Sobre los orígenes de Cristóbal Colón, casi todo se ha dicho. Ríos de tinta se han vertido para exponer las más diversas teorías sobre la nacionalidad del navegante, el segundo personaje más conocido universalmente en toda la historia de la humanidad después de Jesucristo.

Han pasado más de cinco siglos desde que Colón reclamó soberanía en favor de los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón de los territorios encontrados el 12 de octubre de 1492, cuando fondeó en la minúscula isla de San Salvador de Bahamas, que confundió con la costa de la codiciada India.

Las investigaciones sobre su vida y su nacionalidad continúan, simplemente porque la incógnita persiste.

Las hipótesis sobre el Colón presuntamente portugués incluyen una serie de nombres que podrían haber sido los verdaderos del almirante: Don Diogo, duque de Viseu, Cristovão de Colos, Salvador Fernandes Zarco, Salvador Gonçalves Zarco y Simão Palha.

La lengua de Colón

El investigador español Ángel de Altolaguirre y Duval, en 1908, llegó a la conclusión que la lengua usada por Colón «era un dialecto seguramente portugués», mientras Ramón Menéndez Pidal, dos veces presidente de la Real Academia Española de la Lengua entre 1925-1939, y entre 1947-1968, aseveró que «su vocalismo, tiende para el portugués».

En su texto La lengua de Cristóbal Colón, el académico español se inclina por el origen genovés del almirante, pero admitiendo que nunca escribió un texto en italiano o en dialecto genovés y que habría que explicar lo que define como «el precoz hispanismo lingüístico del joven italiano».

Lo que Menéndez Pidal descarta de plano, es la versión del Colón español porque a juicio de los que le oyeron, el castellano «no era su lengua materna, sino un idioma aprendido» por el navegante. Tampoco se trata del gallego, porque «los dialectismos del occidente de la Península que muestra el habla del Almirante, no son gallegos, sino decididamente portugueses».

En un punto todos los investigadores de la vida de Colón coinciden con el académico español: lo poco o nada que se sabe de su juventud, ya que todas las informaciones que él dio o proporcionadas por sus allegados, obedecen a una necesidad de simulación y son falsas en gran parte, según Menéndez Pidal, con el propósito de borrar su pasado de mercader y tejedor de lanas.

Cuando Colón de trasladó a España a fines de 1485, ya manejaba un castellano rudimentario, que según algunas suposiciones, lo habría aprendido en alguna oficina genovesa en Galicia, lo que Menéndez Pidal descarta porque «el dialectismo colombino es portugués y no gallego».

Lo que resulta claro, es que el castellano no era su lengua materna, pero como era frecuente en las aristocracia y los ilustrados portugueses del siglo XV y XVI, aprender la lengua del vecino ibérico era casi una obligación cultural.

En muchas obras de la mayoría de los grandes países europeos que hace 500 años competían con Portugal el dominio de los mares, especialmente España, Francia, Inglaterra y Holanda, poco o nada se menciona sobre los propósitos que indujeron a Colón a instalarse en Lisboa en agosto de 1476.

Si no era portugués, ¿qué motivó a Colón a integrarse en ese país de navegantes, poetas, aventureros y santos, que construyeron el itinerario mestizo de su historia sobre catedrales, fortalezas, palacios y castillos que dan la vuelta al mundo, desde Brasil hasta Macao?

Una potencia naval del siglo XV

La tendencia de la historiografía actual, es a referirse a la importancia del pasado de acuerdo a la dimensión y el poder que los países hoy tienen, reduciendo la proyección de los pequeños.

Pero en tiempos de Colón, Portugal no era el modesto país de Europa meridional que es hoy, sino la primera potencia naval del mundo, con una gran flota compuesta por ágiles carabelas y poderosos galeones, verdaderas fortalezas flotantes con artillería devastadora.

