El pasado 8 de enero México capturaba a uno de los criminales más buscados en un país repleto de narcovillanos de alcance mundial. Joaquín Guzmán Lorea, El Chapo, caía por tercera vez ante las fuerzas de seguridad de un Estado al que a menudo precede el nombre de narco y otras veces sigue el apellido fallido.

Las fugas de El Chapo

Guzmán, de 57 años y uno de los líderes del Cártel de Sinaloa, no llevaba demasiado tiempo en libertad cuando los comandos de la Marina de México asaltaron la casa en la que se escondía en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa. Seis meses antes había protagonizado una espectacular fuga recorriendo a lomos de una motocicleta sobre raíles el túnel de un kilómetro y medio construido desde el exterior y que comunicaba la ducha de su cárcel con las obras de un nuevo edificio en el que le esperaban sus hombres.

Esa fuga ponía fin a un año y medio de encarcelamiento que el gobierno de Enrique Peña Nieto había exhibido con orgullo. Antes de eso, el responsable según confesión propia de entre 2.000 y 3.000 asesinatos, estuvo en prisión desde 1993 a 2001, periodo que finalizó con una fuga escondido en el camión de lavandería. Por supuesto, ninguna de sus estancias en la cárcel le impidió seguir manejando el negocio desde dentro.

El Chapo estuvo a punto de conseguir fugarse nuevamente en la madrugada del 8 de enero. Lo había logrado, una vez más, pocos días antes en otra operación del ejército en la que un comando llegó a encañonarlo. El Chapo utilizó a una niña como escudo humano y tuvo la suerte de que el soldado que le apuntaba tuviera mejor escala de valores que la suya.

En Los Mochis, mientras cinco de sus hombres daban la vida retrasando a los soldados de la marina de México, El Chapo escapó junto a su jefe de seguridad, El Cholo, a través de un túnel que comunicaba con el sistema de alcantarillado. Una vez en la calle, roban un vehículo con el que se alejan, lo abandonan, roban un segundo y continúan la huida hasta que se topan con uno de los anillos de seguridad de la operación militar. La suerte se le ha acabado al Chapo y esta vez es detenido.

Este relato, conciso, da una idea más completa de lo que es un personaje como El Chapo, de lo que consigue el muy extenso reportaje que Rolling Stone publicó al día siguiente de su captura. La responsabilidad no es tanto de Rolling Stone como del autor de dicho reportaje, Sean Penn. Aunque es difícil de entender como el editor no le pidió que reescribiera aquello de arriba abajo.

Penn vive peligrosamente por todos nosotros, desagradecidos

Resulta que Sean Penn tiene inquietudes periodísticas, además de artísticas y humanitarias. Se encontró con la posibilidad de llegar al Chapo a través de la actriz mejicana Kate del Castillo, quien tenía un canal de comunicación con el criminal. Tuvo la idea de realizar una entrevista, Rolling Stone compró la idea y comenzó la aventura del actor.

Penn tuvo la generosidad de titular su pieza El Chapo Habla (1), aunque Guzmán habla bastante poco y quien no se calla a lo largo de todo el reportaje es el ego del actor, monopolizando la narración y erigiéndose en el auténtico protagonista de una historia que habría sido más justo titular Porque Sean Penn es el fucking master y deberías estarle agradecido, por ejemplo.

Puede parecer una frivolidad que una bomba periodística de este calado recaiga en alguien como Sean Penn, estrellón de Hollywood y outsider del periodismo encantado de haberse conocido. Máxime si se le compara con los periodistas anónimos que se juegan y pierden la vida por informar sobre el tema en un país como México. Ya saben, en la vida real. Pero eso no va con Penn. Él está en su propia película y nos lo hace saber desde el primer momento.

