WhatsApp, esa aplicación que tanto facilita las comunicaciones, puede ser usada con fines delictivos. Así lo demuestra que la policía haya detenido recientemente a más de 30 personas de 10 países diferentes que intercambiaban imágenes de abusos sexuales a menores a través de cerca de un centenar de grupos de WhatsApp. Pero además de los grupos de distribución de pornografía infantil, también han proliferado en los últimos años los de grooming —adultos que emplean la red para acosar sexualmente a menores— o la apología de trastornos alimenticios.

De hecho, la policía distingue dos grupos dentro de lo que se denomina «actividades ilegales»: los de distribución de «material ilícito o poco adecuado» —pornografía infantil, decapitaciones o agresiones a colectivos discriminados— y los de grooming. En este último caso, tal y como explica en el diario El País Isabel Rubio, especialista en el tema, «se suele tratar de un adulto con una identidad falsa que se mete en grupos de WhatsApp ya creados o forma alguno de una temática que le guste a los adolescentes para lanzar el cebo al número máximo de víctimas posibles y ganarse su confianza. Finalmente, entabla un contacto individual con los menores e intenta conseguir fotos o vídeos comprometidos».

«Estos grupos de WhatsApp son bastante habituales», sostiene por su parte Daniel Moreno Gómez, responsable del Equipo Mujer-Menor (EMUME) de la Guardia Civil. «Pero se suelen usar como una primera toma de contacto. Después, las personas que están en ellos suelen adoptar mayores medidas de seguridad y utilizan grupos de Facebook en los que se precisa de una invitación para entrar, foros privados o incluso la dark web. Son conscientes de que lo que están haciendo es ilegal, por lo que cuanto más ilegal es, toman más precauciones».

Otros grupos que se han multiplicado con la llegada de WhatsApp son los de personas que sufren tendencias suicidas o trastornos alimenticios. En el primer supuesto, muertos en vida, suicidas forever o depresivos son algunos de los nombres de grupos que se pueden encontrar en la web. «Este es un grupo para personas con depresión, ansiedad, enfermedades mentales o simplemente ganas de morir. Gente que está muerta en vida y que no es comprendida por la sociedad convencional. O simplemente ve la vida de forma hostil y pesimista. Si eres así, este es tu lugar», dice la descripción de uno de los grupos creado en España al que se han unido casi 500 usuarios.

Con respecto al desorden nutricional, Sara Bujalance, directora de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia, apunta que «desde hace años hay un problema importante con las webs y los blogs que hacen apología de la anorexia y la bulimia. En el momento en el que aparece WhatsApp, se contagia a los grupos. En ellos, gente que físicamente no se conoce se intercambia los números a través de Internet, hacen carreras de kilos y comparten información para adelgazar rápido, ocultar los síntomas de la enfermedad y autolesionarse».

Bujalance también pone de manifiesto que uno de los problemas de estar en este tipo de grupos es que «es difícil que la familia tenga conocimiento de ello, ya que todo se queda en un sitio muy cerrado e íntimo». Pero, frente a otras plataformas en la web, Whatsapp «es más limitado y ofrece menos posibilidades visualmente. En general, todas las redes o servicios de mensajería son susceptibles de que aparezcan personas que hacen apología de la anorexia y la bulimia; es más, en Instagram han proliferado este tipo de comunicaciones. Así pues, la solución pasa por educar a los menores para que hagan un uso saludable de las nuevas tecnologías: saber diferenciar qué contenidos deben consumir y cuáles no».

En este sentido, la Guardia Civil trata de concienciar a los menores de los peligros que hay en la red con charlas informativas en colegios. En ellas les transmiten que todo lo que compartan a través de redes sociales puede volverse en su contra y que es primordial valorar al destinatario de sus mensajes.

«Tienes que saber con quién compartes la intimidad. La persona con la que estás hablando, por mucho que te diga que es un chaval de 17 años y que vive en tu barrio, puede que sea una persona de 50 años y que se esté inventando todo lo que dice», concluye Moreno Gómez.