I

El resultado electoral del pasado domingo 4 de febrero no era del todo inesperado. Las encuestas habían prendido las luces. Claramente estaba definido, en esos últimos quince días, Fabricio Alvarado como uno de los posibles finalistas. Había incertidumbre y discusión analítica, de distintos signos, sobre quién le acompañaría. No era sorpresivo el ascenso de Carlos Alvarado. Ya venía subiendo. Era el candidato oficial, del Gobierno, del partido gobernante, y frente a Fabricio Alvarado se perfilaba poco a poco como la alternativa «progresista». Esto sin lugar a dudas le potenciaba como un finalista.

La subibaja del acompañamiento, de Fabricio Alvarado, se la disputaban Juan Diego Castro, que también las encuestas le hicieron caer en la última semana descartándolo, Antonio Ávarez, que se mostraba nervioso, poco seguro y convencido de un final feliz, Rodolfo Piza, que no pudo articular al final un perfil de estadista, cayendo en las trampas de la provocación que le hicieran Rodolfo Hernández y el mismo Antonio Álvarez, desestabilizándolo de su mesura y prudencia y de su zona de confort donde iba subiendo aunque lentamente, y el mismo Carlos Alvarado, que pudo apropiarse de ese escenario, atrayendo, a la fuerza, a los «asustados» del auge que había tomado Fabricio Alvarado, incluso llegando a desmovilizar a votantes, políticamente conscientes, militantes de izquierda, y progresistas de otros partidos, que le contribuyeron con sus votos el 4 de febrero.

La organización de los debates llamados finales no contribuyeron a fortalecer a ninguno de estos candidatos. Fabricio Alvarado por su parte logró remontar en estos últimos debates, izando banderas «ecuménicas», tratando de no «asustar» con sus posiciones radicales, y en los últimos días de la campaña mostrando flexibilidad y tolerancia frente a los grupos de la diversidad, manifestando su reconocimiento real, y hasta de aceptación del reconocimiento católico del Estado costarricense, sin que esto le alarmara o llegare a afectar religiosamente.

El resto de los candidatos había quedado relegado sin ninguna posibilidad de acercarse al grupo delantero.

Los candidatos, excepto Carlos Alvarado, Edgardo Araya y Jhon Vega, se cubrieron por el manto de la defensa del matrimonio hombre-mujer, sin aceptar el matrimonio igualitario como se estaba proponiendo y como se desprendía de la Respuesta de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a la Consulta que hiciera el Gobierno de la República.

En esa defensa a ultranza del matrimonio tradicional y religioso, los candidatos abogados fueron flojos, timoratos, y forzadamente se plegaron a las tesis de Fabricio Alvarado, sin poderle quitar esa bandera, ni pellizcarle votos. Flojos y casi contradictorios en cuanto a la obligatoriedad del Fallo judicial, que decían no aceptar en su contenido, pero que tratarían de ver cómo se podría implementar, produciendo la sensación de que actuarían para «no» implementarlo.

Ante la amenaza de Fabricio Alvarado de abandonar el Sistema Interamericano de los Derechos Humanos, al pretender salirse de la Corte, también fueron flojos. El menos flojo, pero débil, en la defensa de quedarse en la Corte Interamericana, fue Rodolfo Piza.

Las posiciones de estos candidatos parecía, y se sentía, más oportunista, calculista, caza votos, que sincera, como sí se sentía sincera la posición de Fabricio Alvarado en su lucha, aspecto que también pesa en la percepción de los votantes y en la seguridad que buscan de la actuación de los candidatos. Fue más clara que ellos Stephanie Campos quien, sin ambages, siendo candidata del partido cristiano Renovación Costarricense, dijo que aceptaría y acataría el Fallo de la Corte, aunque ella era partidaria del matrimonio tradicional religioso.

Y fue contundentemente claro, frente a la Resolución de la Corte, el Obispo San Casimiro cuando manifestó que ese Fallo no tenía ninguna trascendencia para la Iglesia, porque la Iglesia seguiría haciendo los matrimonios como los hace. Esta tesis nadie, ningún partido político, la acogió con fuerza, y por el contrario la Conferencia Episcopal la frenó e hizo callar al Obispo San Casimiro en este aspecto.

