Cuando uno toma decisiones nunca se equivoca, pase lo que pase. El mayor error siempre es el no decidir. Tomar decisiones es una capacidad personal, de nuestra razón y pensamientos, que va unido a la voluntad. Pensamos, creemos y avanzamos en esa dirección con todas las consecuencias.

Somos libres y, por lo tanto, también somos libres de elegir y decidir aquello que queremos hacer o ser, ¿no?

A lo largo del día tomamos cientos de pequeñas decisiones de las que, en su gran mayoría, ni siquiera somos conscientes. Son decisiones habituales, cotidianas, que van condicionando nuestras vidas. Pero tomar decisiones importantes y de trascendencia no es algo fácil, ni mucho menos.

Es esencial para las personas, para la vida de una persona, dar el paso, ser capaz o tener la fuerza suficiente como para tomar decisiones.

Tenemos un concepto bastante equivocado de las decisiones. Pensamos en las decisiones en negativo, nunca pensamos en lo mucho positivo que nos puede deparar el tomar una 'decisión' en un momento dado. Ejemplo: dejar de fumar. Otro ejemplo: dejar de ver la televisión. Otro: cambiar de trabajo. ¿Otro?: mandar a hacer puñetas al pesado de la empresa, que no hace más que meterse contigo. Pero hay muchos mas...

Hastie, R. (2001. Problems for Judgement and Decision Making. Annual Review of Psychology) trata de aclararnos con sus definiciones y planteamientos el proceso de toma de decisiones o resolución de problemas:

  • Decisiones. Son combinaciones de situaciones y conductas que pueden ser descritas en términos de tres componentes esenciales: acciones alternativas, consecuencias y sucesos inciertos.
  • Resultado. Son situaciones descriptibles públicamente que ocurrirían si se llevasen a cabo las conductas alternativas que se han generado en el proceso de toma de decisiones. Como todas las situaciones son dinámicas, según avanza y continúa la acción el resultado puede variar.
  • Consecuencias. Son las reacciones evaluativas subjetivas, medidas en términos de bueno o malo, ganancias o pérdidas, asociadas con cada resultado.
  • Incertidumbre. Se refiere a los juicios de quien toma la decisión de la propensión de cada suceso de ocurrir. Se describe con medidas que incluyen probabilidad, confianza, y posibilidad.
  • Preferencias. Son conductas expresivas de elegir, o intenciones de elegir, un curso de acción sobre otros. Tomar una decisión se refiere al proceso entero de elegir un curso de acción.
  • Juicio. Son los componentes del proceso de decisión que se refieren a valorar, estimar, inferir que sucesos ocurrirán y cuales serán las reacciones evaluativas del que toma la decisión en los resultados que obtenga.

Tomar decisiones consiste en encontrar una conducta para resolver un problema a sabiendas de que las consecuencias son inciertas, no sabes qué depara la decisión.

Las decisiones, sobre todo cuando tienen que ver con uno mismo, son importantes y pueden ser trascendentales. Retrasarlas pueden tener consecuencias nefastas y, en su caso, no tomarlas puede ser el mayor fracaso en vida que uno pudiera tener.

Creo que pensamos demasiado o damos demasiada importancia al qué dirán de los demás, por encima de nuestro propio bienestar.

Me ocurre muchas veces con mi hijo. Siendo cada día más mayor y responsable (de lo que siento orgullo), en alguna ocasión no le permito tomar ciertas decisiones que podrían ser trascendentales en su vida. Decisiones que a lo mejor para mi no son importantes, y por eso me meto, pero para él son trascendentales. Al reflexionar sobre ello, en cuestiones que son de su edad, suelo echar marcha atrás y busco -o al menos intento- obligar y responsabilizar a tomar su propia decisión. Aún así, noto demasiado mi presencia.

No nos damos cuenta de que podemos estar mediatizando de tal manera que llegará un día en el que le toque tomar decisiones, verdaderamente importantes para él y su vida, y no se atreverá. Incluso que llegue un día a renunciar a su futuro por miedo a tomar sus "decisiones".

