Todavía no nace este Foro para el Progreso y Desarrollo de América Latina, y ya genera polémica, sobre todo en Chile, como si fuera un tema más de política interna, y materia de pugna entre oposición y Gobierno, y no una iniciativa internacional regional. La promueven Colombia y Chile, y en Santiago, precisamente, a partir del 22 de marzo en curso, se busca su materialización y comienzo de las actividades. La iniciativa expresa, según lo han declarado sus impulsores,

«mejorar la coordinación, cooperación e integración regional, libre de ideologías, abierto a todos, y cien por ciento comprometida con la democracia».

Se ha invitado a todos los países Sudamericanos, sin embargo, se espera concurran sólo los Presidentes de Colombia, Argentina, Brasil, Ecuador, Paraguay y Perú. México estará ausente, y tampoco Uruguay asistirá, aunque tal vez lo haga una delegación. Venezuela, por su particular situación y reconocimiento al presidente encargado por los países convocantes, no ha sido invitada, si bien representantes de Guaidó seguramente lo serán.

Es la comprobación de que, todavía, no hay un consenso regional para dicha iniciativa. Se asegura, que es sólo una instancia de coordinación, no ideologizada, que no reemplaza ningún otro organismo regional ni proceso de integración existente. Se afirma que no será burocrático ni tampoco contará con sede exclusiva, ni funcionarios permanentes, ni aportes significativos. Justamente para diferenciarlo que tantos otros que abundan en Latinoamérica, y que se encuentran en diferentes etapas en sus propósitos más importantes, aunque todos todavía lejos de los fines para los que se crearon, hace ya bastante tiempo algunos.

De igual manera se ha dicho por sus proponentes que esta nueva instancia busca procurar avanzar en precisamente en aquellos objetivos que no se han cumplido, por diferentes razones económicas o políticas, y que se encuentran todavía pendientes de alcanzar, o que ya es claro que nunca se lograrán. De la misma manera, se ha indicado que esta nueva instancia, podría ocuparse de recientes problemas que aquejan la Región, como las migraciones, el narcotráfico, la corrupción, la criminalidad, y otros parecidos. El caso más emblemático de carencia de resultados, lo constituye el Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas), hoy prácticamente inoperante, donde casi todos sus miembros se han retirado o dejado de participar, y sólo la alientan, más formalmente que de manera real, Surinam, Bolivia (su presidente pro tempore) y Venezuela, su creador político y principal sostenedor financiero. Hoy absolutamente impedido de continuar haciéndolo. Bolivia se ha ofrecido como nueva Sede, en reemplazo de la sumamente costosa en Ecuador, que su presidente ha decretado que no hará ningún aporte futuro, y que debería destinarse a otros propósitos. Es decir, sin sede y sin secretario ejecutivo desde hace años, Unasur está condenada a desaparecer.

Sin embargo, buena parte de las críticas a Prosur por ciertos sectores nostálgicos de Unasur han mantenido la vinculación entre sí, de ambas instancias, y sostenido sus críticas en que no se debiera eliminar Unasur para reemplazarlo por Prosur, como si uno fuese la continuación del otro. En verdad resulta más un pretexto que una realidad. Unasur de hecho ya no tiene viabilidad, y no por decisión de quienes apoyan Prosur, ni éste ha sido ideado con dicho propósito. Lamentablemente, ni Chile ni Colombia, sus principales impulsores, han logrado separar ambos y dejarlos que discurran por vías independientes, terminando con uno y creando el otro. Se ha instalado la vinculación, y resultará sumamente difícil destrabarla. No cabe duda, además, que el tema Venezuela también está presente e igualmente lo relacionan, por los que de manera directa o indirecta todavía apoyan el régimen de Maduro, pues no desean que se cree una instancia permanente que haga duradera su oposición y recuerden su fracaso.

Tal vez no se han considerado claramente los variados elementos que condicionan la creación de PROSUR, por sobre sus propósitos que parecen deseables y oportunos. Está claro que todo esto se inscribe mucho más en el campo de la división política regional, que en el análisis técnico de funcionamiento de tantos y tantos organismos o procesos de integración regional en funcionamiento, incompletos o precarios, pero que subsisten y que resulta sumamente difícil eliminar o reorientar. Durante sus muchos años de vigencia, se ha creado una suma de intereses de tal magnitud, que impiden su desaparición, por inoperantes que se hayan transformado buena parte de estos procesos, o por sólo alcanzar de manera parcial, y a veces, casi sin logros, sus objetivos originales. Corresponden a una era iniciada en los años sesenta y que basaron su inspiración en la experiencia europea y su institucionalidad creada en el Tratado de Roma de 1957.

Es así como en los años sesenta, se crea la ALALC y en los ochenta, la ALADI que reforma la anterior y le otorga el andamiaje jurídico a la integración, en particular, con los Acuerdos de Alcance Parcial para variadas desgravaciones arancelarias. Buenos logros que poco a poco se materializan y liberan parte del comercio regional. Si bien constituyen un avance por sobre el proteccionismo o la sustitución de importaciones que imperaron por décadas, no alcanzaron más allá de la etapa de creación de Acuerdos Preferenciales, la primera etapa de la integración, eso sí, indispensable para evolucionar hacia otras más desafiantes. El caso del Pacto Andino, que tuvo que transformarse en la Comunidad Andina de Naciones, para actualizarse. No obstante su diseño ambicioso, ha quedado estancada sin avances significativos. Subsisten la ALADI y la CAN, aunque sin mayores proyecciones, sólo como bases valederas si bien detenidas en el tiempo.