Lisboa contaba con una rigurosa y pormenorizada cartografía, perfeccionó el astrolabio, inventó tecnologías sofisticadas para la época, tales como la quilla para que sus barcos no se volcasen en el alto océano, la vela triangular en la proa para navegar contra el viento, los cañones de retrocarga que permitían a sus galeones y carabelas hacer fuego siete veces por cada disparo del enemigo y, desde el siglo XIV, la artillería ya contaba con estrías rudimentarias perfeccionadas más tarde.

Todos aspectos desconocidos por el resto de Europa, cuyos barcos solo navegaban en el Mediterráneo o avistando la costa. Si Colón era extranjero o portugués de la provincia, estaba evidentemente interesado en conocer estos secretos lusitanos guardados bajo cuatro llaves en las bóvedas de Lisboa, el puerto de abrigo de referencia de la navegación científica de la época.

Presumiblemente fundada por Ulises unos 1.200 años antes de Cristo en la desembocadura del Tajo, el paso de los siglos fueron transformando a la vieja Olissipolis helénica. Durante más de 3.000 años, se han ido sobreponiendo las capas de cultura griega, fenicia, romana, morisca y lusitana.

En el curso de 3.200 años, las urbes griega, fenicia, celta, romana, cartaginense y árabe, fueron abriendo el paso a lo que Lisboa se convirtió a partir del siglo XV: la capital más heterogénea de Europa, centro de un vasto imperio, que, a diferencia del español, francés, británico, holandés o belga, además de colonizar, aceptó también ser «colonizado» por las civilizaciones que dominaba.

Esta diferencia con las demás antiguas metrópolis, está patentada en la arquitectura portuguesa, fuertemente influenciada por elementos orientales y en la estricta aplicación en la lógica del virrey del Imperio de Oriente, Don Afonso de Albuquerque (1453-1515), que alentó la llamada lusitanización del mundo mediante lo que designó como «el mestizaje, diccionario privilegiado de las culturas».

La era de los descubrimientos

El empeño de Portugal para descubrir lo que existía en el misterioso «mar Océano» se inicia en 1307, durante el reinado de Don Diniz, pero la fecha emblemática de lo que se considera el inicio de la expansión lusitana «hacia mares nunca antes navegados», como los llamó posteriormente el poeta y padre de la lengua, Don Luiz Vaz de Camões, es el año del Señor de 1370.

En junio de ese año, 122 años antes de la llegada de Colón a América, el almirante Lançarote da França declara la soberanía de Don Fernando de Portugal sobre las Islas Desiertas, cercanas a Madeira, frente a la costa africana de Marruecos.

Hasta entonces, los navegantes portugueses llegaron a territorios despoblados, pero en agosto de 1415, el rey Don João I zarpa del puerto meridional de Sagres con una poderosa flota previamente organizada en Lisboa por el infante Don Henrique «El Navegante», rumbo al estrecho de Gibraltar con el propósito de conquistar la plaza fuerte marroquí de Ceuta.

Tras dos días de batallas, la fortaleza cae. El 25 de agosto de 1415, Don João I ordena caballeros a sus hijos, los obispos absuelven a los expedicionarios en nombre de la Santa Cruzada y se procede a la purificación y conversión de la mezquita de Ceuta en templo cristiano.

Era el inicio de la ocupación portuguesa de África, que antecedió a los demás europeos, y la fundación de un imperio forjado con la biblia en una mano y la espada en la otra, que allí perduraría hasta 1975.

Mientras tanto en Asia dos fechas marcaban el fin del imperio: 1999, con la devolución de Macao a China, y 2002, con la independencia de Timor Oriental, ya que las Naciones Unidas nunca reconocieron la anexión indonesia, sino a Portugal como «potencia administradora» hasta el nacimiento del país ese año.

Menéndez Pidal explica que Colón deseaba participar en «la gran aventura científica y descubridora en que Portugal se hallaba empeñado» y, de esa manera, «de los navegantes portugueses aprendió todo el arte de marear».

