19:00. Mi viaje comienza con un retraso molesto, anunciado primero por el horóscopo, leído mientras llenaba una pequeña maleta de mano temprano en la mañana, dos o tres cosas, total allá será verano, camisetas, jeans, y un par de camisas. Ningún regalo, nada de nada. ¿No logré intrincarme buscando qué? ¿Para quién? Por último, lo pienso más tarde y los compro en Argentina, dicen que hay una ganancia considerable en el cambio del euro a los pesos, ojalá, como de costumbre, los números ya los entiendo poco, no hablemos de la moneda ...

Roma, Madrid, Buenos Aires, Santiago, Valparaíso, Santiago, Buenos Aires, Roma

Retardo decía, precisamente, perdemos la conexión para Argentina y, después de un agotador tira y afloja, Iberia nos envía a un hotel en Barajas, 01:00, cena, conectarse a Internet para anunciar que perdiste el avión, esperando que tu invitado lea el mail, antes de ir corriendo al aeropuerto a las 7.30 a.m. como se anunciaba la llegada. Se habla de partir al día siguiente, a las 12.30.

Una pareja argentina, conocida antes, se presenta como verdaderos ángeles guardianes, a las 10.40 del día siguiente, suena el teléfono al lado del velador: «Antonio, ¿estás despierto? No te vimos desayunando, en diez minutos llega el coche que nos lleva al aeropuerto». Me levanto y después de la ducha, vuelo a la recepción, llegamos justo a tiempo, ni siquiera un segundo para tomar un café y estamos listos para despegar.

12.30. El gran avión se eleva en el cielo de Madrid, sobrevolará Portugal, después, después... Por primera vez me encuentro sentado junto a la ventana, por primera vez miro hacia fuera, un horizonte nunca visto; estamos por encima de las nubes, un paisaje idílico, impresionantes pequeñas bolitas de inmaculado algodón blanco, castillos blancos como la nieve, interrumpidos por franjas azules de tanto cielo, por esto, a pesar de haber perdido mi vuelo, siento que no se ha arruinado mi partida.

Me emociono. Intento retener cada instante, recordar cada momento, concentrarme en él, para no perdérmelo. El cruce del Atlántico estuvo acompañado por la belleza de media hora de turbulencias, pero el efecto que me produce ya no es lo que era antes, lo acepto, casi como si me meciera. Intento quedarme dormido, esta vez no necesito revisar los periódicos del país al que voy, sé todo o casi todo, no necesitaré estudiar el mapa de la ciudad, hacerme entender para pedir información.

Intento dormir, en un par de horas habré llegado.

Aeropuerto de Ezeiza, 20:00 horas. Taxi y poco después llego directamente a la casa de Nicolás, que me espera y me lleva a comer algo en el barrio, cerca del Río de la Plata.

La ciudad, me dice, ha crecido detrás de este río. Miro el río y es inmenso, con una sola orilla, parece una gran playa, se propone como un larguísimo horizonte, «mirarlo quita el dolor del higado», me dijo un día mi amiga Marcela, recuerdo.

El local, más tarde es y más se llena, los gestos son amables, pero no sometidos. Resisto el cansancio y ya hacia la una duermo, un sueño que tal vez debido a la melatonina es agotador, lleno de pensamientos, de extraños sueños.

Al día siguiente, tour cultural obligatorio: primero el Centro Cultural Borges, donde Nicolás tiene una exposición curada por mí, grandes paisajes al óleo, Anatomía del paisaje, grandes lienzos pintados, una pintura de materia, pero al mismo tiempo conceptual, poética:

«la materia nos impone sus leyes intrínsecas; nuestros presupuestos se deben someter a una lógica que ya no se puede predecir con certeza. La lógica del hacer y la del organizar se debe parafrasear. Esto es lo que genera el cuerpo de la pintura, es esto lo que elimina el acto negativo de la creación. La imagen que no podía ser prevista».

La exposición es hermosa, como es hermoso este centro comercial, está lleno de personas que van y vienen, hay al menos seis exposiciones, el arte se ha incorporado a la vida cotidiana de una ciudad, es mucho más, una atracción que encanta a la gente.

