La humanidad enfrenta un doble desafío que redefine las fronteras de la salud pública global: la aceleración del cambio climático y el aumento en la frecuencia y diversidad de enfermedades zoonóticas. Estas dos fuerzas, aparentemente independientes, están profundamente interconectadas. A medida que los ecosistemas se transforman por el calentamiento global, el comportamiento de especies animales y patógenos se altera, generando nuevas oportunidades para que enfermedades transmitidas entre animales y humanos emerjan o resurjan con mayor intensidad.
La epidemiología contemporánea no puede abordar los brotes infecciosos sin considerar los factores climáticos, ecológicos y socioeconómicos que los condicionan. Este artículo propone un análisis integral del vínculo entre zoonosis y crisis climática, con énfasis en sus implicancias para la vigilancia epidemiológica, la prevención de pandemias y la formulación de políticas públicas sustentables.
Definiciones clave: zoonosis y cambio climático
Las zoonosis son enfermedades infecciosas que se transmiten entre animales y seres humanos. Incluyen virus (como el SARS-CoV-2), bacterias (como la salmonela), parásitos y hongos. Se estima que más del 60% de las enfermedades infecciosas humanas tienen origen zoonótico.
El cambio climático se refiere a alteraciones significativas y sostenidas del clima global, asociadas principalmente a las emisiones de gases de efecto invernadero por actividades humanas. Estos cambios impactan los patrones de temperatura, lluvias, sequías, incendios forestales, deshielos y migraciones de especies.
Cuando ambos fenómenos se intersectan, se potencia un entorno propicio para la emergencia de nuevos agentes patógenos y para la expansión de enfermedades infecciosas a regiones previamente no expuestas.
El nexo entre biodiversidad, clima y enfermedades emergentes
El deterioro de los ecosistemas naturales, sumado a la pérdida de biodiversidad y la fragmentación de hábitats, genera mayor contacto entre seres humanos y animales silvestres. Este proceso, intensificado por el cambio climático, abre nuevas vías de transmisión de patógenos.
Un ejemplo concreto es el desplazamiento de murciélagos hacia áreas urbanas debido a la pérdida de hábitat por incendios o deforestación. Estos animales son reservorios naturales de múltiples virus, como los henipavirus o el ébola. A medida que cambian sus patrones migratorios, aumentan las probabilidades de transmisión zoonótica.
Además, el aumento de la temperatura modifica la distribución de vectores como mosquitos, garrapatas y roedores, expandiendo enfermedades como el dengue, chikungunya, fiebre del Nilo Occidental, zika o la enfermedad de Lyme hacia latitudes más altas y zonas de mayor altitud.
Casos emblemáticos de zoonosis vinculadas al cambio climático
Virus del Nilo Occidental: La elevación de las temperaturas ha expandido el hábitat del mosquito Culex, aumentando la circulación del virus en Europa y Norteamérica.
Hantavirus en América Latina: Sequías y lluvias extremas, alternadas por el fenómeno de El Niño, afectan la población de roedores, aumentando los brotes de hantavirus en Argentina, Chile y Bolivia.
Leishmaniasis: En regiones mediterráneas, el calentamiento permite que los flebótomos (vectores de esta enfermedad parasitaria) se adapten a nuevos climas, facilitando su propagación.
Ántrax en Siberia: El deshielo del permafrost liberó esporas de Bacillus anthracis en restos de renos muertos hace décadas, causando brotes en comunidades locales.
Estos casos no son excepcionales. Representan una tendencia emergente con proyecciones preocupantes para las próximas décadas.
Vulnerabilidad social y desigualdad climática
La relación entre zoonosis y cambio climático no afecta a todas las poblaciones por igual. Las comunidades más vulnerables —en zonas rurales, indígenas o sin acceso a sistemas de salud sólidos— son las más expuestas tanto al riesgo ecológico como a la falta de respuesta institucional.
Además, en muchos países del Sur Global, el cambio climático genera desplazamientos forzados, pérdida de cultivos, inseguridad alimentaria y mayor dependencia de la caza o consumo de animales silvestres. Todo esto amplifica la exposición a potenciales reservorios zoonóticos.
La epidemiología global debe incorporar un enfoque de justicia climática, reconociendo que la salud planetaria está atravesada por desigualdades estructurales que exigen respuestas diferenciadas y contextuales.
Reconfiguración de la epidemiología: un enfoque transdisciplinario
Frente a estos desafíos, la epidemiología del siglo XXI requiere una reconversión conceptual y metodológica. Algunos pilares para esta transformación incluyen:
Vigilancia epidemiológica integrada: Un sistema que articule datos climáticos, ecológicos, veterinarios y sociales para anticipar brotes zoonóticos con mayor precisión.
Modelo One Health: Este enfoque reconoce la interdependencia entre la salud humana, animal y ambiental, promoviendo la cooperación entre disciplinas como la medicina, veterinaria, biología, ecología y antropología.
Tecnología y predicción: Utilización de big data, teledetección satelital, inteligencia artificial y mapas de riesgo para modelar escenarios futuros y activar respuestas tempranas.
Participación comunitaria: Las poblaciones locales deben ser parte activa del monitoreo, educación y respuesta ante riesgos zoonóticos, integrando saberes tradicionales con evidencia científica.
El rol de las políticas públicas y la gobernanza global
El abordaje de esta nueva frontera epidemiológica no puede quedar en manos de organismos aislados. Requiere una arquitectura de gobernanza global que incluya:
Planes nacionales de adaptación climática con enfoque en salud pública.
Inversión sostenida en ciencia, tecnología y vigilancia ambiental.
Tratados internacionales que regulen el tráfico de fauna silvestre y la explotación de ecosistemas vulnerables.
Refuerzo del Reglamento Sanitario Internacional con criterios ecológicos.
Ejemplos positivos incluyen la plataforma PREDICT (del programa USAID), que ha monitoreado más de 800 virus potencialmente zoonóticos en todo el mundo, o la Iniciativa Internacional sobre One Health impulsada por la OMS, FAO y OIE.
Hacia una salud planetaria: desafíos y oportunidades
La salud planetaria es un concepto emergente que propone entender la salud humana como inseparable del equilibrio ecológico y climático. Este paradigma es clave para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
La prevención de futuras pandemias depende, en gran parte, de nuestra capacidad para frenar la deforestación, proteger los hábitats naturales, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adoptar prácticas agrícolas y alimentarias más sostenibles.
La educación ambiental, el consumo responsable y la transición energética también forman parte de esta agenda integral de prevención.
Conclusión
La relación entre zoonosis y crisis climática no es una amenaza lejana, sino una realidad presente que redefine el campo de la salud pública. Comprender esta interconexión es vital para anticipar riesgos, proteger a las poblaciones vulnerables y transformar nuestros modelos de desarrollo hacia un horizonte más justo y sostenible.
Frente a la creciente complejidad del mundo contemporáneo, la epidemiología global tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de liderar un cambio de paradigma. Integrar saberes, construir alianzas transdisciplinarias y promover una salud planetaria auténtica es el desafío que nos interpela hoy.
Bibliografía consultada (extracto)
Jones, K.E. et al. (2008). Global trends in emerging infectious diseases. Nature.
IPCC (2023). Climate Change 2023: Impacts, Adaptation and Vulnerability.
WHO, FAO, OIE, UNEP (2021). One Health High-Level Expert Panel Report.
Morse, S.S. (2022). Predicting and preventing the next pandemic. Emerging Infectious Diseases.
PREDICT Project (USAID). Final Report 2020.
Daszak, P. et al. (2020). Infectious disease emergence and climate change. Annual Review of Public Health.