A todo esto sumaba que las encuestas habían determinado que poco más del 60% de los costarricenses no están de acuerdo con el matrimonio igualitario, lo que era un insumo a las urnas a favor de Fabricio Alvarado, atrayendo para sí votantes católicos identificados con él en este asunto moral religioso.

La gran manifestación del 3 de diciembre fue el campanazo de salida. El conocimiento de la Respuesta de la Corte, el 9 de enero, produjo el adelantamiento en el pelotón de candidatos de Fabricio Alvarado. De allí en adelante todo fue finamente llevado a favor de su candidatura y de su éxito electoral. Sus estrategas de la campaña lo supieron hacer y bien.

El tema de la corrupción, asociado al escándalo del «cementazo» fue opacado por la Respuesta de la Corte Interamericana al Gobierno, poniendo de relieve la «defensa de la familia», que levantó la ola de votos que terminó manifestándose en apoyo electora hacia Fabricio Alvarado y sus diputados.

El esfuerzo que hicieron algunos diputados de mantener trabajando la Comisión Legislativa, durante el mes de enero, en otros «escándalos de corrupción», no tuvo efecto alguno, ni siquiera para los partidos que en esa Comisión están representados, como hasta esta fecha tampoco se siente esa Comisión, ni durante las próximas semanas pesará para el resultado final del Domingo de Resurrección, cuando se defina quien será el Presidente de la República, entre Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado.

El impacto emocional del primer resultado electoral paralizó a esos actores políticos de la Comisión Legislativa. Y los temas que tienen entre manos no afecta ni a Fabricio Alvarado ni a Carlos Alvarado, ni a sus partidos. Podrían afectar más a Liberación Nacional que a cualquier otro partido político, ¿pero, convendrá, en este momento, darle palo a Liberación Nacional, cuando hay que concentrar las baterías en orientar de mejor forma, a los próximos votantes del Domingo de Resurrección, en saber escoger por quién votar, que sea el «mejor» para el país y el pueblo costarricense?

II

Si los costarricenses tienen quejas y reclamos, si están hastiados de la corrupción institucional, política y administrativa, si tienen el peor de los conceptos de la Política, de los Políticos, de los Partidos Políticos, de los Diputados y de la propia Asamblea Legislativa, del Gobierno y de las autoridades públicas e institucionales en general, el último de los llamados «debates» de candidatos fue la cereza del pastel.

Este «debate» solo sirvió, por sus preguntas, y por la forma de conducirse, para extraer lo peor de la imagen de los candidatos, para enlodarlos y para meterlos en un chiquero. Casi todo el cuestionario estaba orientado a buscar lo negativo, lo feo, las peores cosas que se les podía exhibir y en las que se les podía evidenciar como ejemplos de esa imagen que los costarricenses repudian de los «políticos».

En nada contribuyó este «debate» a fortalecer el conocimiento, de cada uno de los candidatos, con relación al mejor dominio de los problemas nacionales y de sus posibles soluciones. Contribuyó, eso sí, a debilitar el sistema democrático y electoral nacional en su percepción e imagen, porque logró exhibir bajas pasiones, cosas negativas y «aparentes escándalos» con los que se trataba de enlodar, o ensuciar, a los candidatos. Parecía que a todos los querían comprometer en esta mala imagen. Cualquier actitud hacia no votar después de ese último “debate” podía resultar absolutamente válida.

En este último «debate» el que mostró su peor faceta fue, a mi modo de ver, el Dr. Rodolfo Hernández. Cuando vi su comportamiento no pude dejar de pensar, asociativamente, lo siguiente: en el 2014 se retiró de la candidatura presidencial, a pocos días de que se cerrara el plazo de inscripción de candidaturas ante el Tribunal Supremo de Elecciones. Esa jugada, de ese retiro intempestivo, pensé al verlo actuar, fue para dejar al Partido Unidad Social Cristiana fuera de las elecciones en el 2014. Era como si estuviera viendo con claridad esa película. Era una jugada turequera, en ese momento 2014, con la finalidad de favorecer, en esa campaña, a Liberación Nacional.

