España se encamina hacia una división política como nunca antes había vivido. Las próximas elecciones generales, que se celebrarán el 28 de abril, arrojan más incertidumbre si cabe sobre la ya frágil estabilidad parlamentaria del Congreso de los Diputados. Si las encuestas no se equivocan, de la votación saldrá un ganador, el PSOE, pero ningún gobierno claro ni con mayoría suficiente.

Según los últimos sondeos, los socialistas serán la formación política más votada, con entre un 26% y un 28% de la intención de voto. Le seguiría el Partido Popular (PP), con cerca de un 20%, y Ciudadanos, al que las encuestas le dan entre un 15 y un 18% de los votos. Los dos partidos más al extremo, por la izquierda Podemos, y por la derecha el recién llegado Vox, rondarían el 13%.

No se vaticinan mayorías suficientes ni a un lado del centro ni a otro, con un voto muy fragmentado y ajustado. Los años del bipartidismo murieron, de eso nadie tiene ya duda, pero la entrada en el escenario político de las nuevas formaciones abre otras incógnitas muy importantes. ¿Vale todo para gobernar?

Los dos partidos históricos, PP y PSOE, se enfrentan a decisiones de calado si pretenden formar gobiernos de coalición. Por un lado, los socialistas han gobernado desde 2018, cuando ganaron la moción de censura contra el gobierno del PP, con el apoyo parlamentario de los independentistas vascos y catalanes. De sobra es conocido, y esta autora ha escrito sobre ello, el desafío soberanista que los independentistas de Cataluña han planteado al Estado español, y que aún está en vías de resolverse judicial y políticamente. La acción de gobierno en esta corta legislatura no ha sido fácil, incluso se diría que infernal, en ocasiones. Repetir la coalición o no, es un debate que aún enciende los ánimos en la sede de Ferraz. Muchos españoles se preguntan si se puede gobernar junto a los que no solo quieren irse, sino que también han puesto el mismísimo sistema contra las cuerdas.

Por su parte, el PP ha visto como una fuerza de extrema derecha llamada Vox ha irrumpido para ganar parte de su espacio político y poner en el debate social cuestiones que ni el ala más dura del partido se había atrevido a exponer. Un partido, Vox, que defiende la privatización total de la educación y de la Sanidad pública, que pretende acabar con la Ley contra la Violencia de Género y que incluso ha defendido la posesión de armas y la legitimidad de disparar contra «criminales». El PP gobierna en la región de Andalucía con este partido que sin complejos lanza día sí y otro también un discurso xenófobo y machista como no se había escuchado hace mucho tiempo en España. Un discurso que roza, en ocasiones, el ridículo. Pero, ¿puede trasladar este pacto al terreno nacional? Sus colegas europeos ya le han advertido de que existen ciertas líneas rojas que no se deben cruzar ni siquiera para conseguir gobernar.

Las encuestas indican que cerca de un 25% de los votantes aún no ha decidido el nombre de su papeleta. Y la abstención será otro dato a tener en cuenta. Lo cierto es que España se enfrenta a las que probablemente sean las elecciones generales más importantes de su corta pero agitada vida democrática. Después de casi cinco años sin estabilidad política alguna, con tres elecciones en un corto espacio de tiempo, cuando la economía parece que quiere alzar el vuelo y cuando la sociedad empieza a entender que nos la jugamos, uno duda de si los políticos de este país darán la talla. O si volverán a escenificar lo peor de una sociedad que quiere verse reflejada en ellos, pero cuyo espejo le devuelve una imagen atroz.