En esta segunda década del siglo XXI estamos viviendo realidades inimaginadas en el pasado y solo recreadas por la ciencia ficción en novelas, series y películas que mostraban seres humanos conectados a máquinas, comunicados a través de pantallas y rodeados de aparatos que parecían del otro mundo. Por supuesto, en la realidad del futuro hay una importante presencia de robots, útiles para las labores cotidianas y laborales; así como para la aplicación de las decisiones de los gobiernos con alta participación de las corporaciones.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o ¿será que la ficción es un anticipo de la realidad cotidiana? Hay quienes dicen que la verdad se oculta de manera visible, por ejemplo en imágenes que creemos fantasía o ficción por lo que las consideramos imposibles, aunque son reales.

Es que estamos en un momento de la humanidad en que son posibles situaciones como las de 1984, la novela de Orwell, con el gran hermano presente en las pantallas y observador que en la actualidad inspira concursos de televisión que ganan audiencia, mientras normalizan la vigilancia a través de cámaras que paulatinamente trascienden la pantalla para se parte de la realidad cotidiana de este siglo XXI.

Ahora estamos atravesando cambios de escenario a una velocidad de vértigo, en especial para las generaciones que nacimos y crecimos en el siglo pasado, en las que apenas logramos enterarnos del funcionamiento de todo lo nuevo que llega a nuestras vidas. Todo está cambiando con una realidad en la que los “aparatos”, como los teléfonos celulares o móviles y las pantallas de todo tipo, modifican la forma de vernos, sentirnos, comunicarnos y relacionarnos.

Todo cambia1, pero no como la canción de Mercedes Sosa, sino como el Cambalache2 de Gardel. Pasamos de un siglo a otro con cambios que se aceleraron a partir del 2020, con un ritmo trepidante en el que apenas nos damos cuenta de la transformación que estamos transitando. Aunque no seamos plenamente conscientes de lo que está pasando, nuestras acciones y decisiones cotidianas son o serán diferentes para adaptarse a la realidad que está mutando.

Sabemos que los cambios de época vienen acompañados de transformaciones científicas, tecnológicas, políticas, culturales y sociales, que muchas veces superan nuestra capacidad de comprensión por el rápido ritmo con el que suceden. También en ello incide la influencia externa en la toma de decisiones sobre los cambios, que apenas conocemos porque estamos en una cotidianidad de supervivencia que pocas veces permite ir más allá de lo aparente.

Los cambios más evidentes se observan en la evolución de la tecnología que ha transformado las relaciones entre los seres humanos, por ejemplo, con la comunicación a través de pantallas y redes sociales que sustituyen la presencia física para conocerse y reconocerse como parte de un grupo. Esos cambios se reflejan en el mundo del trabajo, cada vez más aislado y ajeno a las imágenes de presencia en líneas de producción del pasado.

Más allá de lo evidente, hay otros cambios profundos que transitamos por la evolución y revolución tecnológica en aspectos sutiles como la ingeniería social, con un mayor impacto en la creación de realidades que apenas imaginamos.

El término ingeniería viene del latín ingenium, por el ingenio que implica diseñar, construir y producir estructuras que sostienen obras como carreteras, puentes, edificios y similares. Con el desarrollo tecnológico, el uso de la ingeniería se extendió a distintas ramas del conocimiento, como la informática, telecomunicaciones, sistemas y también para modificar o crear realidades incidiendo en la sociedad.

¡Claro! Pensábamos que la ingeniería solo se emplea en la construcción y diseño de estructuras físicas, sin imaginar que alcanza aspectos sutiles de la realidad social. Sin embargo, cuando el término ingeniería se combina con la sociedad, se refiere a la utilización de instrumentos para incidir en el comportamiento colectivo, desde grupos pequeños hasta sociedades amplias, como empresas, países, regiones y acciones globales.