Pero, de nuevo, actuaba el mismo personaje. Durante toda esta campaña su objetivo fue atacar a Rodolfo Piza, de proclamar que su partido de tres años de existencia, era la mejor, la única y auténtica representación del social cristianismo nacional. Toda su participación estuvo orientada a enfrentar y desacreditar, hasta donde pudo, a Rodolfo Piza y al Partido Unidad Social Cristiana, obviamente, con el resultado en esa confrontación, de favorecer, de nuevo, a Liberación Nacional, que se percibía como el partido político que iba a disputar la Presidencia con mayores posibilidades. De nuevo este último “debate” me presentó a este candidato y su partido como una tureca del viejo estilo que funcionaban en las décadas de los 60s y 70s. Así lo percibí.

III

¿Qué nos dejó la campaña electoral en su primera fase? Un cuadro político novedoso. Veamos.

1.- Hasta el 2014 a nivel de las elecciones presidenciales solo los partidos Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana había ejercido el dominio del Poder Ejecutivo. De allí el llamado bipartidismo nacional. En el 2014 entró, como una nueva fuerza gobernante el Partido Acción Ciudadana, que en esta elección ponía a prueba su vigencia gubernativa. Se inició una etapa tripardidista, donde tres partidos habían gobernado el país.

Al arrancar la campaña estos eran los partidos que parecían ser los que estarían en el centro de la disputa, sin mayores trabas.

La Unidad Social Cristiana venía de estar afuera del Poder Ejecutivo por tres gobiernos, desde el 2006, 2010 y 2014, sin desaparecer después de la crisis que sufrió por los juicios contra los expresidentes, pero en relativa recuperación especialmente en la presidencial del 2014 y en las elecciones municipales del 2016, y como se refortaleció en esta campaña del 2018. En estas tres campañas lo hizo con la presencia del liderazgo de Rodolfo Piza.

Liberación Nacional tan solo estaba fuera del Gobierno un período, después de que había gobernado dos seguidos, el 2006 y el 2010. Su reto recuperar el Poder Ejecutivo. Bien podía perderlo como sucedió, repitiendo la doble pérdida de gobierno que ya había experimentado en 1998 y en el 2002. De aquella doble derrota se recuperó. El punto hoy, es ¿se recuperará, de igual modo, en las siguientes elecciones nacionales en el 2022?

La experiencia de la derrota del 2014 los llevó a un esfuerzo organizativo tremendo que culminó con el éxito de las elecciones municipales del 2016, cuando sin ser gobierno, lograron dominar casi 50 alcaldías de las 81, tan solo perdiendo 10 de las que tenían cuando fueron gobierno en el 2006 y en el 2010.

La derrota de estas elecciones, que los dejó por fuera de disputar el Poder Ejecutivo, le plantea el reto indudable a Liberación Nacional de no desmejorar en las elecciones municipales del 2020, como lo hicieron en el 2016, como antesala de las elecciones nacionales del 2022.

El Partido Acción Ciudadana tenía el mayor de los retos políticos. Mantenerse en el Gobierno. Todos los partidos con sus candidatos presidenciales, de hecho, tenían por propósito desplazarlo del Poder Ejecutivo. Hasta ahora tiene esa posibilidad con la entrada en la segunda vuelta de Carlos Alvarado.

La acción de gobierno no se ha hecho sentir políticamente. En las elecciones municipales del 2016 apenas eligieron menos de 12 alcaldías siendo gobierno. La buena imagen lograda en el enfrentamiento a las calamidades naturales que hemos sufrido, ni la clasificación al campeonato mundial de fútbol en Moscú, fue suficiente para salir más airoso.

En esta campaña no se sintió la acción del gobierno de cuatro años de políticas públicas. Los últimos meses el gobierno sufrió un desquebrajamiento y una pérdida de buena percepción en la imagen de su Presidente, como del Gobierno mismo. El escándalo del “cementazo” lo pringó por todo lado, así como dañó la imagen de los tres Poderes de la República. El candidato oficial, Carlos Alvarado, ha sido heroico en su campaña, en dar la cara por “continuar el cambio iniciado por Luis Guillermo Solís y por Acción Ciudadana”.

El resultado de la campaña fue el desplazamiento de la Unidad Social Cristiana y de Liberación Nacional de ser finalistas en la lucha por el dominio del Poder Ejecutivo. Esta es la primera vez que le sucede a Liberación. En los dos procesos anteriores de segundas vueltas, en el 2002 y en el 2014, Liberación estuvo en la final. Ahora no.

