Ya llevamos dos décadas y media de este siglo y las esperanzas de conseguir la energía definitiva, que desafiará todo lo conocido, empiezan a desvanecerse.
Alemania lleva años cerrando centrales nucleares. Los ecologistas (entre los que me incluyo) lideran el proceso. La energía nuclear no es limpia. No es renovable y mucho menos una garantía de futuro. Por más que no emita CO2 al medio ambiente, los residuos radioactivos son mucho más dañinos que el propio CO2. Aunque los enterremos bajo miles de toneladas de hormigón, siguen allí por décadas hasta que pierden su carácter destructivo.
Francia ha tomado el camino contrario y ahora estas dos potencias europeas se encuentran cara a cara con distintas encrucijadas. La necesidad de energía de Alemania es mucho más día a día de lo que era hace una década y la salida hacia las renovables parece no haber tenido el destino deseado después de la pandemia, por la gran subida de las materias primas para fabricar aerogeneradores y las restricciones de las redes eléctricas para ser sólidas y robustas ante la variabilidad de las energías renovables que inyectan cuando el sol y el viento se lo permiten. Así Alemania vuelve al gas, pero con el condicionante de la guerra de Ucrania y las sanciones al mayor productor de gas, Rusia.
Y por su lado Francia está saturada de reactores nucleares de gran tamaño y quiere seguir con nuevas tecnologías más amables, más pequeñas, pero como no llegan a completar las necesidades, vuelve a tirar del gas, ese gas que ahora viene en barcos desde USA.
España y el sur de Europa apostaron por las renovables, que les dan buenos resultados, pero después del gran Cero o apagón que tuvieron por los problemas de red, ahora el miedo a que la capacidad de renovables genere inestabilidades ha provocado que todos los usuarios tengan que pagar más para no usar tantas renovables y sostenerse del gas por miedo a otro apagón.
Y el hidrógeno tampoco termina de despegar. El H2 verde que se iba a producir con energía gratis de los excedentes de las renovables no tiene un mercado claro, no hay consumo, no hay motores de barcos o grandes maquinarias para consumir lo que se pensaba generar y más de una planta piloto que tenía pensado multiplicar su producción se ha quedado en el piloto o incluso ha cerrado como la planta de Puerto Llano en España.
El sueño de la fusión
La energía nuclear, creo que ya lo he dicho alguna vez en este medio, es una gran estafa de la ingeniería. Es solo un gran calentador. Se calienta agua, para producir vapor y con ese vapor mover una turbina que genera electricidad. Punto. No es nuclear, es térmica. Es como quemar gas, casi lo mismo. El frondosísimo potencial de la energía nuclear, con sus megatones de energía por masa de materia consumida solo se usa para calentar agua. Así que la fisión nuclear no da más que ventajas relativas, puesto que no genera CO2, pero genera metales radioactivos que, como dije antes, hay que esconder en algún país que no le importe tenerlos bajo hormigón durante cientos de años.
Pero la fisión era otra cosa. Era el sueño esperado para el s. XXI. No era como la fisión en la que el material más pesado (e inestable) de la tabla periódica se separa en otros menos pesados (y también inestables) para generar calor. No, la fusión es justo lo contrario, es a partir de H2, un protón y un neutrón o dos (si es un átomo de H2 un poco loco y se llama Deuterio) generar el siguiente material en peso, el Helio (He). Es captar la energía que se liberaría al hacer una transubstanciación de un protón a dos, es crear una materia más pesada y liberar energía, ¡una locura! ¡Un sueño!
Esa locura, ese sueño, si lees por internet, está siempre, cada día, cada hora, cada semana, está siempre cada vez más cerca.
Pero nunca llega
Pruebas a escala y pequeños ensayos satisfactorios.
Pero, solamente, unos milivoltios y unos microvatios… La energía de fusión nuclear sigue siendo un sueño a día de hoy y esa gran esperanza de este siglo se está haciendo esperar tanto que, para los escépticos como yo, empieza a ser el gran engaño del SXXI. No hay bases claras de que esa energía pueda extraerse de la materia, porque las conficiones a las que hay que mantener los materiales que la producirían son extremas. O extremo frío o calor extremo. Un estado de la materia inestable como el plasma sería el único lugar físico en el que esa reacción podría darse de una manera controlada como para mantenerse en el tiempo y poder energizar algo….
Porque no se trata solo de genera algo de energía. Una central eléctrica tiene que ser capaz de trabajar 24/7 durante muchos años, con un mantenimiento aceptable y no muy costoso, con unos costes de producción inferiores a las tecnologías actuales. Eso no es ciencia, eso es ingeniería y la ingeniería del s. XXI está diciendo a la fusión que no está dentro de lo asumible.
¿La IA será capaz de resolver el acertijo de la fusión?
Si la IA no ha sido capaz de obtener una solución tecnológica mejor para la fusión, que lleva entre nosotros desde los años cincuenta, ¿cómo va a ser capaz de solucionar el problema de una energía de la que solo somos capaces de teorizar? La IA es una herramienta para problemas que se pueden plantear desde la lógica humana, usando modelos de cálculo que aceleran las soluciones, pero no es capaz de solucionar, por sí sola, problemas que aún no somos ni capaces de plantear.
Desgraciadamente la energía del s. XXI parece que seguirá siendo la misma que en el s. XX, pero con algunas mejoras menores. Ojalá me equivoque, ojalá llegue a ver esa nueva tecnología, esa nueva ciencia que lo cambiará todo, pero, de momento, solo queda mejorar lo que tenemos desde el s. XX.