Uno de los más rigurosos investigadores que siguen el curso de vida del navegante, es el médico e historiador luso-estadounidense Manuel Luciano da Silva, que publicó en 2006 el libro Cristóbal Colón era portugués.

Un hombre nacido en Cuba... de Alentejo

El especialista en genética no niega la existencia de un humilde tejedor genovés llamado Cristophoro Colombo, que en 1476, se estableció en Lisboa, entonces la ciudad más rica y floreciente de Europa debido a la expansión portuguesa allende el mar, iniciada más de un siglo antes del arribo del almirante a América.

Lo que sí cuestiona es que se trataba del almirante Cristóbal Colón, que se puso al servicio de las coronas de Castilla y Aragón para realizar el célebre viaje en busca de la mítica India y que en realidad culminó en las Américas.

La verdad, es que el hombre que se topó con América al intentar llegar a India, era un portugués de la aldea medieval de Cuba, ubicada en la región meridional de Alentejo, asegura Luciano da Silva.

Teoría apoyada por el historiador Augusto Mascarenhas Barreto (Colombo Português: Provas Documentais). El almirante habría nacido en Cuba de Alentejo, en 1448, como hijo bastardo del infante Don Fernando, duque de Viseu y Beja, y de Isabel Zarco.

Mascarenhas Barreto no niega que Cristophoro Colombo efectivamente existió, pero fue un humilde tejedor genovés que se instaló en Lisboa, que posteriormente falleció, y cuyo nombre habría sido «usurpado» por un navegante portugués que luego lo adoptaría como espía al servicio de Don João II.

Su nombre verdadero habría sido Salvador Fernandes Zarco, que el autor identifica como nieto materno ilegítimo del exfilibustero lusitano, posteriormente investido noble capitão-de-mar-e-guerra al servicio de la corona, João Gonçalves Zarco, de origen judío.

Las crónicas históricas relatan que João Fernandes Zarco, Tristão Vaz Teixeira y Bartolomeu de Perestrelo, en 1420 realizan el primer intento de asentamientos humanos en Madeira por mandato del infante Don Henrique «El Navegante».

Cuba de Alentejo es mucho más antigua que la república del Caribe. Desde el siglo XIII, existen referencias a su existencia y en su subsuelo existen vestigios de la Lusitania romana.

En homenaje a su tierra natal, el almirante habría bautizado Cuba a la mayor isla del Mar de las Antillas, y São Salvador, la primera que avistó, para marcar su presencia en el nuevo continente con su presuntamente verdadero nombre, una teoría también expuesta en el libro El Misterio de Colón Rebelado, editado en octubre de 2006.

Colón, ¿un espía portugués?

El historiador estadounidense Eric J. Steele, uno de sus autores, asevera que «todo parece indicar que estamos ante un espía portugués que condujo en forma magistral a los españoles para un logro, dejando el camino libre a los portugueses para llegar a la verdadera India», alcanzada por el almirante Vasco da Gama en 1498, estableciendo una ruta bordeando las costas africanas.

En efecto, con la fundación de colonias en territorios que hoy hacen parte de las actuales India, Malasia, Indonesia y la construcción de fortalezas y enclaves consentidos por respectivos mandarines y shogunes en China (Macao) y Japón (Nagasaki), la flota lusitana reestableció el nexo entre Asia y Europa, con un lucro incalculable para Lisboa. Entre Marco Polo y los portugueses trascurrieron 300 años de incomunicación.

Entre todas las investigaciones realizadas sobre Colón, la del doctor Manuel Luciano da Silva se presenta como la más consistente, al incluir exámenes genéticos y recurrir a la filología, analizando textos en castellano antiguo que le identificaban como «un extranjero en España».

Inclusive, el médico-historiador recibió un importante espaldarazo de una de las figuras más importantes de la cultura nacional, el cineasta Manoel de Oliveira, varias veces premiado en los festivales de cine de Venecia, Cannes y Berlín, cuyos galardones son solo comparables a los recibidos por el italiano Federico Fellini.