“Hoy es 28 de septiembre de 2015. Mi cabeza está nadando, etiquetando TracPhones (grabadoras), uno por cada contacto, uno por día, destruir, quemar, comprar, equilibrando los niveles de codificación, a través de Blackphones, direcciones de email anónimas, mensajes no enviados almacenados en la bandeja de borradores. Es una película de horror clandestina para el hombre más analfabeto en tecnología que existe en el mundo. Tengo 55 años de edad y nunca he aprendido a utilizar una laptop. ¿Aún fabrican laptops? ¡Ni puta idea! Son las 4:00 de la tarde. Otro precioso día de otoño en la ciudad de Nueva York. Las calles han sido un hervidero de luces y sirenas de movimiento diplomático, jefes de Estado, funcionarios de la ONU, servicios secretos y la policía de Nueva York. Es la semana de la Asamblea General de la ONU. El Papa Francisco iluminó el camino y se marchó de la ciudad dos días antes. Estoy sentado en mi habitación del Hotel St. Regis con mi colega y compañero de armas, Espinoza”.

¿Es un nuevo thriller? Pues no, es como el amigo Sean Penn vive sus días, al parecer. Aprecio como cualquier otro una narración vibrante y tienen su interés los detalles de cómo se organiza una reunión con alguien como Guzmán, pero no tanto como el propio encuentro.

Para cuando llegamos al mismo estamos casi a la mitad del reportaje. De un reportaje laaaaaaargo de más de 11.000 palabras que son un montonazo de páginas. Antes de eso, Penn ha hecho un retrato del personaje tremendamente photoshopeado para el responsable de tres décadas de liderazgo del sangriento y corruptor Cártel de Sinaloa. Cártel que, según el propio Chapo, proporciona la mitad de la heroína, cocaína y metanfetamina que se consumen por el mundo.

Como aspecto negativo del personaje, señala alguna cosilla como que era de gatillo fácil en sus inicios. A continuación se pone empático e intenta pergeñar algo así como una justificación ética ante la descabellada eventualidad de que su arriesgada búsqueda de la Verdad no sea del todo entendida ahí fuera. Nótese en que lado de la balanza pone siempre la responsabilidad Penn.

“He de decir que no me produce orgullo alguno guardar secretos que se pueden percibir como que protegen a delincuentes, ni siento ningún regodeo soberbio en tomarme selfies con agentes de seguridad ignorantes. Pero voy a mi ritmo. Todo lo que digo a todo el mundo debe ser cierto. Tan cierto como que es una verdad dividida. La confianza que El Chapo había depositado en nosotros no era algo para chingárselo así como así. Esta será la primera entrevista jamás concedida por El Chapo fuera de una sala de interrogatorios, lo cual me dejaba sin precedentes para medir los riesgos que asumíamos. Había visto un montón de vídeos y fotografías de inocentes, activistas, valientes periodistas y enemigos del cártel que fueron decapitados, hechos explotar, desmembrados o acribillados a balazos. Yo era muy consciente del compromiso de la DEA y otros policías y militares, tanto mexicanos como estadounidenses, que habían perdido la vida ejecutando las políticas de la guerra contra las drogas. Las familias diezmadas, y las instituciones corrompidas”.

Eso son 168 palabras de las más de 11.000 que componen el artículo. Y ahí acaba la empatía con alguien que no sea el propio Penn o su pene. No es broma.

“Arrojo mi mochila en la parte trasera de la camioneta y avanzo pesadamente hasta la arboleda a orinar. Pene en mano, lo cuento entre las partes de mi cuerpo vulnerables a los cuchillos de narcos irracionales, y vuelvo a admirarlo una vez más, por si acaso, antes de volver a ponerlo a buen recaudo”.

Sí, Sean Penn ha tenido tiempo de admirar su miembro viril mientras se juega la vida por la Verdad y todos nosotros y además contárnoslo. Hay más secuencias entre lo épico / transgresor -para Penn- y lo ridículo -para el resto-. En un momento dado de la reunión, Kate se retira a sus aposentos y El Chapo la acompaña. Penn, al quite, teme por su seguridad.

“Me ofrezco a acompañarles, si bien las circunstancias harían sin duda que cualquier intento de protección fuese inútil. Antes de que mi subidón suprarrenal de paranoia pueda inspirar un insulto o daño, El Chapo ha regresado”.

La verdad es que en las películas se le ven mejores reflejos. Pero nada es comparable a su despedida del Chapo.

