En paz o en guerra estoy aquí y ya jamás me iré, te lo juro por dios y por ti, que no eres sino Dios.

Tal vez en algún momento flaquee e irrumpa nuevamente el espeluznante fundido en negro, pero no te apures, saldré, rogaré, me arrastraré, haré lo que sea, pero nunca, nunca volveré a quebrarme.

Nadie puede hacerlo por mí, de modo que procedo a pedírmelo a mí misma, con los dedos entrelazados, como quien reza: haz que mi fortaleza suceda, que no aparezca nunca más ese retazo de caos que me impidió pensar con lucidez.

Mi persistencia en el mundo es exigida ni más ni menos que por razón de la tuya. Si tú existes, yo debo existir.

Tú eres el pasado, presente y futuro, atraviesas y traspasas las cenizas de tus abuelos, de tus ancestros todos, igual que pasarás por encima de las mías.

Qué sencillo resultaría regresar a mi mundo inventado, versos, poemas, relatos extraños, violas de gamba, fantasías amables.

Tú, que me obligas a existir aunque los espacios y tiempos se solapen y yo anhele escurrirme entre ellos; tú, que me llamas sin ni siquiera pronunciar una sílaba; tú eres la única razón, el único motivo.

Pequeña criatura enorme, eres todo, eres el estado de conciencia íntegro y cabal, implantas la vida. Te la debo y te anuncio, como lo hacen los infalibles arcángeles con espada de fuego, que te espera sólo dicha, mi amor.

Aunque te cueste creerlo, aún estás en mi vientre por lo que, si yo desaparezco, desaparecerías tú. Y si tú desapareces se desencadenaría el fin del mundo.

No vamos a permitirlo, ya verás. Lo haremos así: siempre que creas que algo va mal sumérgete en mis entrañas, bucea por mi interior. Yo te entrego mi útero, incluso aunque ya no lo necesites, ahí te lo dejo por si se diera el caso de que en algún momento te hiciera falta un refugio. Tú lo único que has de recordar es que estará siempre ahí.

Y has de tener también la certeza de que si vuelvo a perder la fortaleza para resistir, lo que haga llegado ese momento lo haré de otro modo, el que sea, algo inventaré, pero ten por seguro que nunca más volveré a romperme.

Y si vuelvo a soñar despierta y a desprenderme de la realidad, sabré gracias a ti, que todo son milongas, pequeño gran hombre. Sólo tú importas. Solo tú, criatura inmensa que me devuelve la conciencia.

Te lo juro, amor, eres el único motivo.