A nivel general es común pensar que al llegar el 31 de diciembre de cada año, ese será el fin de una era y el comienzo de una nueva a partir del 1 de enero del año siguiente; como si lo vivido durante esos 365 días se reseteara al cambiar de calendario. Sin embargo, no hay nada más alejado de la realidad.

Lo cierto de todo esto es que lo que ha sido el común durante el 2018, seguirá en su ruta similar el año que se aproxima: la ausencia de un poder hegemónico, la atomización del poder en diferentes escalas, más la incertidumbre de los liderazgos políticos que han provocado la elección de populistas en los distintos países y además fuertes golpes en procesos de integración regional ante el escepticismo que provoca la fragmentación global.

Medio ambiente, economía, conflictos bélicos, desorden mundial... seguirán siendo la tónica que acompañará al año que se aproxima, sin que se vean manifiestas posibilidades de un cambio real.

Hacia un control orwelliano

Ante la disipación de la centralidad del poder en el Estado, este ha tenido que optar por mecanismos para al menos vigilar. A través de esquemas de vigilancia de las acciones de los individuos; aprovechando principalmente las herramientas tecnológicas brindadas por la globalización, logran en la actualidad dar seguimiento a la mayoría de las acciones de los sujetos.

Las redes sociales, cámaras de vigilancia, uso del chantaje mediático (propaganda), pueden en la actualidad colaborar para informar de los gustos y preferencias de los ciudadanos, comportamientos en cuanto al movimiento y hasta anticiparse si alguien está involucrado en actividades de corte ilícito. Cada vez se hace más común la aparición de nuevas modalidades de observación, al mejor estilo del cada vez menos ficticio Gran Hermano que todo lo ve y lo supervisa, así están algunos Gobiernos tratando de conservar su cuota por encima de otros actores no estatales, los cuales también se aprovechan de las mismas herramientas para colocarse a la vanguardia de las acciones de los Gobiernos.

Conforme pase el tiempo, y a los Gobiernos se les disipe más el poder, tendrán que implementar más herramientas de control y vigilancia para que la sociedad no caiga en una especie de anarquía antigubernamental, o que empodere a fuerzas alternativas que actúen a la sombra de los gobernantes.

Aunque suene conspirativo, el poder, al tratarse de una acción sobrevive en cuanto más posibilidades hayan de ejecutarlo, si el Gobierno de un Estado no hace uso del ejercicio de este, algún grupo sustituirá sus actividades por otras.

Competencia de las potencias

A pesar de la noción de poder tan difusa, sigue siendo evidente que hay tres potencias que son las que continúan la competencia global por intentar cumplir teorías deterministas de control mundial, o que se sienten cómodas con el dominio que han logrado hasta este momento.

China, Estados Unidos y Rusia siguen siendo los grandes detentadores del poder global, pero ahora conviven con la competencia y complicidad de líderes regionales y grupos no gubernamentales para lograr tener zonas de influencia. Ya no basta con ser el país más poderoso en su aparato militar, o quien posea la billetera más gruesa; aunque estos dos elementos ayudan a comprar alianzas en diferentes regiones.

En la actualidad, las potencias compiten por tener más aliados que les sirvan de pivote en diferentes zonas, no solo en las que están asociadas con teorías deterministas del poder (Heartland, Rimland, etc.) sino donde en cierta forma se pueda tener capacidad de acción de cara a otros líderes globales, una especie de enroques en lenguaje de ajedrez.

Los retos continuos

Regresando a la noción inicial de que no tendremos borrón y cuenta nueva en el 2019, los elementos más significativos que seguirán marcando la agenda para el año que comenzará; además de una apolaridad más marcada entre las fuerzas globales, se pueden destacar otros aspectos que mantendrán las tensiones a nivel global, enlistadas a continuación no necesariamente en un nivel determinado de importancia.

El precio del petróleo seguirá marcando políticas económicas a nivel global. La influencia de este recurso por algunos años más continuará estando en un importante lugar afectando no solo el PIB de los productores y consumidores, sino además que seguirá siendo un foco de tensión ante eventuales conflictos militares a nivel global.

Las economías del mundo tendrán comportamientos diversos, y aunque se prevé en algunos casos crecimientos por encima de los 3 puntos porcentuales, habrá países que seguirán con problemas económicos marcados, como es en el caso de América Latina de Venezuela. También situaciones como la guerra comercial de Estados Unidos contra China, la incertidumbre de movimientos como el brexit, o la desaceleración de mercados emergentes, podrían eventualmente afectar los números a nivel global.

Regresando brevemente al tema del petróleo, cabe mencionar que las nuevas sanciones que pesarán contra el Gobierno de la República Islámica de Irán, incluyendo la venta de su producción petrolera, sumado a un crecimiento de la influencia rusa en Medio Oriente podrían eventualmente reactivar tensiones y enfrentamientos militares indirectos a través de grupos paramilitares (terroristas) que son financiados desde Teherán, subiendo principalmente las tensiones con el Gobierno de Riad y los decibeles de eventuales confrontaciones en las fronteras de Siria y Líbano contra Israel, así como la Franja de Gaza palestina.

El cambio climático será otro tema que continuará con resultados ineficientes ya que hay países que no tienen interés en generar cambios, sino que por el contrario, se promueve una agenda de desarrollo armamentista con riesgos al ambiente y la explotación de energías altamente contaminantes. La falta de voluntad política seguirá encaminando al mundo hacia un desastre pronosticado durante años, y el 2019 no generará mayores cambios en este punto, salvo que ocurra un evento que marque significativamente al mundo y obligue a actuar.

Las tensiones militares seguirán estando a la orden del día, junto con la carrera de desarrollo bélico, esto seguirá empujando a los países a confrontaciones directas e indirectas por diferentes factores; ideológicos, materiales, territoriales, etc. con involucramiento de potencias globales y regionales que querrán sacar de estos enfrentamientos su propio beneficio estratégico.

Otro aspecto que seguirá creciendo es la situación migratoria. Los diversos factores sociales y económicos continuarán empujando a grandes masas de personas a migrar buscando una «mejor calidad de vida», como ha ocurrido en los últimos años con africanos y latinoamericanos. Aunque por supuesto debe quedar claro que hay masas migratorias motivadas por fuerzas políticas y/o militares de por medio.

Finalmente señalar que si bien lo manifestado en estas líneas es el común de algunos problemas profundos que afectarán el mundo en el 2019, cada país tiene su propio contexto que valdrá la pena analizar para sumarle los elementos domésticos que podrían acentuar o disminuir el impacto de lo que en el mundo podría esperarnos a partir de la ida del año viejo y la llegada del nuevo.