Estoy convencido de que todos poseemos grandes historias que contar; cada uno es el protagonista de su propia existencia, y algunos incluso trascendemos al convertirnos en héroes, ya sea en el seno familiar, en nuestro barrio, nuestra ciudad o incluso a nivel nacional. El secreto reside en realizar las tareas con un plus, un elemento diferenciador que nos permite destacar, convirtiéndonos en un ejemplo para algunos, y quizás para muchos más… Lo fundamental es dar el paso y actuar; pocos se atreven a romper con lo establecido para trascender la rutina diaria.

Conocí a Salvador Rodríguez en un fin de semana de entrenamiento ciclista. En un distrito apartado del bullicio urbano y la contaminación, donde se pueden realizar ascensos de montaña en bicicleta de ruta o por senderos rurales en bicicleta de montaña. Otros encuentran la satisfacción en la práctica del enduro o downhill, gracias a una geografía tan favorable. Mollebaya se ha convertido en un paraíso para los ciclistas arequipeños, quienes se reúnen en este entorno rural para entregarse sin reservas a su pasión por las dos ruedas.

En ese momento, Salvador tenía 15 o 16 años; aún estábamos en plena pandemia y compartía la misma pasión que los amigos con quienes nos reunimos ese día. Cursaba la secundaria, pero en sus días libres también practicaba ciclismo. Pocos sospechábamos la magnitud de su historia de esfuerzo, perseverancia y dedicación para progresar, no solo en el ciclismo, sino también en su carrera profesional, a pesar de las dificultades económicas que enfrentaba.

Tras ese encuentro, junto a los miembros de mi club, percibimos que Salvador era un excelente ciclista, y con el objetivo de formar nuevos talentos, lo invitamos a unirse a nuestro grupo. Desde entonces, es parte de los Biker's Team, un club de ciclismo que reúne a personas de entre 10 y 60 años, quienes entrenan o compiten a nivel aficionado en diversas modalidades, como ruta, MTB o enduro.

Un talento multifacético

Además de su talento ciclista, Salvador destacaba en sus estudios, ya que en esos días combinaba el ciclismo con sus estudios secundarios. Estudiaba en un prestigioso colegio subvencionado por el gobierno para impulsar el potencial de adolescentes brillantes, pero en situación de vulnerabilidad económica.

Un ejemplo a seguir

Ingresar a uno de estos Colegios de Alto Rendimiento (COAR) es complicado, ya que se requiere no solo provenir de un entorno humilde, sino también demostrar una gran capacidad intelectual. El Estado cubre todos los gastos para que los estudiantes desarrollen sus habilidades, obtengan el bachillerato internacional, accedan a becas universitarias y rompan el ciclo de pobreza que, en muchos casos, les impide crecer personal y profesionalmente. El compromiso es que esta educación de calidad sea aprovechada al máximo y transmitida a las nuevas generaciones.

Salvador, siempre amable pero decidido en sus objetivos, ha ido abriéndose camino, consiguiendo becas para estudios técnicos y posteriormente universitarios. Estos logros son el resultado de un arduo trabajo durante sus últimos años de primaria. Como él mismo dice, a veces se necesitan “golpes de vida” para enfocarse en lo que realmente importa, y es ahí donde comienza su verdadera historia de superación…

Momentos cruciales que cambian el rumbo

Dudo que la mayoría de las personas en el mundo, o incluso en nuestro país, tengan claro cómo actuar correctamente, cómo comportarse adecuadamente o cómo luchar para superar las adversidades que nos mantienen atados a la monotonía, la corrupción o el aislamiento.

Salvador lo tiene claro. Lo entrevisté después de conocer sus logros recientes. Actualmente, escribo para una revista de sostenibilidad y agricultura, y fue allí donde supe que Salva, como le decimos cariñosamente, había recibido un premio por un proyecto científico que promueve la minería responsable, reduciendo el consumo de agua y cianuro en la extracción de metales preciosos como el oro.

El proyecto de mi amigo utiliza pseudomonas, bacterias que ayudan a descomponer el material, disminuyendo el uso de sustancias contaminantes y optimizando el uso del agua para su reutilización en los procesos mineros.