Y de allí al Malba, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. ¡No quiero irme! Nada que decir de la colección permanente, ¡perfecta! La retrospectiva dedicada a Oscar Bony: El mago (Posadas, Argentina 1941 / Buenos Aires 2002) es iluminante. Comento a Nicolás mi sorpresa ante este gran artista. Leo, de Bony: «Mi idea del mundo no es solo la representación que tengo de él como sujeto gnoseológico, sino también para los juicios de valores, por los juicios éticos. El juicio ético es la base del fenómeno del conocimiento. En consecuencia, la ética deberá ser un elemento constitutivo de la obra de arte».

Suficiente para mí hoy. Al día siguiente, aproximadamente a las 14:00, atravieso la cordillera.

Mi avión es pequeño, es víspera de Nochebuena y la gente es agresiva, prepotente, sobre todo los chilenos que viajan a mi lado; antes de partir, no funciona el aire acondicionado. Hablan en voz alta, ponen nerviosos al resto, se creen superiores. Antes no eran así, se ve que el gigante del neoliberalismo ha dejado su huella. Finalmente, el piloto se disculpa, logra recuperar el control del vuelo.

Sentimos todo el viaje, turbulencias, vacíos de aire, trato de distraerme, leer, no se puede leer, para qué decir tratar de escribir, dentro del avión finalmente hay silencio.

Llegué a Santiago cuando el reloj marcaba las 16:00. Me esperaba un amigo y su hijo, desde ese momento no paramos de hablar, hicimos pausa la noche y comenzamos de nuevo a la mañana siguiente.

Hay una sensación extraña en la ciudad, me dice, todos esperan que ocurra un terremoto de un momento a otro. Es como una psicosis colectiva, hay quienes han llenado cientos de botellas de agua, quienes han empacado todos los vasos dentro de las cajas, el resto del país acusa al Gobierno de haber fomentado esta noticia, para hacer olvidar los verdaderos problemas. Precisamente el Transantiago, por ejemplo, el nuevo servicio de transporte público que ha sacado los viejos autobuses como una moderna estrategia de transporte, pareciera haber fallado.

Me parece que estoy en Casablanca y me parece entrever a Humphrey Bogart bebiendo en los bares bajo la casa.

Anoche, fuimos a pasar Navidad en la casa de los padres de la esposa de mi amigo, Daniela. Parecía estar en otra época, un condominio de casas pequeñas, bellísimas, parecían casas de muñecas, patios pequeños, hermosos jardines, una pequeña placita donde han jugado generaciones enteras, donde crecieron todos entre parientes, las casas tenían en sus ventanas hermosos árboles de Navidad iluminados que se apagan y se encendían, parecía que había entrado dentro de un cuento de una película americana.

Por la tarde, llegan desde Milán, Marco y su hijo Duccio. Santiago Sierra (el artista español) lleva tres días encerrado en su hotel, y ayer me dijeron que quería suicidarse. En tres días más será su evento, hay expectativa, tal vez ese será el verdadero terremoto. Dentro de poco haré una pausa con mi madre y mis hermanas e iré a almorzar con ellas, así hacemos descansar los pensamientos. Espero que no haya un terremoto justo en este momento.

¡Ah! ¡Por cierto, felicidades! Ayer fue Navidad.

Es ya de mañana, me despierto con una sensación de haber exagerado con la bebida la noche anterior, pero no recuerdo si realmente sucedió o simplemente es el cansancio acumulado. Subo y bajo del avión como alguien que toma un café y, por supuesto, a un cierto punto la tensión se disfraza de cansancio. Me levanté a las nueve, el resto de la casa sigue durmiendo, me entretengo con la gata que muerde suavemente mis dedos, es gris, siamés, saltando entre los sofás.

La casa donde vivo está ubicada en pleno centro de Santiago, frente a un gran parque (El Parque Forestal), más allá una gran montaña (el Cerro Santa Lucía), está abochornado, los árboles lucen un verde extraño. En el centro del parque se encuentra el Museo de Arte Contemporáneo, pero está cerrado. Es feriado.

Leí mi horóscopo en cuanto me desperté:

«En este día, las influencias astrales resultan bastante positivas para su signo. En la esfera sentimental tendrás algunas inquietudes, pero los eventos estarán a tu favor, así es que no tendrás que preocuparse. Un consejo: mantente alerta».

