Hoy, 18 de septiembre, se celebra el día de la Independencia nacional de Chile. La fecha conmemora la constitución de la Primera Junta Nacional de Gobierno en 1810, que en realidad fue sólo el inicio del proceso de emancipación de la monarquía española: la independencia fue primero declarada a inicios de 1818, proclamada después oficialmente en febrero del mismo año, y finalmente asegurada por las armas con la victoria definitiva sobre el ejército realista el 5 de abril de 1818; Chile tiene pues más de dos siglos de vida nacional independiente como Estado soberano.

Desde los inicios del proceso de independencia, hubo sucesivos reglamentos constitucionales (1811, 1812, 1814); tras la independencia se afianzó prontamente un poder político central reconocido en todo el territorio del país, se estableció una constitución provisoria (1818), las diferencias subsistentes se expresaron en nuevas Constituciones y proyectos constitucionales, y en 1833 se promulgó una Constitución que perduró por casi cien años; Chile fue pues tempranamente un Estado en forma de república unitaria presidencialista y de considerable estabilidad política institucional.

La independencia se gestó con base en la división entre criollos, nacidos en el país tras casi tres siglos de colonia, y peninsulares, que conservaban sus privilegios otorgados por la corona española; los bandos contrapuestos fueron después patriotas y realistas; consumada la independencia, surgieron las facciones de pipiolos o liberales y pelucones o conservadores, las que dieron lugar más tarde a los partidos Liberal y Conservador; y luego, a medida del desarrollo y la mayor diferenciación económica y social en el país, se fueron generando nuevos partidos: Radical, Democrático, Obrero Socialista, Comunista, Socialista, Demócrata Cristiano, configurando un sistema de partidos, con marcadas definiciones de derecha, centro e izquierda.

Estado y sistema de partidos se conjugaron a la vez en el desarrollo de un régimen democrático con base en la progresiva ampliación del cuerpo electoral, la extensión de la conciencia cívica y la relación recíproca entre política y cultura.

Fue en razón de tal desarrollo democrático que en 1970 se hizo posible el Gobierno de Salvador Allende, resultado inédito de un triunfo electoral para dar inicio a la construcción de un régimen socialista. Su derrocamiento en 1973 y la implantación de la dictadura militar de Pinochet destruyeron por el contrario la democracia y buena parte de los avances sociales en el país. Fue, sin embargo, por la voluntad ciudadana, expresada en un plebiscito al que se vio forzada la dictadura, que en 1990 se eligió el primer Gobierno de transición a la democracia.

Desde entonces hasta ahora se restableció la vida política democrática, se resolvieron lastres institucionales deliberadamente introducidos por la dictadura, la economía ha tenido un crecimiento que llevó a que en los últimos treinta años el PIB por habitante se haya más que triplicado, la pobreza se redujo de un orden del 40 % a menos del 10 %, se produjeron notables avances sociales, en particular durante el último gobierno en cuanto a la gratuidad de la educación, pero persiste una elevada desigualdad en la distribución del ingreso.

Por sobre los avances materiales, hay pues en el país una acendrada crítica del modelo de desarrollo socio económico y, como en el caso de muchas democracias, una extendida crítica de la política y de los partidos, y un alto porcentaje de abstención electoral.

En la búsqueda de opciones, las cuatro últimas elecciones presidenciales generaron alternadamente gobiernos, primero de centro izquierda y luego, como el actual, de centro derecha.

A más de las diferencias sobre el patrón de desarrollo, subyace la profunda división provocada por el golpe de Estado y los crímenes de la dictadura, que este mes de septiembre, cuando se cumplen ya cuarenta y cinco años desde el golpe, han recrudecido especialmente por el generalizado repudio a los conceptos sobre el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos expresados por un nuevo ministro de Cultura, quien debió renunciar prontamente al cargo, y la acusación constitucional contra ministros de la Corte Suprema del Poder Judicial, que se debate actualmente en el Congreso, por haber indultado a agentes de la dictadura presos por crímenes contra los derechos humanos.

Al momento de escribirse estas líneas, se publicó en Chile un texto escrito por el presidente Sebastián Piñera en ocasión del aniversario del golpe de Estado, en el que se entremezclan términos determinados sobre la democracia y la dictadura militar con una promisoria perspectiva de futuro; resta a saberse cuáles sean las reacciones que suscite su planteamiento.

Septiembre, mes del inicio de la primavera en el país y de celebración de la independencia, es también el mes del aniversario del triunfo electoral de Salvador Allende y luego del golpe de Estado que derrocó su gobierno e instauró la larga y cruenta dictadura militar. Las gestas de la historia y las dramáticas heridas del pasado todavía reciente se proyectan por igual sobre las circunstancias presentes. Es para continuar la marcha adelante del país que se requiere conservar la memoria.

Como sea, no hay en Chile, ni chileno en el exterior, que no celebre hoy la independencia del país.