Las lágrimas, el inicio de su transformación

Las personas resilientes y exitosas, en muchas ocasiones, han enfrentado momentos difíciles en sus vidas, ya sea a nivel emocional, económico o por cualquier otra circunstancia que las haya llevado al límite. Pero esas experiencias les han enseñado que todos podemos caer, pero solo los más determinados logran levantarse, reponerse y replantear su vida para seguir adelante; este es el caso de Salva.

Mientras desayunábamos, después de tomarle algunas fotos para el artículo que preparaba para la revista de sostenibilidad, descubrimos que su historia trasciende ese notable logro. Salva, a quien conozco desde hace años, proviene de una familia humilde, creció en un entorno rural, sin muchas comodidades, pero con el tiempo ha demostrado un crecimiento exponencial, demostrándose a sí mismo, a su familia y a todos que es un ejemplo a seguir, por lo que me pareció fundamental compartir su historia, con su autorización, por supuesto.

“No siempre fui un buen estudiante, era inquieto, a veces desobediente. En mi caso, una situación familiar me hizo cambiar. Lo llamo un golpe de realidad, pues recuerdo que en quinto de primaria, estudiaba en una escuela modesta y, aunque mi comportamiento no era el mejor y no comprendía el gran esfuerzo de mi madre por darme una educación, me atraía la música y quería unirme a la banda musical…”, recuerda mientras conversamos en un café del centro de la ciudad.

Lo que marcó su vida —cuenta— fue el día que recibió su boletín de calificaciones. Su madre se sorprendió al ver las malas notas. Además, pasaban por una crisis económica, pero el amor de su progenitora fue más fuerte que su decepción y, entre lágrimas de impotencia, decidió seguir apoyándolo y le compró el uniforme de la banda musical para que Salva pudiera participar.

“Me dolió mucho ver a mi madre llorar, a pesar de conocer mi comportamiento, ella decidió seguir creyendo en mí. Ese fue el punto de inflexión. No podía permitir que mi mamá volviera a sufrir por mí. Fue un gesto maravilloso, porque no teníamos recursos, y a pesar del sacrificio que significaba comprar ese uniforme, lo hizo. Ella siempre ha estado ahí para mí y mis tres hermanos y sigue cuidando de nosotros”, añade.

Salvador creció en Mollebaya, con su madre y su abuela, junto a sus hermanos. Es un distrito encantador, pero sin las comodidades de la ciudad. A unos 15 kilómetros de Arequipa, en esos años el distrito tenía muchas limitaciones y Salva debía trasladarse hasta Horacio Zevallos, donde se encuentra el colegio Divina Providencia de la Federación CIRCA (Círculos Sociales Católicos de Arequipa), que agrupa más de 30 colegios y albergues desde hace más de 60 años y fue fundada por el sacerdote italiano Carlos Pozzo en Arequipa, la cual apoya a personas de escasos recursos. Fue allí donde Salvador decidió destacar y luchar por sus sueños, superarse a nivel personal, mejorar su situación económica y luego contribuir al desarrollo del país, metas claras, aunque aún por concretar debido a su corta edad.

La innovación y las críticas

Salvador recuerda el día en que su madre decidió recompensarlo a pesar de sus malas notas, pero también recuerda la promesa que se hizo a sí mismo. Al año siguiente, demostró a su madre que podía mejorar, logrando el tercer puesto en su clase.

Ese progreso continuó durante la secundaria, hasta consolidarse como un estudiante sobresaliente.

Como suele ocurrir cuando alguien triunfa, aparecieron las malas vibras, los comentarios negativos y los chismes de quienes solo se dedican a criticar a los demás sin reflexionar sobre sus propias deficiencias. Eso también le sucedió a Salvador, pues sus logros fueron menospreciados por algunas madres que aseguraban que un cambio tan radical era improbable.

“Parte de mi progreso se lo debo a un profesor llamado Víctor Morales, quien siempre me inculcó la disciplina. Me di cuenta de que era para mi beneficio. En sexto grado comencé a mejorar mis calificaciones y mi actitud, obteniendo el tercer puesto en mi promoción. Claro que hubo críticas de algunas personas que decían que no me lo merecía, que era un mal estudiante, que mi pasado no me lo permitía…”, me cuenta durante nuestra conversación.

