Para comprender la guerra en Siria hay que tener en claro tres acontecimientos que dieron forma al desastre que hoy vuelve a cobrar relevancia. Es posible que existan otros más que quedan por fuera, pero estos son coyunturales y permiten dar un vistazo muy amplio a una guerra que se empezó a entretejer hace un siglo.

El primer punto donde nos detendremos es en la Gran Guerra Europea ocurrida entre 1914 y 1918: la Primera Guerra Mundial -como sería llamada posteriormente- fue desencadenada por el magnicidio de Franz Ferdinand, heredero a la Corona de los Habsburgo, en Sarajevo a manos de un extremista serbio que exigía la independencia del Imperio Austro-Húngaro. El juego de alianzas militares entre los países involucrados aunado a las tensiones provocadas por la Expansión Imperial Europea (1870-1914) fueron el caldo de cultivo que dio inicio al conflicto.

Pero antes de que terminara guerra, el 16 de mayo de 1916, se firmó un tratado ultra secreto llamado Acuerdos de Asia Menor o Tratado de Sykes-Picot; ratificado por Gran Bretaña y la Tercera República de Francia, en el que se detallaba la división de Oriente Próximo y la creación de «nuevos países» a conveniencia de los futuros vencedores. Este tratado que trazó fronteras donde no las había y formó países donde no existían, no tomó en cuenta los sectarismos presentes en las regiones donde pasarían las nuevas fronteras internacionales, faltó a la promesa dada a los líderes árabes de crear la Gran Arabia a condición de la colaboración durante la contienda europea, y se inventaron gobiernos afines a sus políticas con el objetivo de aprovecharse de los recursos petroglíficos y del posicionamiento estratégico para salir al Mediterráneo. Siria, que, aunque no cuenta con grandes reservas petroleras, es un punto de salida rentable, corto y estratégico del crudo. Esta «ocupación estratégica» se patentó aún más durante la Guerra Fría entre las superpotencias que se disputaban por el control de territorios para esparcir su ideología y por supuesto sus intereses comerciales; en esta región triunfó la URSS, que pese a su caída en el 90, Moscú siguió manteniendo su influencia y hegemonía en el país.

Casi treinta años tuvieron que pasar para que Siria alcanzara su independencia del Imperio francés, y otros 15 años más de gobiernos inestables, golpes militares y guerras civiles que desangraron la joven nación. Hasta que a manos de un líder autoritario se logra alcanzar algo de estabilidad económica y social en los años 70 bajo el mandato de Hafez Al-Assad, padre del actual presidente sirio Bashar Al-Assad, quien dirigió el país hasta su muerte 30 años después de asumir la presidencia.

Ya con Assad hijo en el poder se desencadena el segundo punto de nuestro análisis: la Primavera Árabe, iniciada en el 2011. La población civil de Túnez, Libia, Egipto, Yemen y Siria, convulsionó a los gobiernos autoritarios del Magred con una serie de protestas que buscaban mejorar sus condiciones de vida. En Libia, Egipto y Túnez las protestas surtieron efecto, pero en Siria y Yemen no. Bashar Al-Assad se aferró al poder y envió al ejército sirio a reprimir las protestas; desde entonces hasta nuestras fechas la sangre no ha dejado de correr en las calles de Damasco y Alepo.

La propagación de la Guerra Civil se agravó cuando diferentes actores mostraron interés en la zona, tanto estratégicos, como económicos y territoriales, esto me lleva al tercer punto: el juego de alianzas entre los países de occidente y oriente que podría llevar a escalas de violencia más serias. Citaré algunos ejemplos: Estados Unidos lucha contra ISIS y las fuerzas de Al-Assad, que desde su forma de entender el conflicto, «atacan a civiles e impiden el deseo popular de expulsar a Al-Assad del poder». Turquía bombardea objetivos kurdos para evitar una revuelta independentista que llegue hasta sus fronteras, al tiempo que lucha contra ISIS. Los kurdos sirios reciben ayuda de Estados Unidos para luchar contra ISIS y se defienden de los ataques turcos; algo que el Kremlin mira con hostilidad. Rusia bombardea al Ejercito Libre de Siria que Estados Unidos financia, y a su vez apoya a las Fuerzas Armadas Sirias que luchan contra ISIS. El Frente de Al Nusra (la rama más «moderada» de Al Qaeda) busca hacerse con la hegemonía terrorista en Siria y recibe apoyo no oficial de Estados Unidos para luchar contra ISIS y Al Qaeda. Mientras que ISIS (ya debilitado) lucha contra todos para fundar un califato y eliminar todo tipo de «amenaza occidental» a cualquier precio, incluyendo prácticas genocidas contra minorías cristianas.

El juego de alianzas en Siria ejemplificado anteriormente (similar al que existía en el clima previo a la Gran Guerra) juega un papel de primer nivel en la escalada de las hostilidades, Siria es el pastel del que todos quieren su porción y nadie está dispuesto a ceder un ápice de territorio aunque esto signifique la proliferación del terrorismo islámico encabezado por ISIS y sus filiales en el Medio Oriente, cada bala que se dispara y misil que cae tiene un objetivo claro y un interés económico muy bien definido; y aunque hoy Estados Unidos afirme que el bombardeo en Siria es en represalia por el uso de armas químicas la historia nos muestra que los intereses reales van más allá de defender la Convención de Ginebra sobre el uso de Armas Químicas.