Isabel II de Inglaterra ha comenzado las celebraciones por su 90 cumpleaños. Lo hacía el jueves 21 de abril con un desfile multitudinario en la localidad inglesa de Windsor, el primero de los grandes actos que se van a suceder durante los próximos meses. En esta ocasión la soberana británica rompe la tradición de celebrar su aniversario en junio, una costumbre establecida en 1748 por Jorge II para evitar que las celebraciones reales coincidan con una jornada primaveral lluviosa.

Todo en la soberana británica parece ser un récord. Cumple 90 años, una edad nunca antes alcanzada por un soberano del Reino Unido, y en septiembre logró el hito de convertirse en la monarca que más tiempo ha permanecido en el trono, al superar los 63 años y 216 días que lo ocupó su tatarabuela, la emperatriz Victoria.

Isabel II llega a sus 90 años con la monarquía gozando en el Reino Unido de la popularidad más alta desde que las encuestas empezaron a medir esta variable, allá por los años 50. El 76% de los británicos se declara satisfecho con la Corona y sólo el 17% optaría por la República, según un sondeo encargado por el Kings's College de Londres.

Elizabeth Alexandra Mary Windsor, apodada por su familia Lilibeth, nació el 21 de abril de 1926 en Londres, convirtiéndose en la primogénita de los duques de York. No estaba predestinada a reinar. Se crió como una princesa a la que como mucho le iba a corresponder ejercer de consorte de algún otro príncipe. Pero la abdicación de su tío Eduardo VIII, quien antepuso su pasión por la americana y divorciada Wallis Simpson a sus obligaciones de rey, empujó al trono a su padre, Jorge VI, convirtiéndola a ella en la heredera y futura monarca.

Isabel II empezó a aparecer en actos públicos en la adolescencia, durante la II Guerra Mundial. Sirvió en la rama femenina del ejército, acompañó a sus padres en algunos viajes y el día de su vigésimo cumpleaños se dirigió a la nación por primera vez a través de la radio: "Mi vida entera, ya sea larga o corta, estará dedicada a servir a esta gran familia del imperio", dijo.

A lo largo de su extenso reinado, sus discursos son las pocas ocasiones en las que se la ha podido escuchar hablar en público. Jamás ha concedido una entrevista. Los historiadores coinciden en que es esta capacidad demostrada para permanecer muda la clave de su popularidad. En palabras del periodista de la BBC Jeremy Paxman, "sabemos cuáles son las opiniones de la reina: la reina no tiene opiniones". Conocida por ser una trabajadora incansable y muy disciplinada, desde hace casi 64 años mantiene un encuentro semanal con sus primeros ministros (el actual primer ministro británico David Cameron es el número 12 que conoce); preside un sinfín de actos públicos, sólo en 2015, 393, y ha realizado ya 265 viajes al exterior.

Uno de los momentos de mayor crisis de su reinado fue, sin duda, la muerte de su nuera Lady Di. La monarca tardó cuatro días en reaccionar ante el público y esto le pasó factura. Isabel II se resistía a darle un funeral de Estado a Diana de Gales, pero al final no tuvo más remedio que claudicar. El mensaje televisado que concedió entonces fue histórico. «Tenemos que aprender lecciones de su vida y de su conmovedora muerte». Isabel II jamás ha dejado mostrar sus sentimientos en público. En privado, según su círculo más íntimo, tampoco lo hace con facilidad.

Isabel II convoca, prorroga y disuelve el Parlamento y todas las leyes necesitan su consentimiento para aprobarse. Puede indultar a presos, declara la paz y la guerra y no se la puede llevar a juicio bajo ninguna circunstancia. Sus funciones son representativas pero no menores, según señalan los expertos. Muchos de los países que en 1953, cuando Isabel II subió al poder, integraban la Corona británica son hoy repúblicas independientes. Aun así, la soberana británica se mantiene como cabeza de la Commonwealth, que componen 54 naciones y casi 2.000 millones de habitantes, y, además del Reino Unido, es jefa de Estado de 15 países, como Canadá, Australia o Nueva Zelanda.

En una sociedad en la que se prima la igualdad de oportunidades, una reina y una familia real carecen de ningún sentido. La británica parece, sin embargo, inamovible y no sólo por ser un foco de atracción turística que mueve millones de libras cada año. Isabel II es sin duda un símbolo del pasado aún vivo, casi una reliquia que no vemos en ningún museo sino andado y acudiendo aún a actos públicos. Con sus 90 años ella sigue siendo presente. El futuro está por ver.