Es el número 266 y actual Papa de la iglesia, como tal es el jefe de Estado y el soberano de la Ciudad del Vaticano. Tras la renuncia de Benedicto XVI al cargo papal, fue elegido el 13 de marzo de 2013 y desde entonces manifestó su voluntad de ser conocido como Francisco en honor al santo de Asis.

Hijo de un empleado ferroviario y una ama de casa, a los 21 años decidió convertirse en sacerdote e ingresó en el seminario del barrio porteño de Villa Devoto, donde fue ordenado sacerdote en 1969. Ya en sus primeros años de juventud tuvo un perfil muy político y fue considerado por el clero como un sacerdote progresista.

Jorge Mario Bergoglio desde su nombramiento ha demostrado ser un gran jugador de la diplomacia, su autoridad moral el campo de las relaciones internacionales no es omitida por ningún líder político. Ya en noviembre de 2014 en Estrasburgo demostró una conducción impecable de la oratoria política en sus discursos ante el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa. Ha sido el primer Papa que habla ante las dos cámaras del Congreso norteamericano y el primero que lo ha hecho ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Si señor, tiene vena política y no le asustan ni los grandes nombres ni los grandes odios. En su periplo papal ha realizado visitas a diferentes países del mundo en Asía, Europa, África, América. Pero no solo se sienta en la Casa Blanca; como hizo Jesús con los apóstoles en la última cena, el sumo pontífice limpió los pies a doce reclusos de la cárcel de Rebibbia en Roma en la misa del Jueves Santo en 2015, mientras algunos dejaban caer sus lágrimas por la impresión de encontrarse frente al Papa y ver con la ternura con la que Francisco lavaba y besaba sus pies.

En una frase del libro El Evangelio según Jesucristo de José Saramago se describe:

“Se conmovió con la idea de que estaba buscándola otra vez, a su oveja, no para matarla, no para llevarla de nuevo al rebaño, sino para subir juntos hasta los pastos vírgenes, que los hay aún, si buscamos bien, en el vasto y cruzado mundo, y, en las ovejas que somos, los desfiladeros ocultos, si buscamos mejor”.

Nada hay que añadir. El autor nos regala un dibujo perfecto de nuestro Papa: él es un explorador de la fe.

Hace pocos días fue distinguido con uno de los más reconocido premios europeos, el Carlomagno. Lo recibió de manos de Junker, Tusk y Schultz en representación de las principales instituciones de la Unión Europea. Otorgado por Aquisgrán, en Alemania, se entrega a las personas que luchan por la unificación de los pueblos europeos para defender los más altos valores humanos: la libertad, la humanidad y la paz, para ayudar a los pueblos oprimidos y marginados… y etc.

Como es costumbre en la liturgia pública de Francisco en actos seglares, sus palabras fueron directas a los dirigentes europeos: “¿Qué te ha sucedido, Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado, Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido, Europa, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?”.

El hijo de inmigrantes italianos tiró de memoria para revivir a la vieja Europa que parece agotada. Invitó a los presentes a hacer acopio de fuerza y dignidad para recordar que el cansancio no forma parte de la historia del continente europeo. Nada tan claro como un nuevo comienzo, como la oveja que busca pastos vírgenes, Europa debe unirse y conseguir coaliciones que beneficien una economía de mercado basada en el trabajo y la solidaridad. Una madre que de acogida a los enfermos y los ancianos, que respete la vida y que socorra a los que necesitan acogida. Un nuevo camino para los jóvenes que quieren trabajar y para los que no son tan jóvenes que puedan mantener sus familias.

Pero, a pesar de las reiteradas intervenciones en foros políticos y sus viajes para interceder en las grandes causas, la figura del Papa no se puede reducir a lo político y lo puramente diplomático Él es el gran equilibrista de nuestro siglo, su perfil religioso y político es pura química. Es un maestro, como lo fue Jesús en su mundo. Hoy que nada es gratis, hoy que nos falta el tiempo para todo, hoy que no sabemos mirar nuestras raíces más humanas y que a la contra nos miramos demasiado el ombligo, Francisco nos hace recordar el compromiso con las personas de diferentes orígenes y credos, nos hace recordar el compromiso con nosotros mismos.

Francisco asume su papado como una plataforma extraordinaria para llegar a los marginados y a los poderosos por igual. Es el líder de la humanidad y no pertenece únicamente a los católicos, su imagen es valorada por diferentes confesiones, ateos, creyentes, judíos, protestantes… El pastor no solo habla en la iglesia, también da lecciones en los congresos y lo hace con más sabiduría que muchos asesores.

Con él me surge la duda: ¿hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que de Dios?