Sin duda estamos viviendo tiempos difíciles, convulsos. Incluso me atrevo a decir que contradictorios. Claro, las contradicciones son tan humanas y naturales y no tienen por qué ser malas. Todo ser humano completo y normal está repleto de ellas, y cuando las concilia aparecen dos o tres para romper la homeostasis, y así empieza la conquista por el equilibrio justo para ser nuevamente roto, y así, y así. Es el ciclo de la vida.

Pero hay algunas contradicciones con las cuales me es difícil llegar a un punto de conciliación. Se presentan ante mis ojos, los tuyos, el de todos. Es un bombardeo constante, porque no dan espacio para digerir una e incluso dos, cuando llegan las siguientes: noticias, hechos, datos, imágenes, sonidos. Todo junto, al mismo tiempo. Pero nos prepararon, aunque no todos hemos podido ceder a la idea de sobrevivir y ceder a la desesperanza.

Estamos rodeados de islas, cada una con la cabeza gacha y la mirada secuestrada hacia la pantalla de luz azulada. «Esa pantallita tiene tu mundo» es lo que aseguran. Estás más cerca de los tuyos, pero no los tocas, y te acostumbras tanto a esa sensación de instantaneidad que se te olvida el olor de tu madre, la risa socarrona de alguno de tus amigos de secundaria, o lo relajante que es sentarse en un bistró mientras esperas por tu amiga y un café. Nos ponemos al día de cómo nos va en un audio de cinco minutos, y de paso, si quiero mostrarte cuánto he subido de peso, te envío una selfie. Y a eso le hemos conferido el significado de comunicación, solo porque así lo dice la propaganda: Comunícate con los tuyos, planes de familia, minutos gratis…

La comunicación es algo tan hermoso y complejo. Se involucran los sentidos, en distintos grados de intensidad, otros elementos que van más allá de aquellos que se comunican, en los mejores casos, hasta incluye silencios. Ahora el consuelo, el llanto, el hambre, la ira, la empatía, la vergüenza y todo lo humanamente posible está debidamente representado en un dibujito gracioso que hasta película tiene; le dieron vida, personalidad y voz a una representación falsa que nos seduce con la idea de que realmente nos estamos expresando, cuando en muchas ocasiones solo estamos germinando malos entendidos, iras ocultas y un número cualquiera de interpretaciones erróneas. Porque nunca, pero nunca, un emoticón podrá decir qué sentimos ni qué queremos.

Esa es una de las grandes contradicciones: la idea de estar más comunicados por lo que la tecnología ha dispuesto en los aparatos telefónicos y todo porque en vez de usarlos, ellos nos usan, pero nos hacemos la idea de que el poder lo tenemos nosotros, la más grande entre muchas otras falacias. Y así terminamos relaciones con un mensaje, nos enamoramos con mensajes, amistades de años se van a la mierda por malos entendidos en los mensajes. Y las cosas más importantes terminan siendo «discutidas» en Arial Narrow 12.

El mundo que celebra el Mundial de fútbol, es el mismo mundo que hoy es testigo de la separación de cientos de niños de sus padres, todo por una práctica migratoria que ha sido tradición en Estados Unidos por muchos años; no es nada nuevo, pero los medios nos empujan a maldecir a Donald Trump, que si bien es como un caramelo de cianuro, es el culpable del momento, con el ruido mediático necesario para que nadie ose ir un poco más atrás, no para justificar y excusar; solo para conocer y combatir una cultura de segregación, más que atacar a una figura desechable. Basta ir a la historia reciente y no tan reciente de esa nación. Suficiente recordar los tiempos de esclavitud, donde el amo tenía derecho a hacer lo que considerase necesario con «sus» esclavos y su descendencia, igual lo ocurrido con los campamentos de concentración para niños japoneses, durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, ya se habla de cerca o más de 2,300.00 menores separados de sus padres.

Pero no olvidemos los niños del Mediterráneo, que ya dejó de ser de Serrat, en palabras del propio autor, y ahora es un cementerio líquido de miles de angustiados y sobrevivientes, buscando dónde no morir. En mi país, una hermosa isla de bellísimas playas y desalmados corruptos, ya son cuarenta –y contando- el número de mujeres asesinadas por sus parejas y apenas vamos por finales de junio, pero en televisión incesantemente promocionan el siguiente Miss Universo República Dominicana, una celebración a la «belleza» caucásica, por tanto excluyente, un concurso más que gastado y extemporáneo, que incluye, sin discusión, cirugías plásticas como parte del convenio entre concursante y organizador-patrocinador; un verdadero insulto con algo de rubor y vestidos bonitos, para la cual algunas mujeres se siguen prestando.

Aunque hay un aliento del cual me sostengo como loca, lo ocurrido en Chile con el reclamo de cientos de mujeres que, literalmente a pecho abierto, emprendieron una lucha contra el acoso sexual y al mismo tiempo se apuntan una conquista a favor del aborto legal, seguro y gratuito, es algo refrescante, sobre todo en medio de una América Latina cada vez más Derecha.

Al mismo tiempo y solo un poco más arriba, en República Dominicana, penalizar el aborto en cualquier circunstancia sigue siendo el discurso de los más conservadores, incluyendo la presión de las iglesias, mientras una modificación a la ley, que contemple tres causas excluyentes de pena, sigue descansando en la conciencia de políticos que poca o ninguna importancia concede a la vida de las mujeres. Basta el ejemplo de Rosaura Almonte, mejor conocida como Esperancita , quien falleció a los dieciséis de leucemia en el año 2012. Las autoridades de salud le negaron tratamiento médico para evitar dañar a la criatura. Rosaura fue diagnosticada de la enfermedad con apenas 7 semanas de embarazo y quería abortar. En muchos países, en esta etapa de gestación el aborto es legal aun sin la causa de enfermedad; en el mío, si una niña es violada por su padre o padrastro o cualquiera y queda embarazada, deberá continuar el embarazo, de lo contrario, ella y el equipo médico que le asista en un eventual aborto serían sometidos a la justicia. Una contradicción más: La vida se cuida a toda costa desde la concepción, pero solo hasta el nacimiento, luego de ahí, el problema parece ser de otro.

Así, cualquier tarde de junio, enciendo la televisión y me encuentro con la atractiva chica del noticiario comentando las estadísticas del clima o los números del último juego de cualquier suerte de deporte, y la siguiente noticia nos dice de cómo un agente policial dispara contra un joven negro de 17 años de edad que corría desde un auto presumiblemente sospechoso de un evento ocurrido días antes. El joven no portaba arma de ninguna naturaleza y el ataque del agente fue desde la espalda. Y sí, sigo tomando mi café y me resisto, sencillamente me resisto a la idea de que, a fuerza de ver tanto a diario, lo acepte como norma. Espero no llegue ese día en que el mundo deje de sorprenderse o escandalizarse.