Antes de ayer fue una noche muy movida, después de haber estado en el hall del hotel donde se hospedan nuestros amigos Santiago Sierra, Marco y Duccio, Ida y Claudio, los dejamos allí para descansar y terminamos cenando en el Toro, lugar top de mi generación, es difícil no encontrar ningún conocido. Sólo por la mañana me doy cuenta de que fue una noche brava. Pagué las consecuencias casi toda la mañana, luego tomé el Transantiago y llegué a la casa de Paulina y Mauricio. Su casa no parece estar en Chile, es otra cosa. Desde su terraza vemos un Santiago que no se puede ver en ninguna parte, su treceavo piso me hace pedir inmediatamente aclaraciones sobre qué hacer si se produce un terremoto: ¿se arroja directamente al vacío? ¿Escapas por las escaleras? Nada, me dice, o esperas que pase, o mueres con el edificio de muerte espectacular.

La noche, por otro lado, se presenta movida, pero por otro tipo de movimiento, otro terremoto aflige Santiago y se mueve con arte, poniendo en juego lo real. Más de doscientos cincuenta peruanos clandestinos sentados en una platea en cuyo escenario subieron quince personajes que representaban el Chile de hoy, ministros, premios nacionales, críticos, periodistas que se encontraron frente a una platea quieta, impasible, paralizada, que miraba en la cara al poder. Los personajes que aparecían uno tras otro después de caminar por un largo y estrecho pasillo / pasarela entraban de cuajo ante la platea, como frente a un horno, que quema.

En Chile, los peruanos son como los africanos en Italia. La inmigración parece ser la herida abierta que hace desangrar el bienestar diario de las sociedades capitalistas.

He visto salir de este túnel una por una a estas personalidades, una profunda inquietud, malestar, incredulidad, este es el resultado, esta es la obra.

También mi noche fue movida, un tira y afloja, de cosas que suceden, que se cuentan, que piensas en silencio. Sucedieron demasiadas cosas en tan poco tiempo: el 24 de diciembre, el día de mi llegada, el hijo de Cristian Warnken, un poeta que fue uno de mis mejores amigos, cayó a la piscina, se ahogó, murió a los tres años, mientras la ciudad esperaba la Navidad.

Es de noche, me gustaría dormir dos días, pero mañana otra provocación de Santiago Sierra despertará a Santiago.

Llora por ti tu jardín, que siempre insistías en llamar «mi jardín». Llora el intruso gato blanco y negro, que merodeaba por las tardes y que tú llamabas mi gato amigo. Llora el cerro Manquehue, que veías desde la ventana de tu pieza. Llora la Plaza Almirante Acevedo, alrededor de la cual corrías una y otra vez, como un Forrest Gump de tres años. Llora la montaña del camino de La Pirámide, destrozada por la construcción de autopistas y a la que le decías "pobre montaña”. Llora tu nana, a la que llamabas «mi reina», «mi Karencita hermosa», piropero precoz.

Lloran las fuentes de agua, ante las que te quedabas en éxtasis mirando caer el agua, el agua que te asombró más que nada en el mundo, el agua de los ríos, el agua de las llaves de agua de la casa, que abrías sin cesar, el agua del mar, oh, tu locura por el agua, Clemente, toda el agua del mundo llora por ti, y mana en nuestras lágrimas,

escribió Cristian al día siguiente.

Es difícil recuperarse de todo este dolor. En estos días de fiesta, de fin de año no podemos dejar de pensar una y tantas veces durante el día en nuestro querido amigo, a su inmenso dolor, y a Clemente, de tres pequeños años que se ha ido tan pronto.

Suceden demasiadas cosas aquí y todas juntas. El día está compuesto por muchos eventos, que casi no se alcanza a saber lo que sucede en el mundo. Supe después de dos días del asesinato de Benazir Bhutto. De Italia no sé absolutamente nada y los amigos tampoco me ayudan, ni un mensaje, ni un saludo. Este final del año quedará marcado por esto, en plena época de las comunicaciones, la incomunicación reina.