2.- El desplazamiento de Liberación Nacional y de la Unidad Social Cristiana introdujo al Partido Restauración Nacional como parte de los partidos que disputan la final y con posibilidad enorme de que pueda ejercer el próximo Gobierno. Si así sucediera, ¿estamos a las puertas de un tetra partidismo, donde cuatro partidos alternarán el Poder Ejecutivo a partir de esta campaña?, o ¿se inicia una nueva etapa entre Acción Ciudadana y Restauración Nacional, si ganar este último la Presidencia de la República?, o, ¿se inicia el principio del fin de Liberación Nacional especialmente?

De ganar Restauración Nacional estas elecciones queda en mejor posición que Acción Ciudadana en el 2014, al menos con 14 diputados, uno más que Acción Ciudadana en el 2014, pero con mayor posibilidad parlamentaria de llegar a acuerdos, al menos con Liberación Nacional, que eligió 17 diputados, con lo cual entre ambos logran 31 diputados, suficientes para controlar plenamente la mayoría parlamentaria de 29 diputados, de elegir todo el Directorio y de nombrar todas las Comisiones Legislativas como quieran. Esto por cuanto Restauración Nacional no es un partido, ni su dirigencia lo es, de tradición anti liberacionista. Por otra parte tienen más áreas de convergencia en temas fundamentales de la economía nacional y del desarrollo del país. Restauración no tiene un modelo de desarrollo económico del país como lo tiene Liberación Nacional, y por ello no antagoniza en este sentido con este Partido, que se le puede convertir en su columna vertebral de gobierno en este campo.

En este período político, que termina el 30 de abril, Liberación Nacional y Acción Ciudadana a nivel parlamentario tuvieron esa misma oportunidad, con 19 y 13 diputados respectivamente, pero no pudieron establecer ningún puente en esa dirección, entre otras cosas por su diferente visión del desarrollo y del modelo económico y político nacional.

Esta fuerza institucional no la tuvo Acción Ciudadana hace cuatro años, porque era una fuerza política muy anti liberacionista, lo que no es Restauración Nacional.

En estas condiciones podrían reeditar, si lo llegaren establecer por acuerdo político, el pacto bipartidista parlamentario que tuvieron hasta 1994 Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana. Esto supondría un realineamiento político e ideológico de Liberación Nacional. ¿Más a la derecha? ¿Estarán dispuestos en ese partido para este cambio?, ¿o ya se ha iniciado desde la renuncia de Johnny Araya y su alianza estratégica con los cristianos, para la alcaldía, y con el retorno de Johnny Araya a Liberación Nacional, su imposición del quinto lugar en la lista de diputados de San José de un cristiano, y la alianza de Antonio Alvarez con Renovación Costarricense para llevar a la Presidencia Legislativa a un diputado cristiano, así como la presencia de estas corrientes de pensamiento religioso en las altas esferas de la dirigencia liberacionista?

3.- El Partido Liberación Nacional elige en esta ocasión, de nuevo, la mayor cantidad de diputados 17, uno menos que en el 2014. El Partido Unidad Social Cristiana aumenta sus diputados a 10, con posibilidad de llegar a once, cuando termine el análisis de las papeletas, según se ha informado. El Partido Acción Ciudadana reduce sus diputados a 10, de 13 que tenía. Lo que era esperable. Restauración Nacional aumenta de 1 a 14 diputados por el gran impacto de su candidato presidencial, convirtiéndose en el segundo partido en importancia numérica de la Asamblea Legislativa.

Si un diputado cristiano, o un pequeño grupo de ellos que no ha pasado en su conjunto, de varios partidos, de seis, pueden obstaculizar el trámite legislativo, los 14 diputados electos, sin lugar a dudas, se convertirán en grave factor de aprobación o de rechazo de proyectos de ley. En grave situación estarán los temas relacionados con Derechos Humanos de nueva generación y los Derechos Humanos de las minorías.

4.- El Partido Integración Nacional vuelve a la Asamblea Legislativa con 4 diputados, entre ellos su fundador, que fue diputado en 1998.

