El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha anulado la desastrosa decisión del equipo de Trump-Musk de detener y desmantelar USAID, la agencia de cooperación al desarrollo del país.
Sin embargo, parece que este no es el final de la historia. Puede que USAID se reforme, retome su labor o, de hecho, desaparezca.
Pase lo que pase, esto debería verse como una excelente oportunidad para un debate fundamental sobre el desarrollo y la cooperación al desarrollo, un debate que debería haberse producido hace mucho tiempo.
Por supuesto, la USAID no es una "organización criminal" y sus funcionarios no son "lunáticos radicales", como la gente del gobierno quiere hacer creer a la opinión pública.
Pero sí hay muchas preguntas legítimas sobre la agencia y su funcionamiento.
Otros países ricos deberían unirse a una reflexión seria sobre lo que se quiere conseguir exactamente en el Sur.
En efecto, no conviene señalar con el dedo acusador sólo a Estados Unidos: el sector del desarrollo lleva mucho tiempo en crisis y las críticas nunca se tratan con seriedad.
En Francia, el presupuesto de la política de desarrollo se recortó nada menos que un 37 por ciento, además de los 800 millones de euros ya recortados en 2024.
Ya en 2020, el Reino Unido decidió dejar de gastar el 0,7 por ciento del PIB en ayuda exterior, para dedicar solo el 0,5 por ciento. En aquel entonces, se calificó de "medida temporal". Ahora, el nuevo Gobierno laborista ha decidido recortar aún más, hasta el 0,3 por ciento.
El gobierno belga decidió recortar un 25 por ciento el presupuesto de cooperación al desarrollo.
Alemania también está reduciendo sus ambiciones en materia de cooperación al desarrollo.
En los años 70 se decidió que todos los países ricos destinarían el 0,7% del PIB a ayuda al desarrollo. Nunca se consiguió.
Los países ricos de la OCDE apenas llegan ahora al 0,4 por ciento. Solo Luxemburgo (1 por ciento), Suecia (0,89 por ciento), Noruega (0,86 por ciento) y Alemania (0,85 por ciento) alcanzan la marca, hasta ahora.
Si se hubiera pagado realmente 0,7 por ciento desde los años 70, 1200 mil millones de US$ más habrían ido al Sur.
Desarrollo
Uno de los principales problemas de la ayuda al "desarrollo" es que este nunca ha tenido una estable y clara definición.
Tras la independencia de los países colonizados, el principal objetivo y demanda de los gobiernos del Sur era la industrialización, la mejora de las condiciones comerciales y la transferencia de tecnología.
Las potencias coloniales intentaron esencialmente mantener sus antiguas posesiones dentro de su esfera de influencia y ofrecer a sus empresas interesantes oportunidades de negocio y ganancias.
La consecuencia, inevitablemente, fueron más "elefantes blancos", obras de infraestructura inútiles y costosas.
En los años 70, la atención se dirigió brevemente hacia el "desarrollo social", aunque los países del Sur seguramente no querían ninguna interferencia en sus políticas internas.
Los años 80 fueron el comienzo de las "décadas perdidas" para el desarrollo y del "ajuste estructural" con nuevos dogmas neoliberales.
De repente, la economía de desarrollo quedó obsoleta. Solo existía un único mercado global con reglas idénticas en todas partes.
En los años 90 se añadió la "reducción de la pobreza", acabando con cualquier definición de "desarrollo" en la que la economía (y el Estado) desempeñaran un papel significativo. Del "subdesarrollo" se pasó a "los subdesarrollados" en un mundo globalizado.
Las agencias de cooperación al desarrollo siguieron la tendencia y continuaron haciendo buenos negocios. El mundo de las ONG se dedicó principalmente a la ayuda humanitaria.
Este trabajo humanitario (que no es "desarrollo") es la forma más exitosa y útil de ayuda.
Un cierre de USAID y un recorte de los presupuestos en otros lugares tendrá sin duda consecuencias nefastas para las personas vulnerables del Sur. Basta pensar en los programas de VIH, salud materna y reproductiva, programas de vacunación, atención a la infancia, educación, etc.
Para todas las organizaciones que trabajaban con fondos de USAID, las consecuencias serán desastrosas y se cobrarán miles de vidas.
Geopolítica y beneficios
Sin embargo, no hay que olvidar que todo el proyecto de desarrollo internacional nació al principio de la Guerra Fría y con la independencia de las antiguas colonias.
Nunca desapareció la geopolítica ni los intereses económicos nacionales. Gobiernos y empresas tenían que beneficiarse y siguen haciéndolo.
En lo que respecta a la USAID, es especialmente llamativo el apoyo político a los regímenes dictatoriales y militares de América Latina, así como a las revoluciones de colores de Europa del Este.
El "presidente interino" de Venezuela, Juan Guaidó, y su embajador en Washington recibieron más de 1000 millones de dólares en ayudas. Ahora se ha abierto una investigación.
En Cuba, millones de dólares fueron a parar a empresas fantasma y a ZunZuneo, un sistema de Twitter destinado a ayudar a la oposición.
