¿Es usted lector devoto de El Principito? Este artículo no trata de la historia narrada en el famoso libro, pero sí de lo primero que se lee al abrirlo. Trata del ofrecimiento y de «esa persona mayor» que aparece en él, y por supuesto del firmante, del autor de la obra: este artículo habla de la (quizá) más bella dedicatoria de la historia de la literatura, por tanto, de Léon Werth y de Antoine de Saint-Exupéry.

Es mi gran compañero ese ofrecimiento del entrañable texto. Lo grabé en mi memoria a mis 15 años y cada vez que vuelvo a él me sigue conmoviendo y me arrebata1. Escribe, pues, Saint-Exupéry:

«A Léon Werth:

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esa persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esa persona mayor lo comprende todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esa persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío; tiene verdadera necesidad de consuelo. Por si todas esas razones no fueran suficientes, dedico este libro al niño que una vez fue esta hoy persona mayor. Todas las personas mayores han sido niños alguna vez (pero pocas lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:

A Léon Werth,
cuando era niño»2.

¿Maravilloso, no? Goza de una de las cualidades de la palabra: la contundencia; es rotundo por definición, no se le puede contradecir. Pero con todo y eso, siendo casi aplastante es muy conmovedor, otra virtud del lenguaje que el autor logra reunir aquí.

Léon (acentuado en la e en el idioma de Víctor Hugo) Werth fue un periodista y escritor francés nacido en Remiremont. Por ser judío sufrió persecución durante la segunda gran guerra por la expansión alemana, lo que lo obligó mediante un viaje penoso a esconderse cerca de Suiza que es «donde pasa hambre y frío; (y) tiene verdadera necesidad de consuelo».

La conflagración es el punto máximo de las tragedias de él y del paisano que lo superó en fama. Pero, mejor, sigamos enterándonos de las dos vidas a través de lo que uno y otro escribieron.

Hay en la obra del escritor lionés otra dedicatoria al mismo amigo que comienza en los mismos términos que la que abordamos: «Ante todo, porque es uno de los mejores amigos que tengo en el mundo; pero también debido a una deuda espiritual, pues mucho antes de conocerlo ya leía su obra – y él no sabe cuánto le debo. Con todo mi cariño. Antoine».

En un pasaje más sigue demostrando la preocupación que le representa su colega: «La persona que esta noche ocupa mi memoria es un hombre de cincuenta años. Está enfermo. Es judío. ¿Cómo sobrevivirá al terror alemán? Para imaginarme que todavía respira tengo que creer que, escondido por la hermosa muralla de silencio de los lugareños de su aldea, el invasor no se ha percatado de él. Solamente entonces creo que todavía vive. Solamente entonces deambular a lo lejos en el imperio de su amistad —que no tiene fronteras— me permite no sentirme emigrante, sino viajero. Pues el desierto no está allí donde uno cree. (…) A ti, tan francés, te siento dos veces en peligro de muerte, por francés y por judío».

Mas la noble identificación de estas dos almas termina al morir el escritor y aviador3. Leemos, ahora en Léon Werth: «Esta tarde no podía evitar imaginar el avión abatido, un fuselaje roto y él, inmóvil para siempre, en ese fuselaje. Y de pronto me dije: es invulnerable. No creerle invulnerable me parece una traición». En esta construcción que Werth hace para acallar el dolor, imagina que unos campesinos ya habrán auxiliado al que quiere creer tan solo herido, pero al imponerse la verdad escribe: «Ha desaparecido (…) sin otros testigos que el cielo y el mar. Y sin duda no esperaba la muerte. La provocaba. Era un duelo (…)».

Por último

Como en tantos otros casos, no nada más la obra, sino que la vida de Saint-Exupéry son literatura... y además sicología, la sicología de un melancólico escritor.

Curiosidades

  • No obstante ser sus vuelos militares, gustaba desviarse para contemplar desde lo alto los castillos donde transcurrió su infancia buscando acaso ecos musicales, ya que como todo buen noble (Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry​) nuestro escritor era una persona de educación exquisita, que entonaba canciones cultas o tocaba obras al violín junto con sus hermanitas en aquellos escenarios, siendo niño.

  • A diferencia de Antoine mismo, quien solo vivió 44 años, aquel por cuya sobrevivencia se preocupó tanto, Léon, murió bien entrados sus 70.

  • Contra lo que muchos piensan y hasta aseguran, que el aviador de la famosísima obra es el propio autor, hay estudiosos que aclaran que no, que Antoine… es el pequeño príncipe.

Notas

1 Como tantas veces, fui al diccionario de la RAE para estar seguro antes de dejarles aquí esta palabra; y me llevé la grata sorpresa de que lo que quise expresar con ella cubre las definiciones de nada menos que 3 de sus significados, ya que el número 2 dice: «Atraer con fuerza algo, como la vista, la atención, etc.»; en mucho, también el 3: «Sacar de sí, conmover poderosamente excitando alguna pasión o afecto». Y no se diga el 4: «Arrobar el espíritu» (!!!).

2 Me he pasado la vida leyendo con avidez traducciones (no hablo, leo ni escribo francés) buscando matices nuevos. Así, me asombra que invariablemente traducen «cuando era niño»; es decir que en este punto no hay versiones diferentes, todas son iguales. Es raro, pues hay otras opciones: «Al niño que fue Léon Werth»; «A Léon Werth niño»; «A Léon Werth cuando niño», en fin. Líneas arriba hay un hoy, en negrita: es totalmente un agregado mío.

3 Hay insuficiencia de datos sobre el accidente fatal a lo muy largo del tiempo: primeramente se le consideró desaparecido, hubo más tarde el hallazgo de restos de la nave, en una época de gran acopio de información que empieza recién a fines del siglo XX y sigue a principios del XXI se encontró ¡una pulsera con sus datos! Pero si esto es inquietante, lo es más que de la causa llegó a haber 4 versiones: choque, desplome, derribo y suicidio. No hay una que se configure con claridad. Salvo que no fue un suicidio.