Ayer asistimos a la última performance que realiza en Chile Santiago Sierra. Un gran cobertizo rodeado de pequeños parlantes, un público joven, alrededor de unas trescientas personas que vienen expulsadas a través de un mecanismo sonoro usado normalmente por los aparatos represivos para expulsar a los jóvenes de las manifestaciones. Adultos el título y quien no lo era se iba como quien del paraíso, donde, de todas maneras, un paraíso no había.

Hoy es sábado en Santiago, el último sábado del mes, mi día querría, necesita tranquilidad, iré a cenar a un lugar cercano, huésped de otro amigo poeta que no veo de años, el taxi vendrá por mí a las 20.30. Por la tarde visitaré un estudio, llamaré a mi madre, pensaré.

La montaña histórica del centro de Santiago, el Cerro Santa Lucía, se me muestra en todo su esplendor, su árida vegetación de un verde más cercano al marrón que al verde, una montaña cercana, en pleno centro, como si fuera el corazón de la capital, «tan pecador de noche, tan inocente de día». El día está caluroso, pero un calor seco, que arde implacablemente sin hacérnoslo sentir, la gata exhausta de jugar descansa en el scheslong.

Desde hace un par de horas que yo soy un hombre nuevo, después de tanto estrés me permití ir a una sauna muy antigua, Miraflores, a pocos pasos de casa, me enjabonaron, masajearon, limpiaron, quitaron las toxinas, era justo lo que necesitaba.

Anoche nos fuimos a un pueblo cerca de Colina, lo recuerdo cuando era pequeño, me llevaban a las termas, en Colina vive Santiago y su pareja Keit, Santiago es uno de mis amigos históricos y además también un poeta, Keit es una pintora y es inglesa. Viven en el campo, ese campo chileno que casi había olvidado, cruzamos caminos de tierra, manadas de animales pastando, inmensos senderos de plantaciones de viñas, pasamos cerca de campesinos a caballo, huasos, que nos indicaron dónde vivía Santiago. Finalmente llegamos Pía, Perla y yo, nos dejamos abrazar por la cordialidad, la emoción, de aquel cielo constelado de estrellas que en Santiago no se ven, el aire puro.

Inmediatamente después de los olores, los paisajes me parecieron muy familiares.

Nuestra llegada terminó alrededor de las tres y media de la mañana, el alcohol y más hicieron el resto, la mañana siguiente estaba destruido. Entonces tomé medidas. Agua mineral y sauna, una panacea.

Pasado mañana es Año Nuevo, termina el 2007. De vez en cuando sería necesario tomarse una pausa y volver atrás para comprender lo que hicimos bien y cuándo nos hemos equivocado, de vez en cuando deberíamos tener la necesidad de recordar, retener esos momentos que nada ni nadie podrá jamás quitarnos.

Del resto de la comitiva no sé nada, hoy en el periódico está la crónica de los eventos firmados por Santiago Sierra, yo en un momento más iré a informarme sobre cómo llegar a Valparaíso, esperamos que en el autobús haya un lugar libre, mañana por la mañana

En Santiago de vez en cuando se usa desayunar todos juntos y hoy es la ocasión para hacerlo, es el último día del año y hace que nos levantamos más temprano de lo normal, alrededor de las 10, Daniela, Patrick y su hijo Thomas, a quien le robo la cama cuando estoy en Santiago. Está la señora que pone la casa en orden, y la casa se prepara para celebrar. Es un hermoso día. Salgo a las dieciséis, llegaré a las dieciocho. Valparaíso nunca como ahora se me presenta sin preocupaciones, en completa serenidad. Me entusiasma el hecho que aquí hay euforia de fiesta, yo tomo mis cosas y parto.

Allí las casas se levantan una encima de la otra, crecen como en un delirio. Hay que tomar el ascensor y llegar a donde vas, donde viejos amigos harán la fiesta para ti, fiesta para ellos, fiesta callejera, en el mar, a lo largo del mar, en casas cercanas al cielo, más que las de Santiago.