De Oliveira, nacido en Oporto en 1908 y fallecido en la misma ciudad en 2015, se mantuvo en plena actividad prácticamente hasta su último aliento. En enero de 2008 estrenó su filme: Cristovão Colombo-O Enígma (Cristóbal Colón- El Enigma), que cuenta con un guion ajustado al libro de Manuel Luciano da Silva y su esposa Silvia Jorge da Silva.

«No se trata de un filme científico o histórico, como tampoco de carácter propiamente biográfico, sino más bien de una ficción, con características de romance, que evoca la grandiosa gesta de los descubrimientos marítimos», señaló Oliveira meses antes del estreno.

Los personajes centrales son los contemporáneos Luciano y Silvia da Silva en Estados Unidos, durante sus años de juventud transcurridos en el Estado de Nueva York, pero presentando la novedad de que Colón nació en la aldea medieval de Cuba.

El filme concluye en la isla de Porto Santo, en el archipiélago luso de Madeira, ubicado frente a la costa atlántica de Marruecos, donde durante años Colón estudió la navegación oceánica con el uso de la quilla y de la vela triangular (latina) delantera.

Buscando pruebas: el elemento genético

A pesar de éste y otros importantes apoyos, para este persistente médico e investigador histórico, no ha sido fácil la recolección de datos, debido al incomprensible gran secretismo sobre Colón conservado por las autoridades portuguesas pasados cinco siglos.

Consultado sobre una posible mayor apertura futura, da Silva es enfático al señalar que «infelizmente, todo sigue igual hasta 2008», en cambio, «en España, las autoridades eclesiásticas y gubernamentales autorizaron al doctor José Lorente, especialista en genética humana de la Universidad de Granada, para abrir los mausoleos de la Catedral de Sevilla».

La operación forense de Sevilla se destinó a obtener de los esqueletos de dos parientes próximos del navegante, su hijo Fernando y su hermano Bartolomeu, allí sepultados, los cromosomas Y para poder acabar científicamente con la vasta especulación histórica.

Las autoridades equivalentes de Portugal, «no permiten a los especialistas en genética humana de la Universidad de Coimbra para poder realizar los estudios del ADN en los esqueletos (de presuntos parientes portuguesas de Colón), para hacer el análisis comparativo con los cromosomas Y ya encontrados en España», deplora el investigador.

El proceso científico se basa en que los humanos poseen 46 cromosomas, dispuestos en 23 pares contenidos en cada célula. El 23, el más pequeño de esos pares, determina el sexo: XX femenino, XY masculino. El cromosoma Y del par 23 no se modifica jamás de generación en generación por miles de años, lo que permitiría determinar si los portugueses que supuestamente son parientes de Colón son realmente sus descendientes.

En 2005, luego de las conclusiones del profesor Lorente, aparecieron 477 presuntos descendientes de Colón, provenientes de España, Italia y Francia, pero en ninguna de ellas se demostró consistencia de parentesco.

En Portugal, «ningún político debería bloquear el progreso de la ciencia», opina el medico e historiador, que lamenta no ver indicios que el gobierno actual pueda reconsiderar su actitud.

Sin embargo, reconoce otras dificultades en las búsquedas del ADN en los huesos de los mausoleos lusos, «estimuladas por historiadores aficionados, porque los llamados historiadores profesionales de las universidades portuguesas, no quieren saber de estas investigaciones, ya que no entienden nada de la ciencia de genética humana».

Un enigma persistente

No obstante estas dificultades para continuar la investigación científica, da Silva no tiene «la más mínima duda de que Cristovão Cólon (como insiste en indicar la correcta escritura del nombre y el apellido, con acento en la primera 'o'), era portugués».

Cita «las dos Bulas Papales de 1493 sobre el descubrimiento de América, escritas en latín, indicando su nombre en portugués. No está escrito en latín Christophe Columbus, ni en italiano Cristophoro Colombo, ni en castellano, Cristóbal Colón, sino en portugués».