5.- El Partido Republicano Social Cristiano, entra por primera vez a la Asamblea legislativa con dos diputados.

6.- El Partido Movimiento Libertario sufre una enorme derrota, al no elegir ni un diputado, después de que llegó a tener 10 diputados en el 2010, y de haber llegado a ser una fuerza política determinante. La derrota de su candidato Otto Guevara aún no lo sepulta políticamente. Ya anunció su permanencia pública con espacio en medios de comunicación.

7.- El Partido Alianza Demócrata Cristiana, que postulaba al diputado Mario Redondo, no elige diputado. El esfuerzo del partido provincial, del 2014, sucumbió en la constitución del partido de carácter nacional, en el 2018, ante el arrastre de sus simpatizantes hacia Restauración Nacional quien logró apropiarse de las banderas de los grupos cristianos en general. Por ello también sucumbió el Partido Renovación Costarricense, que teniendo la Presidencia de la Asamblea Legislativa, no supo traducirla y proyectarla en mejorar su proyecto partidario. De igual modo, la fuerza irresistible de Restauración Nacional le quitó la base de apoyo a Renovación Costarricense, como fuerza política cristiana.

8.- El Partido Accesibilidad sin Exclusión, que había logrado mantener un nicho parlamentario, no pudo sostenerse ante el impacto de Restauración Nacional, y por el deficiente desempeño de su diputado estrella Oscar López, también candidato presidencial.

9.- El Partido Nueva Generación, en su segunda participación presidencial, 2014 y 2018, con una municipal de por medio, 2016, no logró elegir a su candidato presidencial como diputado, que tenía la doble postulación.

Sergio Mena cometió muchos errores estratégicos y tácticos en su campaña electoral. Mostró en algunos escenarios, incluso con periodistas, arrogancia, prepotencia, soberbia, desprecio por algunos periodistas y pequeños medios, y todo eso pesa. Oía sin atender. Sobrevaloró su candidatura y no supo potenciar la de sus vicepresidencias y la de algunos de sus candidatos a diputados. Lo envolvió y separó de la realidad la atención que le brindaron algunos empresarios para su campaña. Exageró el apoyo económico que tenía para la misma, que no se vio.

El éxito relativo que tuvo en las elecciones municipales del 2016 no le resultó porque mucho era falso, había facilitado su partido para candidatos que no le respondieron, que llegaron de otras tiendas políticas y le abandonaron. No tuvo capacidad para presentarse como una alternativa fresca, juvenil, novedosa, como la alternativa progresista para la juventud. Su mensaje de “Nueva Generación” no alzó, además de que tenía candidatos presidenciales más jóvenes que él compitiendo. Frente a determinados temas asumió posturas conservadoras, tratando de pellizcar donde Restauración Nacional era sumamente fuerte, sin éxito alguno. A mi modo de ver perdió fuerza en su marcha. La misma estructura partidaria, de sus propios estatutos partidarios, es una camisa de fuerza para su propia actuación y liderazgo, que le amarra para su propio futuro.

10.- La izquierda política electoral estuvo representada, a nivel presidencial, por el Partido de los Trabajadores y por el Frente Amplio.

El Partido de los Trabajadores mantuvo constantemente su lucha por el Socialismo, dentro de un esquema de lucha de clases anticapitalista. Su candidato Jhon Vega fue vehemente pero respetuoso, categórico, con conocimiento de la realidad nacional, con respuestas a los problemas del país que él abordaba, con una capacidad dialéctica de discusión sobresaliente.

Llamaba positivamente la atención de quienes le interrogaban en programas de opinión. Sus candidatos a primeros puestos de diputados además de jóvenes, eran bien formados, también brillantes para la discusión, con igual vehemencia pero con gran respeto para sus interlocutores, y el manejo de sus realidades locales, lo que decía mucho de su formación política y de su educación. No resultaron nada arengueros.

En plena campaña atendieron una huelga de trabajadores que dirigían en la zona norte, que les fue reprimida policialmente.

El Frente Amplio se desdibujó de un planteamiento congruente de izquierda, en boca de su propio candidato Edgardo Araya.