Curiosamente, Santiago hoy nos aparece con el cielo limpio, no hay indicios de smog, se entreven las montañas, los árboles parece que alguien los hubiera lavado, serán los rayos del sol los que reflejarán y envían su eco. Los periódicos hoy dan el balance del año, cuentan cómo Spencer Tunick antes y la compañía francesa de teatro callejero Royal de Luxe hicieron de una obra un evento extraordinario, cambiaron el horizonte a través de una "reunión urbana" en un Santiago reacio a apropiarse de sus propios espacios. Durante cuatro intensos días, me cuentan, la "pequeña gigante", la muñeca de siete metros (y una tonelada de peso) que recorrió el centro de Santiago y se puso a dormir en cualquier lugar y caminó por las calles perseguida por la gente, grandes y viejos, pequeños, niñas y niños, gente de todos los estratos sociales; un espectáculo de quinientos mil espectadores, algunos le trajeron regalos, regalos de simplicidad, de la fábula que nadie querría terminara nunca (era impensable esta respuesta popular, nunca habría pensado que marcaría tanto a la gente, iba en vuelo de París a Roma, cuando Claudia me habló del proyecto, hoy hecho realidad, y llevado a término).

Mientras estamos en la mesa, Thomas aprende a sumar, lo hace con los dedos, uno, dos, tres, diez más siete diecisiete, cuando lo consigue, se alegra, lo que acaba de aprender no lo olvidará nunca más, me da gusto haber compartido este, su momento. Intento recordar el momento en el cual lo aprendí yo. No lo recuerdo, tal vez ha pasado demasiado tiempo.

17.30 del sábado 5 de enero de 2008, habría podido hacer muchas cosas a esta hora, Santiago propone muchos eventos, habría podido haber asistido al monólogo en español que hoy interpreta el director italiano Pippo del Bono en el teatro / Cine Alameda , o ir y ver una de las proyecciones gratuitas de cine argentino en el Centro Cultural La Moneda, en pleno centro, justo debajo, en el lugar donde murió Salvador Allende hace más de treinta años; habría podido encontrarme con la manifestación de los "mapuches", indígenas del sur que protestaban por el asesinato de uno de ellos el día anterior; habría podido ir a visitar a mi madre, a una de mis hermanas, a alguna amiga, que de lo contrario no vería, pero no lo logré, el calor es más fuerte que mis deseos, 38 grados a la sombra, razón por la cual me quedo en casa.

Regresé el 2 de Valparaíso, allí pasé la media noche entre el año viejo y el nuevo. Partí a las 16 de Santiago, bajé del autobús alrededor de las 18, cientos de personas paseaban por las plazas esperando para tomar el mejor lugar para ver el espectáculo, para saludar el año que viene.

Subí al ascensor Turri, llegué arriba, abriéndome paso entre la multitud. Logré llegar incólume a la puerta que esperaba mi arribo. Era increíble mirar desde el balcón las masas que esperaban, familias enteras que esperaban acampadas ahí todo el día, cuidando celosamente su lugar en la primera fila en una gran terraza panorámica, sofás, sillones, llevados allí no se sabe cómo, muchas parejas; Chile está lleno de enamorados, parejas que se besan por todas partes.

Finalmente llegó la hora D, ¡llegó la medianoche!! El cielo se llenó de un espectáculo maravilloso, parecía un ataque al cosmos, un gran angular de espirales y estrellas que nos estallaban al frente, llenando de alegría a los más pequeños, y no solo a ellos, les aseguro que es la explosión pirotécnica más hermosa que he visto. Después de media hora de fuegos artificiales la música, una orquesta cercana comenzó a tocar. La gente bailaba en las casas, en las terrazas, en los jardines, por las escaleras, se bailaba por todas partes, así hasta el amanecer.

Me acosté un poco antes que los demás invitados, pero antes de ir a la cama, por otro lado, parecía que la orquesta estaba tocando aquí mismo - me detuve en el salón de la casa de Francisca que me hospedaba, para disfrutar de la visión del puerto, pensé que nunca había presenciado una visión como esta, nada de lo conocido había tenido una visión similar, me dormí pensando en esto.

Al día siguiente, Claudia y yo hicimos un maravilloso paseo por el borde del mar, el olor del océano es muy fuerte, muy fuerte las olas, las caras. Almorzamos junto al mar, entre la gente común, Ximena y dos de sus hijos se unieron a nosotros, pequeños soles.

En Valparaíso, las casas crecen una sobre otra en medio de montañas muy altas y las casas están pintadas en muchos colores, cada una a su manera, cada una de un color diferente, pareciera que un niño se haya divertido a pensarla, a construirla.

