Es un hecho -perfectamente lamentable- que millones de personas alrededor del mundo no tienen acceso al agua en la actualidad, uno de los recursos más necesarios para la vida humana. Sin embargo, Abel Cruz Gutiérrez, ingeniero que padeció su carencia en Lima, capital de Perú, ha encontrado en lo que se conoce como atrapanieblas la alternativa para ayudar a cambiar el estado y la miseria de los olvidados por el sistema.

Claudia Bellante, experta en el tema que nos ocupa, concreta que “los atrapanieblas son grandes mallas de plástico, de al menos seis metros por cuatro, capaces de captar las nubes de niebla arrastradas por el viento. Ante el impacto con la malla, la humedad se convierte en gotas de agua que, por gravedad, caen en un tubo dispuesto en la base y de ahí a un tanque conectado a una red para el suministro doméstico o a un sistema de irrigación. Un mecanismo sencillo pero eficaz, empleado también en otras regiones del mundo con características parecidas a las de Lima, como en el desierto chileno de Atacama o en algunos países africanos”.

En esta misma línea, hay que subrayar que Abel Cruz, de origen peruano, identificó en el año 2002 ese método para transformar la niebla en agua y así poder aliviar la situación de los casi 10 millones de personas que en muchas regiones de su país aún se mantienen a larga distancia del oro líquido. Y es que en Lima son muy numerosas las construcciones urbanas precarias, edificadas en terrenos inestables y donde la instalación de redes de servicios, al igual que la de infraestructuras públicas, brillan por su ausencia.

El ingeniero lo explica con detalle: “ahí se carece de todo, de vías de acceso asfaltadas y de corriente eléctrica, pero de lo que sin duda más se sufría era la falta de agua potable. La teníamos que comprar a los camiones cisterna de empresas privadas que la venden a un precio mucho más caro de lo normal y que tampoco garantizan un servicio eficiente. Fue por ello que, junto con otras personas, empecé a pensar en cómo se podía resolver ese problema y, después de largos estudios, descubrí el sistema que podría dar mejores resultados: los atrapanieblas”.

Más en profundidad, Bellante añade al respecto que “los que viven sin agua, además de permanecer en la pobreza extrema y estar constantemente expuestas al riesgo de enfermedades, se enfrentan a que la falta de suministro de agua potable obliga a comprarla a las empresas privadas que gestionan los camiones cisterna a un precio que puede alcanzar los 15 soles (4 euros) por metro cúbico. Lo cual para muchas familias supone un gasto mensual de casi el 10% de un sueldo mínimo (unos 80 soles o 19 euros), y cinco veces más de lo que pagarían en un barrio residencial servido por la red pública, donde el gasto mensual promedio es de 16 soles (4,50 euros)”.

De forma paralela, y volviendo al proyecto ideado por Abel, no viene mal recordar que las temperaturas de Lima no son muy altas pese a su cercanía con la línea ecuatorial, y que una capa de nubes que no producen lluvia la cubre de modo permanente, factores ambos que permiten a los atrapanieblas funcionar perfectamente, sobre todo en determinadas zonas.

Así, áreas como la de Villa María del Triunfo, situada al sur de Lima y caracterizada por ser una de las más áridas e inhóspitas de Perú, han constituido el trampolín adecuado para dar cuerpo al ingenio de Abel Cruz; de hecho, gracias a la ayuda económica procedente de diferentes empresas y fundaciones, el peruano ha conseguido mejorar la vida de 500 familias a través de la instalación de 50 atrapanieblas. Sin embargo, el mismo inventor especifica: “hace poco celebramos los 1.000 atrapanieblas del país y este año nos hemos propuesto instalar 3.000”.

Por su parte, los vecinos de Villa María comentan las consecuencias del novedoso resultado de una manera muy agradecida: “nuestra vida ha cambiado mucho desde entonces; los que vienen de fuera siempre nos preguntan por qué nos quedamos aquí y no nos vamos a otro lugar, pero allá abajo, en la ciudad, todo es muy caro, los alquileres, la comida... no podríamos sobrevivir”.

No obstante, y a pesar de las mejoras considerables que han traído consigo los atrapanieblas, falta encontrar la fórmula para que las mallas puedan funcionar durante todo el año, no sólo en invierno. Pero con todo y con eso, Abel Cruz ha logrado del Ejecutivo holandés tres millones y medio de euros para Peruanos sin Agua, asociación de la que el ingeniero es presidente. “Esto nos permitirá comprar 500 vetiver, unas plantas potabilizadoras capaces de purificar el agua e implantar un sistema de paneles solares para ser energéticamente autosuficientes”.

Parece, por tanto, que el proyecto se traduce en más que una bonita promesa política: se trata del inicio de una nueva vida para millones de personas que cada día se sienten más identificadas con los atrapanieblas, menos olvidadas por los que más tienen y mucho más activas ante el abanico de perspectivas que se abre para ellas. Ante un óptimo futuro que, poco a poco, va haciéndose realidad.