La única manera de acallar esas críticas fue cosechando más logros, lo que le permitió ingresar al Colegio de Alto Rendimiento de Arequipa, un centro educativo de nivel secundario que reúne a adolescentes talentosos de todo el país para que desarrollen su potencial y reciban una educación de alta calidad de forma gratuita.

Nuevas experiencias, nuevos triunfos en el COAR

Los Colegios de Alto Rendimiento (COAR) en Perú ofrecen a los adolescentes con habilidades sobresalientes una educación de calidad, equitativa y pertinente, enfocada en potenciar sus habilidades y fomentar su compromiso con el desarrollo local, regional y nacional. Es decir, se forman para convertirse en agentes de cambio, un compromiso asumido entre el Estado y los beneficiarios para contribuir al progreso generacional del país, ya que muchos de sus egresados estudian en prestigiosas universidades extranjeras o en las mejores universidades del Perú, gracias a las becas que obtienen.

Salva fue uno de los beneficiarios, gracias a su esfuerzo, talento y perseverancia.

“Tengo tres hermanos; soy el mayor, seguido de mi hermano de quince años, luego el de doce y finalmente el de diez. Vivíamos juntos hasta que ingresé al COAR. Me interné y, por motivos de estudio, tuve que mudarme a una vivienda cerca de la ciudad, y ahora que estoy en la universidad, un tutor me cuida y ya no vivo con ellos…”.

“Ingresé en 2021 y me internaron en el COAR porque está dirigido a jóvenes en situación de vulnerabilidad y te proporciona alojamiento, comida, artículos de higiene; en resumen, todo lo que necesitas, y lo único que debes hacer es estudiar para obtener el bachillerato internacional. En Arequipa, se puede acceder desde el cuarto año de secundaria”, explica.

“Nos preparan en cuarto y quinto de secundaria para los exámenes internacionales, para que podamos optar por el bachillerato internacional. Estos exámenes llegan sellados del extranjero y se abren durante el examen. Es una prueba universal. La ventaja de este bachillerato es que nos abre puertas tanto en el país como en el extranjero”, afirma.

Además de la excelente educación, para Salva, lo mejor de esta etapa fue el desarrollo de habilidades como la resiliencia, la empatía y la capacidad de convivencia, ya que no todos compartían las mismas costumbres.

“Al final del año, cuando todos éramos muy amigos, las conversaciones se prolongaban hasta la medianoche, o incluso más… Entre bromas y recuerdos, esas experiencias quedarán grabadas en mi memoria. También nos recalcaban que, al terminar el colegio, teníamos que contribuir al cambio en el país, no solo a nivel personal o familiar, sino también a nivel social, para que más personas tengan acceso a las oportunidades que nosotros tuvimos”, añade.

Un futuro prometedor

El objetivo del COAR es claro: impulsar el desarrollo del país, y poco a poco se están viendo resultados. Esa es también la meta de Salva. Actualmente, su prioridad es lograr estabilidad económica para su familia. Sin embargo, con el tiempo, a medida que adquiera más conocimientos, desea dedicarse a la política. Quiere generar un cambio real en áreas donde muchos han fracasado.

Siempre han existido promesas políticas y populismo, que en el país a menudo están relacionados con la corrupción, pero él quiere empezar por generar un cambio positivo en su barrio, Mollebaya. Quiere demostrar que, incluso en un entorno rural, con una buena gestión, se pueden lograr grandes cosas.

Durante su tiempo en el COAR, también se acercó al deporte, especialmente al ciclismo. Comenzó a participar en 2022 y poco a poco fue saliendo con grupos de ciclistas. Le encantaba salir a montar bicicleta porque los paisajes son únicos, algo que no se puede apreciar en la ciudad, donde la contaminación lo cubre todo. No es lo mismo disfrutar del aire fresco del campo que estar en la ciudad.

Con el tiempo, tuvo la oportunidad de competir en diferentes torneos de ciclismo y unirse a un club, los Biker's Team, con quienes compartió experiencias inolvidables y la camaradería que impulsa a seguir adelante. Para Salva, se convirtió en una segunda familia; la motivación de personas desconocidas es invaluable, ya que todos se animan mutuamente a mejorar.