Claudia nació aquí y vivió aquí hasta que se fue al exilio en 1974. Hoy ha regresado, me cuenta que duerme en la misma habitación que tenía cuando era niña, igual que su hermano. Estoy contento de haber llegado hasta aquí, de haber vivido estos emotivos momentos bajo este cielo, este litoral de luces que lentamente comienza a apagarse, como un espejismo.

Al día siguiente, leí atentamente los periódicos locales, la situación que veo no es nada alentadora, de hecho, esta mañana hubo un cambio de ministros, hay quienes entran y quienes se van, sin embargo, queda un olor a intolerancia general y lo lamento; el hecho de haber elegido una presidenta como Michelle Bachelet parecía una esperanza, una actitud diferente hacia las instituciones, en cambio continúa una constante desconfianza, me dice Thomas (quien dirige un programa en la radio más escuchada de Chile, Radio Bio-Bio), cuando lo interrogo.

Ayer, antes de ir a almorzar con mi madre, encontré a un grupo de artistas muy jóvenes en sus talleres, quienes me mostraron su trabajo, fue una bomba de energía. Tanto talento, fue un encuentro muy energético.

Salí de Chile a mediodía del miércoles 9 de enero, hacía mucho calor y en la noche de despedidas no era menos en absoluto. Una treintena de amigos a festejarme. Fue realmente muy lindo encontrarlos a todos de nuevo. Mi hermana era la más feliz de todos; todos la abrazaban, estaban casi emocionados de su existencia. La terraza panorámica de Paulina y Mauricio era el mejor escenario para terminar el drama. Recuerdo a Marcela y Felipe, Tokori y Veronica, Jorge y Jorgito, Coka, Ximena y Claudia, Sebastian, Manuela y Manu, Daniela, mi hermana Isabel y su esposo Pablo, Demian y Yael (y es un ejercicio agotador lo que hago recordando los nombres).

En Buenos Aires la humedad se corta con cuchillo, dicen que se trata de un calor brasileño, 34 grados a la sombra, 50% de humedad, y no digo más. He tenido sueño todo el día, la gente está en las casas o no sé dónde, pero no están, saldrán solo tarde por la noche, de lo contrario se mueren.

Aquí soy huésped de un grupo llamado erroristas, pero no están, volverán solo mañana.

Estos jóvenes artistas han sido los primeros en organizar a las Funas, actos de denuncia frente a la casa de torturadores y asesinos que todavía tienen libertad para actuar, como simples ciudadanos. Se reúne frente a sus casas y se cuenta al vecindario, a través de folletos, carteles, escritos en sus muros, que allí, en ese preciso lugar, vive un criminal, todavía inmune de pagar sus deudas con la sociedad actual.

La casa que me recibe es de varios pisos, también tiene una gran terraza, pero me encuentro aquí completamente solo.

Apenas llegué traté de combatir la humedad. Abrí ventanas, encendí ventiladores, mojé todo a mi alrededor. Pero en vano: tuve que rendirme a esta provocante humedad. Salí por la noche a comprar algo para beber, me impresionó mucho ver familias enteras recolectando en la basura, vidrios, papel y metales, son las víctimas de la época del "Corralito", una estafa del gobierno que afectó a la clase media y los pobres de toda Argentina. Hoy, Argentina está luchando por recuperarse, saliendo de la crisis sobre todo por el deseo común de superarla, de seguir adelante, incluso a través de la recolección de la basura.

Al día siguiente, tranquilidad, aprovechando el buen tiempo después de la tormenta del día anterior, cenamos en la terraza, cociné para una docena de personas, artistas, poetas, actores, además de ellos había un amigo fotógrafo italiano, quien ha escogido vivir la mitad del año aquí y mitad en Roma, Valerio, también vino Fiore, una directora de cine italiana que está de visita.

Después de la cena, improvisamos una «tertulia» y cada uno de nosotros leyó sus propios textos, fue realmente emocionante, estimulante, emotivo.

