Luis García Jambrina (Zamora, 1960) es profesor en la Universidad de Salamanca. Pero, ante todo, es escritor. De hecho, ha publicado siete obras literarias. La última ha salido a la calle hace apenas unas semanas. Se trata de una novela histórica, con tintes de thriller, titulada El Manuscrito de Fuego. ¿El protagonista? Fernando de Rojas. ¿Y el escenario? La capital charra. Una combinación de lujo. WSI ha querido hablar con el zamorano, para que nos descubra todas las aristas de su trabajo. Y, de paso, que nos relate qué tal se encuentra la industria editorial española actualmente…

El Manuscrito de Fuego continúa la serie comenzada con El Manuscrito de Piedra y El Manuscrito de Nieve. ¿Qué es lo que busca con esta nueva entrega?

He querido proseguir con un conjunto de trabajos denominado «Los manuscritos de Salamanca», ambientados en esta ciudad castellana. No obstante, espero seguir con alguna novela más. Deseo completar la tetralogía de los cuatro elementos con El Manuscrito de Aire.

En cuanto a El Manuscrito de Fuego, que acaba de salir, se trata de una nueva aventura de Fernando de Rojas. En la misma, el protagonista es casi anciano y vive retirado en Talavera de la Reina, dedicado tanto a asuntos jurídicos como a sus negocios. Pero, a pesar de ello, tiene que regresar a las andanzas, tras un encargo realizado por la emperatriz Isabel de Portugal.

Así, nos encontramos ante un Rojas distinto al de las otras dos novelas de la serie. En ellas, era un joven algo inocente e ingenuo, que conocía la realidad a través de los libros. Sin embargo, irá adquiriendo experiencia vital según se enfrenta a los casos de los que se encarga. Por tanto, el nuevo Rojas está de vuelta de todo...

A pesar de ello, el personaje debe afrontar nuevas situaciones y, sobre todo, ha de encararse a su pasado. De hecho, debe regresar a Salamanca, lugar en el que se instruyó. Allí, rememora una etapa muy feliz de su vida. Pero, al mismo tiempo, hace frente a una circunstancia muy particular: no haber podido cumplir uno de sus sueños. Hubiera deseado quedarse en la universidad salmantina para centrarse en sus estudios.

En cualquier caso, la trama de El Manuscrito de Fuego gira en torno a un asesinato real. Fue un crimen sin resolver acaecido en el siglo XVI. Se trata la muerte de don Francés de Zúñiga, bufón de Carlos V. Al hilo de la investigación sobre este suceso, he ido reconstruyendo la vida del mencionado personaje. Trabajo que he realizado desde diferentes puntos de vista, pertenecientes a aquellos individuos a los que va entrevistando Rojas durante la historia.

Además, con esta novela también he intentado completar la visión que ofrezco de Salamanca. No se trata únicamente de un escenario. Se alza como un personaje más de la obra. En aquel momento, la ciudad se encontraba en pleno cambio. Y, al mismo tiempo, vivía un proceso de esplendor gracias a la universidad. Asimismo, he querido mostrar el trasfondo político de la época, en la que todavía permanecían las secuelas de la guerra de los Comuneros. De hecho, esta localidad fue uno de los lugares que de forma más activa participó en la contienda y que más intensamente sufrió la represión posterior.

En este sentido, ¿cómo ha sido el proceso de documentación de la obra en general y de los aspectos relativos a Salamanca en particular?

En este tipo de novelas, la documentación es muy importante. He buscado información leyendo todo tipo de libros sobre la ciudad, pero también consultando material gráfico, planos… He intentado mostrar la urbe tal y como era, con sus diferentes focos de poder.

Además, en El Manuscrito de Fuego he tenido la suerte de contar con la ayuda directa de uno de los principales investigadores de la figura de don Francés de Zúñiga. Creo, en definitiva, que se trata de mi novela más histórica, la mejor documentada.

Pero lo fundamental es saber dosificar la información y que, la misma, no acabe pesando en el discurrir de la novela. Es algo parecido a los andamios de obra. Una vez construido el edificio, hay que quitarlos y que no se hagan visibles.

Precisamente, esta dosificación de la información que comenta, ¿permite que dos géneros literarios inicialmente alejados –como las novelas policiacas e históricas– casen bien?

La obra policiaca se caracteriza por una intriga que atrapa al lector hasta el final. Pero si existe un abuso de la información, se acaba lastrando la trama. Y provoca que, al final, el público abandone la lectura… Por tanto, se deben combinar dos realidades que normalmente van separadas, pero que juntas funcionan muy bien. No soy el primero que lo hace. Existe una cierta tradición en este sentido y que procede de El nombre de la rosa, de Umberto Eco.

A partir de la agilidad y de la intensidad narrativa –características de la novela policiaca–, se van introduciendo el resto de elementos. La mencionada información suele recaer en los diálogos. De esta manera, se va ambientando al lector al mismo tiempo que se le presentan los rasgos fundamentales de la trama, permitiendo –así– construir una época.

Entonces, ¿el género histórico –sobre todo si se combina con el policiaco– interesa al público?

Efectivamente. Pero no lo digo yo. Lo confirman las estadísticas que se publican todos los años. Aseguran que la novela histórica de intriga es la que posee la predilección de los lectores. Y gusta al público por muchas razones. De hecho, existe un gran interés por conocer el pasado y por intentar superar las visiones antagónicas existentes en torno a la historia de España.

La industria editorial, ¿goza de buena salud en España?

El optimismo está regresando al sector. Hay una cierta recuperación en relación a los años de crisis, que perjudicaron mucho a la industria. Además, el libro digital –que era un factor que amenazaba el equilibrio de este negocio– no ha afectado tan intensamente como se pensaba. Su crecimiento se ha estancado. Frente a esto, las ventas de las obras en papel van mejor. En definitiva, creo que vivimos un momento bueno, de salida de la crisis.