El caso del Frente Amplio evidencia la debilidad política de su organización, el descuido que han hecho de la misma, el no haber sabido aprovechar organizativa y políticamente el éxito de la campaña del 2014, cuando sorpresivamente, y sin esperarlo como resultado de sus luchas y organización, lograron elegir 9 diputados, que en conjunto han tenido una desteñida actuación parlamentaria, o que no han sabido publicitarla, además de que desde su llegada a la Asamblea Legislativa evidenciaron contradicciones internas de manera pública, tuvieron escisiones y divisiones, problemas morales que atender públicamente de algunos de sus diputados, contradicciones a la hora de elegir sus candidatos para estas elecciones, divisiones profundas en la última elección del Directorio Legislativo, y metiendo a última hora a José María Villalta en la diputación de San José con conciencia de que era su mejor referente en posibilidad de elegir algo, como parece haber sucedido.

El esfuerzo realizado, y el trabajo sobresaliente de la diputada Patricia Mora, en la Comisión Parlamentaria del Cementazo no les alcanzó electoralmente para nada. La agitación del tema no les dio para organizar y movilizar alrededor del Frente Amplio. Si alguno de los candidatos supo aprovechar la lucha contra la corrupción fue Juan Diego Castro.

El trabajo político y parlamentario no les daba para tener un buen resultado electoral. Ya lo habían exhibido en las elecciones municipales del 2016, cuando prácticamente, a pocos meses de haber tenido el éxito del 2014, no eligieron nada. Y de esa campaña electoral municipal a la actual pareciera que no aprendieron la lección.

En el caso del Frente Amplio no tenían dificultades económicas, porque estaban bien afianzados en este sentido por el mismo derecho de acceso al financiamiento público electoral, resultado de las elecciones del 2014 y de tener 9 diputados.

El candidato presidencial, diputado Edgardo Araya, era una buena opción. Sin embargo, a mi modo de ver, le faltó fuerza, investidura presidencial, concentró muchas veces su discursos en su provincia, no daba la sensación de dominio de los temas nacionales de los debates, a pesar de que sí los conocía. Tenía una risilla en sus intervenciones y debates que poco le ayudaba en su imagen, parecía burlona, sarcástica, irónica, que generaba desconfianza. En momentos asumía un papel arenguero de confrontación que no le lucía y tampoco lo sabía hacer, como sí lo hacía y sabía hacer José María Villalta en la campaña del 2014. Pero eran dos campañas cualitativamente diferentes.

Comete un error, me parece, el Frente Amplio cuando le achacan la debacle que sufrieron a factores externos a su propia organización, a su propio planteamiento estratégico y táctico, y tendrán que hacer, como lo señalan en su análisis del resultado electoral “un serio esfuerzo de inteligencia colectiva para comprender y dilucidar el por qué del escenario al que hoy nos enfrentamos a nivel nacional”, e iniciar un proceso profundo de reflexión, más allá de su propia militancia. El problema de su debacle electoral estuvo mas en lo interno que en lo externo. Si no logran entender esto poco van a avanzar.

Está claro que el Frente Amplio no ha logrado desarrollarse, como se inscrustaban antes los partidos de izquierda, de los cuales se sienten herederos.

Su reto inmediato será el desempeño de su futuro diputado José María Villalta, inteligente, con dominio del trabajo legislativo, con presencia reconocida, a quien le apuestan todo evidenciando su debilidad partidaria organizativa.

Para Vanguardia Popular, como la histórica y máxima organización de la izquierda nacional, así como para el Partido Socialista Costarricense y el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores, la silla parlamentaria era tan solo un frente más de las luchas que tenían con trabajadores organizados.

Popularmente, por lo que simboliza el Frente Amplio, por la imagen de izquierda que tiene, este es el golpe más fuerte del resultado electoral, a nivel partidario, de los partidos políticos con representación parlamentaria.

De alguna manera refleja, aunque pueda no gustar a los frente amplistas, su poca presencia real a nivel de la conciencia de los electores de su trabajo político y parlamentario, y a su débil presencia organizativa social y popular, que no se siente, más allá de las noticias de que son objeto del seguimiento que hacen los periodistas de la labor parlamentaria general.

IV

La Iglesia Católica fue una gran perdedora. El avance de las corrientes cristianas no católicas es su derrota. Si dominaban el escenario nacional los católicos, desde 1870, cuando empezaron a penetrar las iglesias cristianas históricas no católicas, hasta la década de 1960, en general, seguía siendo la religión católica la mayoritaria.

