia, a las diferencias de sexo, el orden de las edades, el respeto a los padres, a los mayores y a los antepasados, así como la valoración de los maestros, los ritos religiosos y las reglas de las ceremonias.

En algunas sociedades asiáticas como Japón, Corea, China, Taiwán y Singapur, esas influencias del budismo son indistinguibles y confluyen con las enseñanzas de Confucio.

Fallece en el año 483 a. C.