La sociedad ha cambiado de una manera casi radical si la comparamos con la época de nuestros abuelos, donde todo surgía de una manera diferente y las relaciones aparentemente eran más respetuosas e idílicas.

Actualmente, en una sociedad donde lo que predomina son las nuevas tecnologías, vivir millones de experiencias y estrujar la vida hasta el límite, las relaciones personales y de pareja han cambiado y han dado un giro de 360 grados. Ya no existen los métodos de antes y la tradicional conquista del hombre a la mujer como el “cazador” que siempre ha sido. Todo esto ha evolucionado hacia la era del Tinder, las apps, lo efímero, el famoso término “poliamor” y las relaciones abiertas.

En este contexto real, las relaciones de pareja estables para una adulta de 29 años como yo, por ejemplo, se reducen a la mínima expresión. Y lo cierto es que, después de tantas malas experiencias con tipos egocéntricos, insolentes, egoístas y un montón de adjetivos más que no viene al caso dejar por escrito como una lista interminable, creo que no me importa tener en absoluto un estado civil de soltera de oro y orgullosa, con mayúsculas.

Y es que, después de todo, he aprendido a sacar lo mejor de mi misma, a disfrutar de una buena película o una serie que te enganche desde el principio con unas buenas palomitas, disfrutar de la soledad al ir de shopping y encontrarte de repente entre un montón de gente o compartir sushi con tus amigas y no parar de reír hasta al amanecer. Porque lo que importa son los buenos momentos, los viajes infinitos a un sinfín de lugares idílicos, las cañas, los vinos y tapitas hasta la madrugada cualquier día entre semana e irte a dormir con la sensación de que has estrujado al día hasta el límite. Esto es lo verdaderamente importante, el poder conocerse a uno mismo y ser consciente de las virtudes y defectos que tenemos, para poder ser capaz de compartir tu día a día con alguien más, con un compañero de viaje.

Y si de repente este bonito viaje, que se llama vida, tenemos que hacerlo en solitario, será una opción alternativa totalmente aceptable, donde lo principal serán las ganas y el entusiasmo por vivir cada día nuevas experiencias con la mejor de las sonrisas. Porque es importante gritar en voz alta que los príncipes azules no existen, que no nos engañen.