La situación internacional de lucha contra el avance del comunismo en el continente, contra las posibles guerrillas que pudieran surgir, la presencia de la Revolución cubana y de procesos insurgentes en distintas partes de América, provocaron por un lado los movimientos de Teología de la Liberación, de los movimientos de cristianos comprometidos que surgieron al calor de la Conferencia de Medellín, pero por otro lado, los Estados Unidos, en su estrategia anticomunista, y anti cambios sociales, impulsó el desarrollo de los movimientos pentecostales y otros, que han dado origen a esa enorme cantidad de iglesias y de mega iglesias, que hoy disputan no solo la feligresía católica sino que tienen por objetivos políticos el control de las instituciones públicas. A nivel estadístico el 72% de los costarricenses es católico y un 28% lo es de tradición cristiana no católica de estos grupos surgidos en estos últimos 35 años. En Chile hay hoy un 48% de católicos. ¿Es esto lo que quiere la Iglesia Católica que suceda en Costa Rica?

La posible llegada a la Presidencia de la República de un líder de esas iglesias no católicas va a tener ese desenlace, de aumentar su presencia en detrimento del número de católicos, así como del debilitamiento de las tradiciones y prácticas católicas, y de reducir institucionalmente la influencia que hasta hoy tiene la propia Iglesia Católica, y de compartir dichos espacios con los nuevos representantes religiosos, que serían reconocidos como iguales por el Gobierno “evangélico”.

¿Cuántas iglesias católicas, como templos, hay en todo el territorio nacional? Hay alrededor de una décima parte de los que existen a nivel de los templos cristianos no católicos. Y de estos, que hay más de 2.000 en todo el país, actúan como verdaderos locales políticos. Todos los partidos políticos que participaron en el proceso electoral no llegan a tener 50 locales abiertos en todo el territorio, ni siquiera uno por cantón. Esta es la fuerza del Partido Restauración Nacional. Los templos cristianos son sus centros organizativos, políticos y electorales. Lo acabamos de ver en esta elección con el impacto de los votos de restauración nacional en las provincias periféricas, en las costas y en las zonas más deprimidas económica y socialmente, en las regiones más alejadas, donde no llegan los partidos pero si las iglesias.

La segunda vuelta, la del primer domingo de abril, esta organización va a funcionar más aceitadamente. Lo saben y hacen que sus seguidores sean más disciplinados, organizados y obedientes para ir a votar por quien el Pastor les diga.

La Semana Santa, como ritual católico, dispersa al electorado. La Segunda vuelta tendrá, siguiendo la experiencia de las dos anteriores, mayor grado de abstencionismo, pero no tendrá menos feligreses cristianos no católicos votando. La Semana Santa, en la práctica, desmoviliza a los católicos, no así a los cristianos no católicos.

La Semana Santa será como el Caballlo de Troya de los cristianos no católicos para asaltar el Gobierno de la República.

Y, después, seguirán las elecciones municipales del 2020, para empezar a dominar los gobiernos locales.

Dada la importancia y relevancia política de las elecciones, que caen el Domingo de Resurrección, ¿habrá posibilidad de atrasar su celebración una semana? Religiosamente no tengo respuesta, pero es un problema de Estado, de necesidad política.

¿El peligro de la llegada del Partido Restauración Nacional al gobierno de la República abrirá, o sentará las bases, para la irlandización de Costa Rica? ¿Estaremos en ciernes de un conflicto de protestantes y católicos?

La lucha y las banderas por los temas de la familia, el matrimonio, la defensa de la vida, entre otros, tan solo son parte del proceso de fagotización del resto de la sociedad nacional que se inicia con la posible llegada de este grupo de fundamentalistas cristianos al Poder Ejecutivo Nacional.

Advertidos debemos de estar. Pero, así también debemos de actuar. Las elecciones de la Segunda Vuelta son una responsabilidad política, cívica, ciudadana de todos los costarricenses. El Derecho de elegir debe ejercitarse, pero el Deber de saber escoger lo que más le conviene al país también debe materializarse con ese voto. ¡Cuanta falta hace un Monseñor Víctor Manuel Sanaría Martínez!