Un aspecto clave en el desarrollo e impacto de la ingeniería social es la utilización de medios de comunicación que expanden y amplifican los mensajes que recibe el público, como la música utilizada en los comercios para estimular el deseo de comprar o las imágenes publicitarias con elementos sutiles que activan determinados comportamientos. Por ejemplo, envases o productos con curvas seductoras, imágenes sensuales y publicidad con sonidos estimulantes.

La ingeniería social tiene un amplio ámbito de aplicación, como su uso para la venta de productos, pero también es una potente herramienta utilizada en la creación o intervención de la realidad. Esto se puede ver con claridad en dos ámbitos: personal o individual y la acción colectiva o social.

La primera puede ser más reconocida porque se utiliza para confundir y sacar provecho de las personas, haciéndolas vulnerables, por ejemplo, con el uso de la tecnología. Una llamada telefónica, un correo electrónico con un anexo o un mensaje por redes sociales pueden ser el inicio de una práctica diseñada, calculada y puesta en marcha para confundir creando confianza que se torna en un robo o una estafa.

De hecho, existe un lenguaje para hablar de los cada vez más presentes casos de intrusión, timos y estafas realizadas con ingeniería social. Así es como el uso de la tecnología, con las habilidades de manipulación para utilizar la comunicación digital, da origen al “phishing”, que son los mensajes a través de medios electrónicos para acceder a datos personales rompiendo las claves y seguridades para robar identidades. Es algo parecido a la pesca (fishing en inglés), que expresa la posibilidad de que la persona caiga en la trampa o literalmente en la red para atraparle obteniendo sus datos bancarios o crediticios.

También está el “vishing”, una ingeniosa mezcla entre voz y pesca en inglés (voice phishing), que son las llamadas telefónicas, esas que evitamos más por cansancio que por desconfianza, con técnicas de ingeniería social para camuflar en trampas y engaños, en las que muchas víctimas son personas mayores o ingenuas que desconocen el peligro de estas acciones. La mayoría de las veces las llamadas que ofrecen asistencia técnica, mejoras en un servicio o reducción de precios en un producto, para lo que hay que entregar los datos personales y bancarios.

La lista es tan diversa como las herramientas de ingeniería social que las desarrollan y los nombres con los que se conocen estos timos; como los “smishing”, que son mensajes de texto que solicitan datos para abrir sesiones en internet, o el “pretexting” que es un clásico engaño a través de historias para obtener información personal.

Es curioso cómo al aumentar el acceso a la información, aumenta la posibilidad de ser engañados. Cuanto más conectados estamos, más vulnerables somos y entre más redes tenemos, más cuidados nos debemos tener.

Resulta contradictoria la gran desinformación que tenemos en plena era de la información. Porque, aunque parezca que tenemos acceso a lo que queremos y que sabemos de todo, también somos más vulnerables a la manipulación a través de mensajes que no solo nos afectan a nivel personal.

Tal es el caso de las noticias falsas, “fake news”, que circulan en las redes y que tienen la capacidad de crear movimientos o acciones colectivas de gran impacto. Tal fue el caso de la invasión extraterrestre relatada por Orson Welles en 1938, quien adaptó un guion basado en La guerra de los mundos —obra del novelista inglés H. G. Wells— causando pánico entre quienes escucharon tal relato como algo real.

Imagínate si eso sucedió hasta casi un siglo, como será en este tiempo en que es casi imposible discernir cuál es la verdad en esta realidad llena de redes, medios y mensajes opuestos, contradictorios.

Es muy complejo saber cuál es la realidad y quién dice la verdad, no solo porque hay muchas verdades, sino porque también están los intereses de quienes emiten mensajes, así como de aquellos que se atribuyen ser los verificadores de los relatos.

Quizás una buena forma de saber cuáles son los intereses detrás de una intervención de ingeniería social, es preguntarse a quién le beneficia el mensaje o cuál es el origen de los fondos que financian las campañas de comunicación masivas que son similares en todos los lugares del mundo.