Más de 3000 millones también fueron a parar a BBC Media Action, una organización benéfica de la BBC, según parece.
En cuanto a los países europeos, nadie negará la influencia de Bélgica en su antigua colonia de la RDC, o de Francia en los países de África Occidental.
No hay por qué denunciar a todo el sector del desarrollo, pero no debería sorprender que, en conjunto, la "ayuda" no fomentara el desarrollo, ni el crecimiento, ni la "reducción de la pobreza".
Malos resultados
En 1971 había 25 "países menos desarrollados", en 1991 ya eran 52 y hoy siguen siendo 46.
La mayor parte de la población extremadamente pobre vive en el África subsahariana.
En 1990, se decidió hacer de la reducción de la pobreza la principal prioridad de la cooperación Norte-Sur. Pero hasta hoy, esto no se desprende de las cifras.
Según la OCDE, sólo el 9,5% de la ayuda se destina a sectores relacionados con la pobreza. Solo el 1% de la ayuda bilateral se destina a la protección social, el 0,11% al refuerzo de la legislación laboral, el 0,01% a los mecanismos de diálogo social y el 1% al refuerzo de los sistemas fiscales.
En ninguna parte la ayuda se destina principalmente a los países más pobres. En el caso de los países de la OCDE, en 2022 sólo fue del 21,5%, la menor desde 1996.
En países pobres como Malawi, el 70% de la población sigue siendo extremadamente pobre; en Madagascar, el 80%; en la RDC, el 69%; en Sudán del Sur, el 67%. ¿Es realmente tan difícil sacar a la gente de la pobreza?
Según el Banco Mundial, en 2023 733 millones de personas sufrían malnutrición, un fuerte aumento desde 2019.
Personas sin perspectivas de una vida mejor abandonan su país e intentan emigrar al Norte.
El dinero gastado en los países ricos para ayudar a los refugiados y emigrantes del Sur se deduce de la ayuda al desarrollo, así que las cifras oficiales son erróneas. En la Unión Europea, en 2022, se destinó nada menos que el 17,3% de la ayuda total. Además, el 11% de la ayuda total se destinó a Ucrania.
Se calcula que alrededor del 20% del total de la ayuda desembolsada no cumple los criterios de cooperación oficial al desarrollo de la OCDE.
El "desarrollo" se deja cada vez más en manos del sector privado.
Existe abundante literatura sobre la "eficacia" de la ayuda al desarrollo, pero no hay respuestas claras.
Las ONG o el sector filantrópico nunca se tienen en cuenta.
En el sector de la ayuda multilateral se pierden miles de millones de dólares, porque instituciones como el Banco Mundial, por ejemplo, no están realmente interesadas en cómo se gasta su dinero, sus beneficios proceden de los propios préstamos. Cuanto más gastan dinero, más ganancias obtienen. En cuanto a las evaluaciones internas de las instituciones financieras, a menudo son muy negativas.
Añádase a todo esto los flujos financieros ilegales del Sur al Norte, organizados a través de los precios de transferencia en el comercio internacional; el capital africano en Suiza, Panamá y Dubai, los trucos de la deuda externa que hacen pagar los países pobres y siguen pagando, la sangría permanente de la minería legal e ilegal.
Es la ayuda al desarrollo a la inversa.
¿Parar la ayuda?
En 2009, un programa de televisión holandés anunció que el gobierno holandés había decidido detener todos los desembolsos de ayuda para los países africanos. El ministro de Cooperación al Desarrollo declaró que la ayuda estaba demasiado fragmentada, que no había "buena gobernanza" en demasiados países y que las personas pobres y vulnerables no recibían ayuda.
El mundo de las ONG se quedó atónito, pero varios gobiernos africanos reaccionaron positivamente. “No creo que Dios haya creado Holanda para que desarrolle Tanzania", declaró el ex Presidente Mkapa.
Era ficción y una provocación, pero indicaba claramente lo que mucha gente pensaba en realidad.
Era también lo que la famosa escritora Dambisa Moyo había escrito en su libro Dead aid de 2009. Existe un grave problema de democracia y rendición de cuentas con la ayuda al desarrollo. Las poblaciones no pueden presionar a sus gobiernos, porque apenas pagan impuestos, mientras que los gobiernos sólo deben rendir cuentas a sus donantes, no a su pueblo.
Este punto se había planteado desde el principio de todo el proyecto de desarrollo. Además, si los gobiernos tienen políticas de desarrollo reales y buenas, no necesitan ayuda. Si no tienen esas políticas, la ayuda prestada no servirá de nada.
La única conclusión debería ser que sí, la ayuda humanitaria debe continuar, es demasiado importante para la vida de las personas.
Pero por lo demás, es necesario un debate serio sobre lo que significa "desarrollo", qué es lo que quieren los países del Sur y cómo pueden ayudar los países ricos.
La próxima Conferencia sobre la Financiación del Desarrollo, a principios de julio en Sevilla, España, es una excelente oportunidad para iniciar este debate. Si de verdad creemos en "un solo mundo" y en la solidaridad entre todos los seres humanos, es un deber moral y político acabar con la hipocresía de la "cooperación al desarrollo".