En la segunda Bula, su nombre es escrito Cristofõm, con terminación «õm» del antiguo portugués, que luego derivó en la actual terminación «ão», existente únicamente en ese idioma.

Menéndez Pidal se limita a señalar que Colón «en 1480, se casa en Lisboa con Filipa de Perestello e Moniz y en 1481, reside con su mujer en la isla de Porto Santo», pero omite señalar que la esposa del almirante era la hija de Don Bartolomeu de Perestello, miembro de la alta aristocracia lusa, al que en cambio describe como un simple «poblador de la isla de Porto Santo».

En el contexto histórico en que Colón vivió, es impensable que un cardador de lanas genovés pudiese dominar el griego, latín, castellano, portugués y hebreo, además de poseer profundos conocimientos de cartografía, filosofía y navegación, sostiene por su parte el director editorial del semanario Prespectiva de Lisboa, Pedro Laranjeira en un amplio trabajo de investigación publicado en 2008.

Si se cuenta con un conocimiento mínimo de la sociedad del siglo XV, es fácil deducir que un pobre inmigrante jamás se podría haber casado con Doña Filipa de Perestrello e Moniz, hija del noble Bartolomeu de Perestrello, capitán-general de Porto Santo, en el archipiélago atlántico de Madeira, asegura Laranjeira. Las reglas de la época eran implacables: para casarse con una noble, había que ser noble.

Menéndez Pidal explica que Colón deseaba participar en «la gran aventura científica y descubridora en que Portugal se hallaba empeñado» y de esa manera, «de los navegantes portugueses aprendió todo el arte de marear», realizando varios viajes al Golfo de Guinea.

Sin embargo, esta teoría del Colón genovés del académico español también se debilita, debido al rígido Decreto Real del siglo XV, estableciendo que para tripular barcos lusitanos, había que ser necesariamente portugués.

El enigma de la juventud del navegante ha dado pie a que investigadores históricos hayan lanzado las más disímiles teorías sobre sus orígenes genovés, portugués, catalán, vasco, gallego o hasta griego.

Y la interrogante persiste hasta nuestros días: ¿Por qué Colón o Colombo, sea él Cristovãm, Cristovão, Cristopharo, Cristóforo o Cristóbal escondió sus orígenes?.

La teoría más plausible es que Don João II le convenció a presentarse en la corte de Burgos para desviar a España de sus apetitos sobre el codiciado comercio con Asia.

Los intereses de Europa en esa época se centraban en las riquezas del oriente, pero el Imperio Otomano impedía a las naciones cristianas pasar por territorios islámicos. Portugal se empeño entonces en descubrir la manera de ir por mar y Colón aseguro a la monarquía española que esto era posible navegando hacia occidente.

¿Conocían los navegantes portugueses la existencia de América antes del «Descubrimiento»?

Una buena parte de las escuelas históricas de varios países, estiman que Portugal ya había fondeado en las Terras de Vera Cruz, más tarde de Santa Cruz (actual Brasil) mucho antes de viaje de Colón y de la llegada del almirante Pedro Alvares Cabral a Porto Seguro en 1500, una fecha que marca solo «el descubrimiento oficial» de ese territorio americano.

Como demostración, los archivos históricos de Paris y de Lisboa conservan una carta del francés Jean de Léry, fechada en 1480 y otra de Estêvão de Fróis de 1493, que mencionan claramente la existencia de la Terras de Vera Cruz.

El que los portugueses ya habían llegado a América dos o tres décadas antes de Colón, es un hecho ya aceptado por varias escuelas de pensamiento histórico, pero que no ha sido todavía aceptada oficialmente, en especial debido a la fuerte resistencia de España, un país que hoy cuenta con un peso político, diplomático y académico internacional inconmensurablemente mayor que el de Portugal.