Lo peor de tomar una decisión es que nunca sabrás si has acertado o no hasta que no pase un tiempo. Cuando asumes la responsabilidad de hacerlo, ya no caben dudas: el mayor acierto, siempre he dicho, está en dar el paso.

A lo largo de nuestras vidas es difícil no equivocarnos o tomar decisiones equivocadas. Por eso he tratado siempre de no prejuzgar a los demás. Lo que es bueno para unos puede ser malo para otros y viceversa.

Una mala decisión en tu vida puede tirar por la borda una reputación, pero no una vida. La reputación se va construyendo con el tiempo, paso a paso, decisión a decisión. Y mientras haya vida hay tiempo de rehacer el camino.

Somos dueños de nuestros sueños, de nuestros silencios y de nuestros actos. Caminamos por un mundo repleto de obstáculos y tomamos decisiones, acertadas o no, a cada momento.

Pero no estamos solos en el mundo. Vivimos y convivimos; dependemos y dependen de nuestros actos, de nuestros aciertos y errores. El tiempo te hace medir con mayor precisión tus actos, porque de tus actos provienen consecuencias no sólo para nosotros, sino para los que nos rodean.

Por eso son siempre tan importantes nuestras decisiones y actos, pero tal vez lo sean más, si cabe, cuanto más mayores seamos. Desgraciadamente, el tiempo para enmendarnos será menor.

Es importante dejar que los demás, aquellas personas que nos importan y queremos, aquellas personas que colaboran y trabajan con nosotros, tomen decisiones. Las decisiones nos responsabilizan, las decisiones nos enseñan a equivocarnos, las decisiones nos motivan e ilusionan, nos hacen sentir orgullosos de nuestros éxitos, pero también de nuestros fracasos.

Muchas veces nos escondemos en la comodidad para no tomar decisiones. Es verdad que tomar una decisión te obliga a ser valiente, a arriesgar, a salir de esa zona de confort en la que nos solemos encontrar habitualmente.

Otras veces preferimos escondernos en la decisión de otros. Así no nos equivocamos y, en su caso, si la decisión es acertada, vivimos del éxito ajeno.

Me he equivocado muchas veces en mi vida, tantas que alguna ya se me ha olvidado. He discutido con mi familia y con íntimos amigos por haber tomado una u otra decisión. No me arrepiento. Las veces que he metido la pata, o he fracasado, lo he reconocido y ha sido una gran lección.

Reconozco que no me ha gustado nunca que tomen decisiones por mí. No me ha gustado que me condicionen ni que me marquen caminos que no eran los míos. Es verdad, tampoco he estado acertado siempre. Pero sé, también, que muchas de esas decisiones, si las hubiese consultado, no las habría tomado. Si hago un repaso es posible que me haya equivocado más veces que acertado. En el momento de "decidir", es fundamental que seas tú y no pienses en el resto.

Hay cosas que si no se hacen en el instante que toca, es muy posible que ya no puedan hacerse, porque no será ni serán lo mismo.

A veces dudamos a la hora de dar un paso o de tomar una decisión: nos callamos cuando deseamos decirle algo a una persona, nos detenemos, dudamos ante el deseo de apoyar nuestra mano o acariciar la mejilla de otra; no escribimos aquello que deseamos, no compramos lo que nos apetece en el momento por miedos al qué dirán; no cambiamos de trabajo o no defendemos a quién verdaderamente merece nuestra defensa, por si el otro se enfada con nosotros; a veces, simplemente, hipotecamos nuestra vida por el qué pensarán o dirán los demás. Y ¡no! No está bien.

Son oportunidades perdidas que no vuelven y, si lo hacen, jamás serían las mismas ni lo mismo.

Por eso, de verdad, la decisión más importante que puedes tener en tu vida es esa: decidir. Y el mayor fracaso y equivocación: no hacerlo.