Aparecieron en los ochenta nuevos proyectos y el más significativo fue el Mercosur, que comenzó como una Zona de Libre Comercio que debía seguir hacia una Unión Aduanera, para concluir en un Mercado Común, a semejanza de la Comunidad Económica Europea. Pese a tantos esfuerzos y a una institucionalidad prometedora, encontró parecidos contratiempos a los procesos predecesores. En particular, por la creciente asimetría de los desarrollos económicos de sus socios fundadores más importantes, Brasil y Argentina. Los que se agudizaron en los años sucesivos, al añadirse orientaciones políticas que durante los noventa, los dividieron. Buscó una institucionalidad más elaborada y un sistema de acuerdos y decisiones que se incorporaban al derecho interno de sus miembros, al estilo de una supranacionalidad europea. También se estancó, y se orientó hacia aspectos más amplios, como los políticos, con un aporte al mantenimiento de la Democracia y Protección de los Derechos Civiles y Políticos, en vista que en lo económico y comercial, renacieron medidas proteccionistas que comprometieron la verdadera integración. Nunca pasó de ser un proyecto de Mercado Común imperfecto. La incorporación de Bolivia y finalmente de Venezuela, terminó por orientarlo en un sentido político determinado, que lo radicalizó y dejó definitivamente estancado. Venezuela fue suspendida por no democrática, y las rivalidades entre Brasil y Argentina se agudizaron. Ahora hay indicios e que podría revitalizarse.

Recordemos que Chile fue invitado en sus inicios, pero debió declinarlo, pues en vez de bajar sus aranceles de entonces, debía subirlos, lo que resultaba inaceptable. Condiciones que todavía subsisten, y que hacen que Chile haya preferido los numerosos Acuerdos Preferenciales que tiene, por sobre compromisos colectivos y obligatorios del Mercosur.

Iniciativas de todo tipo y orientación se multiplicaron después, buscando los logros que las instituciones originales, no pudieron conseguir. Casi algunas no son más que siglas que subsisten pero que muy poco inciden en las decisiones Latinoamericanas, y menos traducidas en resultados concretos para la integración. Todas pretendieron reorientar los procesos y darle una nueva vitalidad, con escasos resultados. Tenemos, además, el ALBA, el ALCA, el foro del SELA, el CARICOM y también, esta Unasur que ahora casi desaparece, y muchos más. Buenas intenciones, remozamiento de sus objetivos, y búsqueda de acuerdos, que en su gran mayoría, todavía no llegan.

Ha sido el sino fatal de prácticamente todos los proyectos integradores regionales, con una mezcla de voluntarismo por sobre las realidades, o bien con claras intensiones de que sean un foro más político e ideológico al servicio de sus miembros, que un verdadero proceso de avance en los objetivos de la integración, es decir, la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos. Poco logrados y escasamente amparados en una institucionalidad robusta y eficaz.

La integración buscada, siempre necesaria y conveniente, todavía no ha llegado a Latinoamérica. Muchos proyectos interesantes e integradores, tanto en lo económico como en lo físico, siguen pendientes, si bien se busca reimpulsarlos. En una constante que pareciera positiva, es decir, cuando un proceso integrador se estanca o llega a un nivel limitado, en vez de insistir y corregir las causas que lo aquejan, se inventa otro que sustituye al anterior. Por cierto, la nueva institución funciona en los inicios, hasta que otra vez se paraliza. Ha sucedido varias veces y la verdadera integración se posterga o reemplaza por otra, que también vuelve a quedar sin resultados. No hay constancia en esos procesos, ni voluntad de abordar las reales causales del estancamiento. Desgraciadamente ha sido así y los casos se han repetido.

Variadas razones de coincidencias políticas impulsan por un tiempo los procesos, hasta que esas mismas coincidencias cambian, priman las desavenencias, y todo vuelve al inicio. Hoy hay cambios visibles en la orientación más generalizada en Latinoamérica, de los populismos y socialismos llamados del Siglo XXI, hasta en predominio actual de Gobiernos de signo diferente, muy pro libertad comercial en lo económico, y de centro derecha en lo político. Por lo cual, nuevamente se desea reimpulsar esta nueva iniciativa del PROSUR, aprovechando estas nuevas tendencias. Es de esperar que las lecciones del pasado sirvan para no caer en lo mismo y tropezar con iguales condicionantes.

No olvidemos, tampoco, que por su parte la Unión Europea que siempre ha sido el ejemplo a seguir, no está en sus momentos más auspiciosos. Al crecimiento de los euroescépticos y distintas orientaciones políticas en Europa, se ha añadido el tremendo golpe que significa el brexit, todavía sin una solución verdadera y posible. Ya no está el modelo inspirador de antes. La crisis de la UE no es una teoría sino una realidad, nueva y sin soluciones a la mano. Constituyen nuevos desafíos para todo proceso integrador en la actualidad y en cualquier parte. Prosur no puede olvidarlos, bajo el riesgo de repetir errores ya cometidos.

Dependerá de lo que los países que lo creen determinen, y aborden con realismo y sin inspiraciones líricas, esta nueva oportunidad. De sus próximas decisiones pende la suerte futura de Prosur. Lo sabremos en pocos días más.