Si bien la globalización ha dado más acceso a las noticias del mundo, también es cierto que la interconexión puede ser tan beneficiosa como maliciosa. Todo depende del medio de difusión, sus dueños, el mensaje que contiene y el uso que le demos.

En un mundo globalizado, en donde las redes tienen tanto protagonismo en nuestras vidas, somos bastante más vulnerables de lo que imaginamos. De hecho, el imaginario del mundo que habitamos puede ser construido por las grandes corporaciones que controlan los medios de comunicación, el acceso a la tecnología, las industrias alimentarias y militares, la banca y finanzas, así como prácticamente todos los sectores que gestionan la economía global.

Por eso se dice que la ingeniería social masiva es una herramienta de poder que puede incidir en las dinámicas sociales, políticas, culturales y económicas que conforman la realidad. Es decir, pueden crear realidades basadas en la manipulación para obtener objetivos preestablecidos que van más allá del bien común, centrándose en beneficios particulares.

En este contexto se movilizan emociones que desequilibran al ser humano, como el miedo, que al ser una emoción primaria crea un estado de vulnerabilidad, que baja la capacidad crítica o reflexiva para la toma de decisiones y por ende de acciones a seguir.

Esto lo analiza Naomi Klein en La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, libro que estudia la democracia de mercado, cuando describe los experimentos y situaciones en los que los seres humanos perdemos el libre albedrío por efectos del miedo y pasamos a depender de decisiones externas, casi como si volviéramos a la infancia.

Los mismos mensajes, la repetición de frases e imágenes crean realidades que moldean o inducen al colectivo hacia una misma acción. Lo hemos vivido en muchas situaciones, si buscas en tus recuerdos, es posible que te vengan recuerdos de momentos colectivos de confusión que has vivido y que luego has dicho: si lo hubiera sabido o pensado, quizás habría actuado de otra forma.

Son muchas las situaciones y temas en los que la ingeniería social actúa. Y si a esto le sumamos los avances con el desarrollo de la Inteligencia Artificial, estamos ad portas de cambios muy profundos en el devenir de la humanidad, más que en la revolución industrial.

Ya estamos siendo parte de esos cambios, con los algoritmos que definen lo que vemos y escuchamos, las pantallas que siguen nuestros pasos, las huellas digitales que muestran lo que consumimos y hacemos cuando utilizamos las tarjetas que creemos que nos dan la libertad, aunque quizás ocultan otra realidad.

Hay puntos comunes que nos ayudan a activar alertas para evitar caer en la manipulación que incide en nuestra capacidad de acción. Es muy importante mantener y resguardar el libre albedrío, o dicho de otra forma, para proteger la toma de decisiones informadas. Para ello hemos de contrastar la información, agudizar el sentido crítico para desvelar lo que ocultan los ofrecimientos de un supuesto bienestar usado más para captar nuestra atención que para mejorar la calidad de vida personal y colectiva.

Hemos de recordar que los mensajes moldean la percepción, el comportamiento y las decisiones que tomamos, tanto a nivel personal como colectivo. Comprender la situación actual es muy importante, porque en este tiempo se está definiendo el futuro de la humanidad, en un mundo que puede ser tan distópico como 1984 o tan utópico como la salida de Truman del Show que consideraba su única y verdadera realidad.

Finalmente, solo puedo agregar que la ingeniería social ha sido tan exitosa que en estos tiempos hay temas que es difícil tratar, hay polarización, radicalización y desconfianza. Eso duele porque nos aleja de la esencia que somos y de muchos seres que amamos, solo por las diferencias al ver la realidad. Es triste que cuando más unidos deberíamos estar, resulta que más separados nos encontramos. Ante eso, solo nos queda el amor, ese que libera a Truman e invita a seguir abrazándonos a pesar de las diferencias.

Notas

1 Todo cambia: música y letra de Julio Numhauser.
1 Cambalache: música y letra de Enrique Santos Discépolo.