Nada más bello que no perder ese amor por el saber. El saber nos permite pensar y decidir. La ignorancia hace que sean otros los que piensen y decidan por nosotros.

Me topé hace poco con un ejemplo maravilloso de lo que nos diferencia a los hombres del resto de seres: esa libertad de elegir porque sabemos lo que es y lo que no es.

No sé si sabéis, sin duda que sí, que las termitas son esas hormigas que levantan impresionantes hormigueros, de varios metros de alto y duros como la piedra. Su cuerpo es muy blando, carecen de coraza, y por ello levantan esos hormigueros que les sirve de refugio o caparazón colectivo contra ciertas hormigas enemigas. A veces, los hormigueros se derrumban por culpa de situaciones climatológicas o, simplemente, porque son tirados por otros animales. En ese momento, rápidamente, las termitas-obrero se ponen a trabajar para reconstruir su fortaleza a toda prisa. En ese momento, las grandes hormigas enemigas, que merodean alrededor, se lanzan al asalto. Las termitas-soldado salen a defender su tribu e intentan detener a las enemigas. Como no pueden combatir con ellas, ya que son más pequeñas y frágiles, se cuelgan de las asaltantes intentando frenar todo lo posible su marcha, mientras las feroces mandíbulas de las malas las van despedazando. Las obreras trabajan con toda celeridad y se ocupan de cerrar otra vez el termitero derruido... pero lo cierran dejando fuera a las pobres y heroicas termitas-soldado, que sacrifican sus vidas por la seguridad de las demás. ¿Verdad que este heroico sacrificio merecen una medalla?

En la Ilíada,Homero cuenta la historia de Héctor, el mejor guerrero de Troya, que espera a pie firme fuera de las murallas de su ciudad a Aquiles, el enfurecido campeón de los aqueos, aun sabiendo que éste es más fuerte que él y que probablemente va a matarle. Lo hace por cumplir su deber, que consiste en defender a su familia, a sus vecinos, a su ciudad. Esta claro que Héctor es un héroe, un valiente. ¿Pero, Héctor es igual de valiente y héroe que las termitas-soldado, cuya gesta repetida millones de veces ningún Homero ha contado?

¿Es que Héctor acaso es más valiente que las termitas?

Las termitas luchan y mueren porque tienen que hacerlo sin poderlo remediar. Héctor sale a enfrentarse a Aquiles para defender su ciudad porque quiere. Las termitas no pueden desertar ni rebelarse, están programadas. Héctor sí podría hacerlo aunque tuviera que aguantar que sus conciudadanos le llamasen cobarde.

(Este ejemplo lo leí en un excelente libro de Fernando Savater, Ética para Amador)

Héctor no está programado, es libre.

Los animales son tal y como la naturaleza les ha programado para ser. No saben comportarse de otro modo. Nosotros sí.

Y todo este ejemplo es para argumentar mi reflexión de hoy: ¿por qué nos comportamos, habitualmente, como seres programados?

¿Por qué, siendo libres de elegir como somos, sabiendo lo que está bien y lo que está mal, lo que quema o congela, lo que nos hace bien o mal, nos comportamos como seres programados, como animales incapaces de decidir?

¿Por cobardía? ¿Por el qué dirán? ¿Por imbéciles?

Si sabemos lo que tenemos que hacer ¿por qué no lo hacemos?

Somos libres y sabemos. Tomar decisiones es nuestra responsabilidad. A unos gustará, a otros disgustará. La libertad también es eso, respetar lo que hacen los demás si lo hacen bien para su consciente.

No se equivoca el que hace; normalmente se equivoca aquel que no hace nada.

Últimamente creo que filosofeo demasiado o la filosofía me filosofea en exceso. La filosofía, afirmaba Schopenhauer, comienza por una meditación sobre la muerte. En cambio, el sabio de Spinoza anotó que:

Homo liber de nulla re minus quam de morte cogitat et ejus sapientia non mortis sed vitae meditatio est.

Algo así como que

El hombre libre en lo que menos piensa es en la muerte, y su saber no es una meditación sobre la muerte sino sobre la vida.

Es curioso como un simple hecho, un susto, puede hacer cambiar tus prioridades en un instante; cómo te hace ver que una décima de segundo puede cambiarlo todo y que mucho de lo que haces no vale la pena.

Si un instante es capaz de provocar algo así quiere decir, sin lugar a dudas, que vives equivocado. Vives equivocado en tus prioridades, vives equivocado en tus acciones y vives equivocado en la utilización de tu tiempo. En tus libres decisiones.

Tiempo es justo lo que no tenemos, pero tiempo, si hemos despertado esta mañana, es el que tenemos para cambiar.

Un susto te provoca un espasmo emocional, te confunde, te lleva de un lado a otro en pensamientos que alteran tu conciencia porque te hacen reconocer que las cosas no son así.

Es importante llegar a tener la oportunidad de cambiar, como es importante, también, dar los pasos necesarios para hacerlo siendo conscientes de que no hay tantas oportunidades como creemos.

Escribí un día por ahí, que la sabiduría se demuestra teniendo la valentía suficiente para cambiar lo que no te gusta en la vida; hoy, más que nunca, creo que ser sabio es tener cojones para cambiar lo que conscientemente sabes que no haces bien.

Seguir vivo te hace poder disponer de un futuro y aunque vivamos siempre en el presente, que es lo único verdadero que poseemos, podemos modificar nuestro día a día: lo que de mí, quiero, y lo que de mí, quiero para los demás.

El futuro se va construyendo desde el hacer, desde la Acción.

Ser pasivos en la vida, ser pasivos con nosotros, a la larga es arrepentirnos de haber perdido el tiempo.

Vivimos en un estado de confusión general que nos hace confundirnos, también en lo particular.

¿Cómo puede ser que la vida pase tan rápido? O, ¿cómo puede ser que perdamos tanto la vida?

O somos conscientes de lo importante o habremos perdido el tiempo y, sobre todo, la oportunidad de tomar libremente decisiones que nos hagan cambiar.