Las pruebas físicas existen y fueron ofrecidas estos últimos años por arqueólogos en la costa de Canadá, donde descubrieron entre una densa vegetación, los llamados Padrões dos Descubrimentos, piedras talladas en forma de obeliscos ornamentados con la Cruz de Cristo, el emblema portugués que aun existe en el escudo nacional, nos relató Conceição Marques, asistente del director del Museo Militar de Lisboa.

El conocimiento de la existencia de tierra en el occidente habría sido el motivo fundamental para que Portugal esperase pacientemente el regreso de Colón, para firmar el Tratado de Tordesillas en 1494, dividiendo el mundo en dos mitades, una para España, pensando que la India le pertenecería, y otra para Portugal, donde en cambio, estaba la India verdadera, según el estudio de Laranjeira.

¿Cómo explicar de no haber sido así, que Don João II, uno de los monarcas más ilustrados de Europa, aconsejado por los mejores cartógrafos del mundo, haya aceptado firmar un tratado con España si no hubiese conocido la existencia de Brasil? ¿Portugal suscribió en 1494 un pacto que le otorgaba el control tan de solo de aguas oceánicas o es un simple acaso que las Terras de Vera Cruz justamente quedaron en la parte lusa?

Si se aplica la lógica, apoyada en un pormenorizado conocimiento de la historia de los reinos ibéricos a finales del siglo XV, todo nos lleva a creer que Don João II efectivamente habría pedido al portugués Cristovãm Cólon, convencer a los reyes españoles que habían descubierto la ruta marítima a India.

Después de la llegada de la flota del almirante portugués Vasco da Gama a la verdadera India, en 1498, Colón comienza a vivir una pesadilla en España, donde le era difícil insistir que había alcanzado Asia, cuando en realidad no había pasado de las Antillas.

Para Lisboa, significaba en los siglos venideros, el dominio de las rutas marítimas hacia territorios de riqueza incalculable, lo que se tradujo en que el portugués en Asia se convirtió en la lengua franca del comercio con Europa en los siglos XVII y XVIII.

Además de su supuesta condición de agente secreto al servicio de la corte lusitana, las razones más atendibles para ser discreto y esconder su pasado, era su probable origen judío, en una época en que la Santa Inquisición se había instalado en España en 1478 y en Portugal en 1497.

La cautela de Colón (¿o Fernandes Zarco?) sobre su probable origen judío, fue casi premonitoria, al verse justificada pocos años más tarde.

El 19 de abril de 1506 y en los días sucesivos, en Lisboa y alrededores se llevó a cabo una feroz matanza de unos 4.000 cristãos-novos, es decir, los judíos que había sido obligados a la conversión al cristianismo por fuerza de la prohibición de su culto en el país desde 1496, una anticipación a la persecución sistemática de que serían víctimas por la Santa Inquisición.

A diferencia de España, en Portugal muchos hijos de la nobleza llamados ilegítimos ocuparon cargos de confianza en la corte. Asimismo, la mayoría de los cartógrafos, considerados los más precisos de los siglos XIV, XV y XVI, eran judíos de la zona de Covilhã y Belmonte, en el centro del país, algunos receptores de títulos de Don.

En su trabajo sobre el Almirante, Menéndez Pidal recuerda que a pesar de haber constituido familia portuguesa, el idioma que aprende «es el español como lengua adoptiva para la escritura, sin que se sepa que haya escrito una línea en portugués», interrogándose a renglón seguido «¿cómo explicar esto?».

La respuesta a la pregunta nuevamente nos conduce a considerar como posible la teoría del espionaje a favor de Lisboa, porque es más que evidente que de haber sido portugués, Colón no deseaba que se supiese en Burgos y en Sevilla. En tiempos antiguos, como en los actuales, la infiltración exige asumir identidades ficticias para engañar a la víctima.

Para los italianos, Colón fue genovés, castellano para muchos españoles y ahora lusitano para los portugueses.

Da Silva concluye haciendo especial hincapié en que su libro «fue editado en mayo de 2006 y todavía no apareció ningún historiador cuestionándolo, porque no hay dudas: ¡Cólon, era portugués!».