Lamentablemente, el COAR es un internado y entrenar en un centro de alto rendimiento mientras estudiaba fue difícil. Solicitó permisos al colegio, pero no fueron aprobados, ya que la prioridad es el rendimiento académico. Él lo entiende y por eso tuvo que detener sus entrenamientos por un tiempo. Luego, retomó el ciclismo y ganó varias competencias regionales y provinciales. Pero nuevamente hizo una pausa para concentrarse en sus estudios en el instituto y la universidad, lo cual es un reto, ya que cursa dos carreras simultáneamente.

Dos becas, dos especialidades

Hoy en día, el tiempo es su principal obstáculo, ya que debe administrarlo cuidadosamente al tener que dejar el ciclismo para dedicarse por completo a sus estudios. Gracias a sus trabajos de investigación y su destacada participación en eventos académicos, obtuvo dos becas: la primera para estudiar Gestión y Mantenimiento de Maquinaria Industrial a nivel técnico superior y la segunda para estudiar Ingeniería Industrial.

Su profesor lo animó a estudiar una carrera técnica y le recomendó el instituto TECSUP, reconocido por su alta calidad en Perú. A un mes de su recomendación, recibió un correo electrónico invitándolo a participar en un concurso para jóvenes líderes innovadores. Decidió participar y desarrolló su primer proyecto, “Cycleplay”, que combina ejercicio físico con videojuegos.

Llegó el día de la final, y aunque no esperaba ganar, presentó su proyecto. No se hacía muchas ilusiones, ya que vio que otro grupo de su colegio había realizado un excelente trabajo. Cuando anunciaron los resultados, pensó que había perdido. Pero al final, mencionaron que el primer lugar era para su colegio y, para su sorpresa, anunciaron a “Cycleplay” como ganador. Saltó de alegría y fue a recibir su premio. Poco después, se acercó el director comercial de TECSUP, quien le informó que los ganadores recibirían becas. Le gusta pensar que todo se alineó para que pudiera formarse en este centro de estudios.

“Cycleplay” es un sistema que integra el ciclismo estacionario con videojuegos. La idea era que los jóvenes, que suelen ser sedentarios, pudieran hacer ejercicio mientras jugaban, evitando el sedentarismo. Para ello, adaptó una bicicleta estática con sensores conectados a un videojuego. Si se dejaba de pedalear, el videojuego se detenía. Esto se implementó usando Arduino, y se enfocó principalmente en juegos de carreras.

Un año después, gracias a su buen desempeño en el COAR, Salva obtuvo una beca completa en la Universidad Tecnológica del Perú, donde cursa su primer semestre de Ingeniería Industrial.

Esta primera experiencia en investigación lo motivó a participar en otros concursos en TECSUP, como la Hackathon y el Reto Verde. Aunque están dirigidos a estudiantes de niveles avanzados, participó desde el primer ciclo y ganó. Esto sorprendió a muchos, ya que apenas comenzaba sus estudios y ya ganaba concursos nacionales. Después, participó en el Innovation Challenge y obtuvo el primer lugar en Arequipa. Este concurso tendrá una fase nacional y los ganadores realizarán pasantías en Colombia, Estados Unidos o donde decida América Solidaria, la organización a cargo.

Minería sin agua

Su proyecto, “Aqua Free Mining”, se centra en la minería sin agua, buscando reutilizar y recuperar la mayor cantidad de agua posible. Tiene tres enfoques: primero, la digitalización, creando modelos dimensionales para una mina inteligente; segundo, la biotecnología, usando pseudomonas para degradar minerales y recuperar agua en un circuito cerrado; y tercero, la combinación de ambos para promover la sostenibilidad. Está investigando las pseudomonas más efectivas junto con una compañera colombiana, Angie Farfán, especialista en biotecnología. Está enfocado en la posibilidad de financiamiento y el avance de su proyecto, que se probará en Colombia, donde espera viajar gracias al apoyo de la universidad de su compañera.

Sin duda, la historia de Salvador demuestra que con perseverancia, esfuerzo y determinación se pueden lograr grandes cosas, comenzando por la superación personal, para luego convertirse en un líder o simplemente en el héroe familiar o comunitario que todos anhelamos ser y que todos apreciamos.