Era un día como cualquiera, me levanté, desayuné rápido luego de tomar una ducha y salí con la bicicleta a buscar trabajo, al menos en esa rutina me había inmerso hace más de un año. Volví, como cada mes, a la zona comercial de Caballito. Cada semana recorría unos dos barrios por día dejando mi hoja de vida en los comercios abiertos, esperando que la suerte se asome a mi ventana. En un momento estaba estacionado en un semáforo con la luz roja. Avancé cuando la luz verde me dio paso sin ver que un vehículo estacionado se incorporaba al tránsito. Estaba claro, el conductor no había usado los espejos antes de hacer la maniobra ni puesto luces, por lo que me golpeó haciendo que cayera.

De casualidad que pude hacer el equilibrio suficiente para llegar hasta el cordón y no caerme en la calle, donde los autos pasaban a la velocidad máxima permitida en avenida. Algunas personas que pasaban por el lugar se quedaron mirando como si esperaran que no me levantara y tener algo que contar a sus conocidos. Solo una joven que paseaba un perro me preguntó si estaba bien y me ayudó a levantarme. El vehículo que me chocó se había ido y se había doblado la rueda delantera de la bicicleta… ya no podía usarla.

Al caminar un poco noté que tenía un tirón en una de mis piernas, quizás producto del golpe, por lo que me senté y la estiré un buen rato. Podía caminar, pero bastante dolorido. A una cuadra se encontraba la estación José M. Moreno de la Línea E del subte, camine hasta ahí y baje las escaleras con la bicicleta al hombro. Me acerqué a la ventanilla, le conté lo que había pasado a la mujer que se encontraba en el lugar y le pedí viajar con la bicicleta en el subte aprovechando que era un horario de poco tránsito dentro de las formaciones, a lo que se negó diciendo: «Esta prohibido viajar con bicicletas en el subte, allá está el cartel que lo indica» mientras señalaba con el dedo índice el rótulo escondido detrás de una columna.

Con dificultad, pero sostenido por la bicicleta que se movía de un lado para el otro por la rueda doblada, caminé a la próxima estación de subte, Av. La Plata, para realizar el mismo pedido luego de tener que subir y bajar con la bicicleta al hombro y la pierna dolorida. El señor que se encontraba en la ventanilla miró la bicicleta y me dijo: «Yo te dejaría pero puedo tener problemas, la empresa no permite el ingreso de bicicletas en el subte». Lo mire y entendí que era simplemente una persona cumpliendo órdenes según la política de la empresa. Le pregunté si podía llamar a una ambulancia, me pidió más detalles sobre lo que había pasado y argumentó: «No poder llamar a una ambulancia dado que el hecho ocurrió fuera de las instalaciones».

Totalmente indignado volví a cargar la bicicleta al hombro para subir los 20 o 30 escalones, quizás más, ya no importaban y llamé al 0800-555-1616 (Centro de Atención al Usuario). Luego de esperar un rato me atendió una chica a quien le conté la situación del comienzo, agregué lo que me respondieron en las estaciones y luego de poner música de espera se cortó la comunicación. Volví a llamar, me atendió otra persona llamada Roció, dijo estar enterada de mi «consulta» (¿es política de la empresa no asistir a una persona que solicita ayuda por haberse accidentado fuera de las instalaciones?), me solicitó un número de teléfono para contactarse y dijo que me llamaría al averiguar que le decían por parte de la compañía.

Al asistir por mis medios al hospital me diagnosticaron una distensión de ligamentos, me inmovilizaron la pierna entera y realizaron diferentes estudios obligándome a estar bajo tratamiento kinesiológico por un tiempo.

Por si se lo preguntan, no recibí hasta hoy llamado de Roció ni de personal de Metrovías.