De todas maneras, es evidente que este país ha sufrido tanto, es indudable su capacidad de adaptar al conocimiento el dolor, la conciencia de la memoria, la capacidad de comprender las vías de fuga, de tocar el dolor para salir de él y en esto, seguramente, entra en juego el papel relevante del psicoanálisis; se dice que un número importante de argentinos tiene un psicoanalista, desde muy jóvenes y por años de años. Esto demuestra una ventaja, una madurez sólida, una capacidad cultural anormal, sistemática y con visión de futuro: conocerse uno mismo para luego conocer al otro.

Mis amigos han hecho parte un tiempo del grupo Hijos, víctimas de la feroz dictadura que ha visto desaparecer a casi toda una generación, y su rabia se siente, son parte de grupos de resistencia, haciéndose sentir a través de una actitud de desorden y anarquía, típica de su generación, como lo son los hijos.

Qué historia la historia del hombre. A la atracción por él se agrega el desprecio hacia él: el odio, el amor, la ferocidad, la ternura, la compasión, la indiferencia, el disgusto, la amistad, el resentimiento, el desprecio, la falta, la intolerancia.

Saber que no podríamos vivir sin él y para él, que, de todas maneras, al mismo tiempo él, somos nosotros mismos proyectándonos en la vida.

Es la noche del 11 de enero, hay un tremendo caos en el aeropuerto de Buenos Aires, dos mil personas se quedaron literalmente en tierra. Aerolíneas Argentina está en huelga, Iberia una vez más vendió a otro mi asiento en el avión, me asignaron un taxi y un hotel al lado del obelisco. Y aquí estoy de nuevo disfrutando de estos importantísimos hoteles. Me quedaré aquí esperando mi vuelo. Ceno en el comedor, me bebo este vino y el otro. Saldré mañana, alrededor de las 16:00.

Jet-lag

Hora 04.37 del 14 de enero de 2008. Aprovecho la falta de somnolencia para hacerme un resumen de lo que ha significado para mí este viaje. Nunca he visitado a tantas familias como en esta oportunidad, y cuando hablo de familias, hablo de un núcleo de mínimo de tres personas, padres e hijos. Pasé la Nochebuena en la casa de los padres de Daniela, fui huésped de Daniela, Patrick y su hijo Thomas. Vi a mi madre en Navidad en la casa de mi sobrina Gabriela y su pareja, junto a su hija recién nacida. Tomé un té en la casa de Costanza, que cuidaba del pequeño Adrian. Fui a pasar Año Nuevo a Valparaíso en la Casa de Marta y Giovanni, de Marco y Claudia, estaban también Raúl y Donata y sus hijas, Maura y Martina, la última con su novio y su primera hija. Al día siguiente, con Claudia, fuimos a almorzar al puerto, se nos unió Ximena y dos de sus hijos. A menudo, en nuestras salidas, estaban Guillermo y su novia junto a un pequeño. Salí fuera de Santiago para visitar a mi amigo Elordi, junto a Pía y Perla, y nos llevó en auto el hijo mayor de Pía. El hecho que más me impactó fue la muerte accidental en la víspera de Nochebuena, del hijo de mi amigo Cristian. Estuve, en fin, en Buenos Aires, huésped de Federico y Loreto, que anteriormente formaban parte del grupo activista Hijos.

Aprendí una nueva palabra, activistas (tal vez me gusta más que la palabra artistas).

Tomé en total seis aviones y volé el cielo de la mitad del mundo. Vi dos océanos y hablé siempre el mismo idioma.

Vi a dos ministros, una astróloga, una conductora de radio (fui entrevistado), varios críticos de arte, actrices, profesores universitarios. Al salir de mi casa me encontré de frente con el escritor más importante de Chile. No tuve problemas, ni los provoqué tampoco.

Tuve a disposición todo el tiempo un celular local.

No comí muy bien, en compensación disfruté el paisaje, la frescura de la noche.

No me sentí nunca incómodo ni odiado. Yo tampoco lo hice. Esperé en vano un terremoto.

Perdí en total dos aviones. Me alojé en dos hoteles de lujo. Estuve entre el cielo y en las nubes al menos por 48 horas. En dieciocho casas. En varios restaurantes. Al contrario de la comida, bebí muy bien. Muchas veces estuve bien acompañado.

Escribí una especie de diario, ni siquiera yo sé por qué. Tal vez para llenar un vacío, para ordenarme, tal vez.

Very much for this...