Deseo sincerarme ante mis lectores: en los análisis que he efectuado acerca del conflicto árabe israelí he tratado de ser ecuánime y por supuesto que trataré de seguir en ese enfoque. Me interesa colaborar en la superación de ese conflicto. Hablemos de que implica el tratar de ser ecuánime.

El término ecuanimidad, de acuerdo al diccionario español, hace referencia a la «imparcialidad de juicio» y a la «igualdad y constancia de ánimo».

Si bien en el análisis sociopolítico y/o en el de cualquier fenómeno que implique una situación conflictiva no es posible la plena «objetividad», dado que todos tenemos un bagaje cultural, ancestral, emocional, de valores y así sucesivamente, lo que sí es posible es tratar de ser ecuánime en el análisis.

Requisitos para aplicar la ecuanimidad

Desatacaremos dos que, en la práctica, como veremos, están integrados. El primer requisito para la ecuanimidad es tener como norte colaborar a la solución del conflicto, lo que sólo es posible incluyendo y validando a ambas partes. Ello implica elegir el no buscar «culpables» sino más bien buscar salidas que permitan romper el «círculo vicioso de culpabilidades» que son parte de los diversos conflictos.

Los simples hechos de un conflicto, sin carga emocional alguna, sino como hechos en sí, son indispensables para formarnos una idea del contexto del conflicto o fenómeno que se analiza. Ello no obsta el reconocer los errores y responsabilidades que desde los simples hechos dan contexto al conflicto o al fenómeno en análisis, de manera de entenderlo con el objetivo de buscar salidas al mismo.

El segundo requisito es entender lo que significa la «inclusión» que forma parte del primero. En este caso, entenderemos por incluir el legitimar al otro/a como un legítimo otro/a existencial. No solo lo acepto: lo incluyo en su legitimidad dentro de las características que tiene.

Cuando el otro/a es una persona, la inclusión en la práctica se traduce en determinadas actitudes conductuales que nos acercan a mantener una acción inclusiva en nuestra relación con los demás. Podemos distinguir las siguientes:

  • Escuchar
  • Escuchar sin interrumpir
  • Empatizar (conectarse con el otro/a)
  • Retomar temas pendientes
  • Trabajar en descubrir nuestros esquemas mentales rígidos o demasiado ideologizados
  • Entender lo mejor posible lo que me desean transmitir
  • Preguntar

En definitiva, si alguien piensa u opina diferente a mi visión acerca de algún tema, investigar, averiguar en qué se basa su visión, preguntar. Darme el tiempo para profundizar. No defendernos ni procurar convencer de algo al otro/a.

Ahora bien, siguiendo con aspectos prácticos: ¿Cómo incluyo al otro/a (u otros/as), reconociéndolos en su legitimidad en sus errores y horrores, en sus virtudes y defectos, en sus limitaciones y posibilidades?

La inclusión

La unidad esencial que implica la inclusión pasa por legitimar existencialmente. Legitimar es validarlo en sus características. La inclusión no implica ingenuidad o idealización sino conocimiento, sea del otro/a, del grupo social (familia, país, organización) y/o conflicto internacional si deseo «hacerme cargo» de colaborar en su solución, al menos como actitud mental.

Del otro/a como legítimo/a otro/a

Ilustremos este aspecto en la práctica: cuando pienso en alguien que comete delito: lo legitimo en su experiencia y en su responsabilidad social y humana lo que se traduce en aceptar que su experiencia puede ser el tener que pagar social y humanamente por sus delitos y en lo posible recuperarse, siendo todo ello parte de la necesaria validez de ese otro/a. Ello conlleva su dolor, que puedo saber compadecer, así como el dolor de sus víctimas que también compadezco. Y si puedo asisto.

El aprendizaje de la persona que comete delito, está en su dolor y en su capacidad de superación de aquello que lo llevó a delinquir, junto a las reales posibilidades de todo tipo que lo ayuden a superar su problema (Terapias, reinserción social, etc.). Así funciona la inclusión.

Del conflicto

Pensando en un conflicto, entonces, la ecuanimidad es una combinatoria entre la intensión de ayudar a colaborar hacia la solución del conflicto y en incluir a ambas partes en cualquier análisis y/o propuesta. Al incluir a las partes lo hago reconociendo la legitimidad de ambas en el conflicto, sus posibles errores y horrores asumiendo que ambas tienen que pagar el costo que significan y que han significado con la idea de priorizar el encontrar una salida.

Podemos distinguir diferentes tipos de conflicto: personales, familiares, institucionales, internacionales. Todo conflicto tiene sus orígenes y su contexto como desarrollo del mismo en el tiempo, de acuerdo a los simples hechos que lo han caracterizado.

Cualquiera sea el origen y su contexto la solución o el aporte a la posible solución, pasa por incluir a ambas partes. Según la naturaleza del conflicto puede haber errores y horrores producto de dichos errores. Una guerra que puede nacer de un «error» de alguna de las partes, suele generar «horrores» que son inaceptables para quienes anhelamos un mundo mejor. En este aspecto sin duda hay un aspecto subjetivo que es el sostener principios éticos y valóricos que se relacionan con la formación, pertenencias y cultura de cada cual. Toda superación de un conflicto pasa por priorizar lo que es ético y preferible de acuerdo al bien común y a la situación vigente para ambas partes.

Es importante saber reconocer y aceptar priorizando superar el conflicto, que hay aspectos del mismo que no son posibles solucionarlos de manera inmediata y que deben ser reconocidos por ambas partes como tema pendiente, cuya solución por el momento, no es posible.

En el marco de las conversaciones para superar un conflicto, debe evitarse y no aceptar que surjan condiciones «rígidas y no transables» por ninguna de las partes. Ejemplo: Un conflicto como el árabe israelí que lleva decenas de años y que se mantiene en «estado de guerra permanente con cese de fuego», no es éticamente aceptable, ni para las partes involucradas ni para el resto de la comunidad internacional.

El lema que podría servir para una acción internacional que obligara a ambas partes a tomar un acuerdo para superar el conflicto sería: Un mal acuerdo, aunque no convenza ni deje conformes a ninguna de las partes del conflicto, es preferible a una guerra permanente.

Después de firmado un acuerdo base, viene la etapa de llevarlo a la práctica, tomando las medidas inmediatas y programando el proceso de solución de aquellos temas que quedan pendientes. En los casos de conflictos entre países o pueblos la acción de otros países con ascendiente en ambas partes tanto en el acuerdo o tratado de paz como en hacer viable la concreción de ese acuerdo es fundamental. Normalmente quienes están involucrados en el conflicto no están capacitados por sí solos para llegar a acuerdos: necesitan de ayuda y de «presión externa» para que ello sea posible.

Conclusión

La ecuanimidad en cualquier análisis lleva consigo la intensión de superar el conflicto que subyace en el fenómeno analizado. La inclusión es una actitud mental y vital que implica legitimar a quienes son diversos, a quienes están en conflicto, a quienes cometen errores en sus vidas. Todo ello reconociendo y aceptando la experiencia de vida que cada cual ha de realizar.