Desde el 28 de febrero hasta el 6 de marzo, Cartagena de Indias se convertirá en la capital cinéfila de Colombia gracias a la versión número 58 del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI). Desde hace ya unos años, el FICCI ha ido recuperando su lugar en el panorama cinematográfico de Iberoamérica y del mundo, como lo demuestran los más de 28 estrenos de nivel mundial, internacional e iberoamericano, de cintas que vienen de Cuba, Costa Rica, México, Alemania, Chile, Colombia, además de otros países. Este interés de estreno no es gratuito, es algo que cuidan los creadores, como lo señala Pedro Adrián Zuluaga, jefe de programación del festival: «El lugar donde comienza las películas es muy importante», y permite ver que la ciudad colombiana es un buen lugar para empezar a recorrer salas de cine.

Desde 2014, esta labor de recuperación del FICCI ha estado a cargo del grupo liderado por Diana Bustamante —directora artística—, quien invitó ese año a Pedro Adrián a ser parte del equipo. Él destaca que desde entonces la actitud de salirse de lo común para explorar, para incomodar y para aprender se ha radicalizado. «Llevamos tres años empezando con películas de directores muy jóvenes: Los nadie de Juan Sebastián Mesa, El silencio de los fusiles, de Natalia Orozco, y The Smiling Lombana (de Daniela Abad)», señala Zuluaga, quien considera que esta decisión es arriesgada y demuestra esta intención de hacer ruido y salirse del statu quo. A su vez, eso es lo que ellos buscan en los títulos que presentan.

Esta radicalización del FICCI también lleva a otros debates, como de lo que se puede entender por cine nacional. «Considerar como colombiana una película que es dirigida por un alemán de madre colombiana, filmada en la frontera entre Brasil y Colombia —en toda esa frontera amazónica—, hablada en portugués, significa que no creemos en esas fronteras fijas, no creemos en que un cine nacional tenga estar determinado por un territorio o una lengua, sino que hay algún tipo de gesto ahí que hace que la película nos pertenezca también», afirma Zuluaga. Por eso, varias cintas colombianas provienen de diferentes partes del mundo o se han hecho en colaboración con otros países, como es el caso de La torre (Colombia-México) de Sebastián Múnera o El susurro del jaguar (Colombia-Brasil) de Simon(è) J. Paetau y Thais Guisasola. Esto implica que los temas y narrativas sean igual de variados, mostrando que el cine colombiano no tiene un solo camino o tema posible.

Y es que cada vez se hacen más películas en el país o los colombianos hacen más cine. En el 2017 hubo 40 estrenos nacionales en cartelera, algo que sorprende cuando hace 10 años podían ser 2 o 3. Esta proliferación de obras cinematográficas ha revelado otro problema en la industria colombiana: no hay salas ni festivales suficientes. La gente trabaja fuerte para sacar adelante sus películas y termina descubriendo que «estrenarlas es más difícil que hacerlas», como dice Pedro Adrián. «Para la competencia colombiana miramos alrededor de 60 títulos», de los cuales solo quedaron siete. En total, para el festival se consideraron 1600 películas, de las cuales se eligieron 140.

El FICCI también se interesa por la actualidad de Colombia en la paz, por eso el año pasado abrieron un programa especial llamado La guerra y la paz, que presentaba algunas cintas sobre conflictos internos en diferentes partes del mundo. Esta idea surgió tiempo después de que el No ganara en el plebiscito que certificaba los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC, y por el que muchos representantes del ambiente cultural mostraron un apoyo. La acogida del programa fue tal que este año lo mantuvieron, pero cambiaron el tema a discutir, al igual que Colombia ya pasó a otro punto de discusión. Por eso la selección consta de «películas sobre sociedades en conflicto, y cómo estas se resisten, se relacionan con la memoria e intentan reconstruirse», afirma Zuluaga. Se busca ver cómo se retorna o se refuerza la democracia en lugares que pasaron por dictaduras o guerras. Entre las cintas que se proyectarán están las cintas españolas Informe general sobre unas cuestiones de interés para una proyección pública, de Pere Portabella —que habla sobre lo vendría luego de la dictadura de Franco— y Ta acordaba ba tu el Filipinas?, de Sally Gutiérrez Dewar —la cual mira un país que ha sido colonia española y estadounidense—.

Otra línea que explora en FICCI lleva a lo monstruoso, esa manera de salirse de lo común. Por eso hay películas como la francesa Caniba, de Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel. Indaga en la historia de un japonés que en 1981 se comió a una joven holandesa en París; o la cinta Mrs. Fang del director chino Wang Bing, que muestra los últimos momentos de una persona en su lecho de muerte. Estas dos cintas hacen parte de la sección de Gemas, en la que se incluyen piezas cinematográficas que no pueden estar en competencia al no ser iberoamericanas, pero que merecen un lugar en el festival. Pedro Adrián Zuluaga confiesa que le gustaría contar allí con La forma del agua, de Guillermo del Toro, largometraje nominado al Oscar que encarna ese concepto del monstruo, de lo diferente y de nuestras posibles relaciones con ello.

A su vez, Zuluaga habló de la película chilena Una mujer fantástica, nominada a mejor película extranjera en los premios de la Academia, en la que se muestra el trato de la sociedad a las personas transgénero, desde el amor hasta el rechazo. Sebastián Lelio, director de la cinta, ya ha estado presente en el FICCI con otras dos obras: El año del tigre y Gloria.

La película que sí estará en Cartagena, y está compitiendo en los premios en Los Ángeles, es The Florida Project, de Sean Baker, por la que fue nominado Willem Defoe a mejor actor de reparto. Una cinta que explora la vida de los hospedajes de la Florida que quedaron en el olvido luego de que Disneyworld abriera su propio hotel, y empezaron a convertirse en el hogar de quienes no tenían muchas otras alternativas.

El FICCI contará también tendrá tres diferentes tributos: a las actrices Tilda Swinton y Maribel Verdú, y al director francés Bruno Dumont. Cada uno tiene un origen particular y sus propias razones, pero en todos salta a la vista la extensa e importante trayectoria. «Los tributos se piensan durante mucho tiempo, son como listas de sueños». Para la versión 58 se logró que ellos tres estén presentes, además del actor Owen Wilson. A lo anterior, se le suma el programa dedicado al cine español entre el 2007 y el 2017, en el que se presentarán 12 películas, como Expo lío ‘92, El jurado o Sueñan los androides.