“En este momento, se me escapa una pequeña flatulencia propia del viajero (perdón), y con ella, experimento la misma cortesía que él había ofrecido cuando acompañó a Kate hasta sus aposentos, mientras hace como si no lo hubiera notado. Escapamos a su sutil bruma, y me uno a mis colegas dentro del bungalow”.

Lecciones de vida by Penn: el relativismo moral y tú.

Penn también filosofa que quiénes nos creemos todos nosotros, ciudadanos consumidores de drogas del primer mundo, frente a un tipo como Guzmán que solo es el jefe de uno de los cárteles de la droga más dañinos que existen.

“(…) en el caso del narcotraficante más buscado del mundo, nosotros, los americanos, ¿no somos de hecho cómplices de todo lo que puede ser satanizado? Somos los consumidores, y como tales, somos cómplices de todos los asesinatos, de toda la corrupción existente en la capacidad de una institución para proteger la calidad de vida de los ciudadanos de México y los Estados Unidos, y que es el resultado de nuestro insaciable apetito de narcóticos ilegales.

Volvemos una vez más a una cuestión de moralidad relativa. ¿Qué decir de las decenas de miles de estadounidenses enfermos y químicamente adictos, encarcelados salvajemente por el crimen de su enfermedad? Encerrados en centros donde es inevitable que se den actos atroces de deshumanización y violencia, y donde el asesinato es una amenaza que se cierne constantemente. ¿Estamos diciendo que lo que es sistémico en nuestra cultura, y está fuera de nuestra vista y control directos, no comparte ningún tipo de equivalencia moral con las abominaciones que pueden rivalizar con los asesinatos provocados por el narcotráfico en Juárez? ¿O se trata de una distinción para quienes pretenden tener de forma pasiva superioridad moral?”.

Claro que sí, Sean. A ver qué nos hemos creído. A mí me dan a elegir entre montar un cártel mafioso para hacerme rico o pasar del tema y currar como todo el mundo y no me lo pienso, vamos: al cártel de cabeza. Nos tienes calados, Penn.

Periodismo al límite

Para ser justos, la aventura no se desarrolló como al actor le hubiera gustado. La primera y única reunión que tuvo con Guzmán debía ser solo una toma de contacto para organizar una extensa entrevista a desarrollar durante dos días. El segundo encuentro nunca tuvo lugar y Penn tuvo que conformarse con lo vivido en siete horas de charla, comida y tequila con uno de los hombres más buscados del planeta, más un cuestionario de preguntas enviado posteriormente y que sería respondido en una cinta de vídeo.

Como en toda buena trama, no dejan de surgir dificultades y adversidades para el héroe. Siete horas de conversación dan para media docena de entrevistas a la mayoría de los periodistas, pero ellos no tienen que encarar las mismas dificultades que Penn. Resulta que el actor se ha venido hasta una selva perdida de México para realizar una entrevista y no lleva ni un mísero boli y papel con los que tomar notas. La opción de pedírselo a sus compañeros, el propio Guzmán que le está pareciendo un tipo amable y completamente alejado de lo que realmente es o a cualquiera del centenar de personas que componen la troupé de El Chapo ni se le pasa por la cabeza.

El caso es que, ante la imposibilidad de guardar cualquier registro de la charla, Sean confiesa que solo hace preguntas de las que pueda recordar la respuesta. El método no se demuestra muy exitoso en cuanto a hechos concretos pero si en cuanto a sensaciones y emociones.

Penn aprecia un carisma en el personaje absolutamente invisible en el vídeo de la entrevista, y confiesa sus dificultades para reconocer el monstruo que tiene delante. Lo intenta pero no lo consigue. Penn, siempre al límite, evita caer en la prejuiciosa manía de no juzgar un libro por su cubierta. Obviamente, el relativismo moral que tanto le aflige es solo cosa de sus compatriotas.

Ya, al fin, la entrevista con El Chapo.

De la videoentrevista (2) no hay mucho que decir. Guzmán se muestra tremendamente tímido e inseguro ante las cámaras mientras contesta una retahíla de tópicos exculpatorios ante preguntas aún más inofensivas y genéricas. Aunque si deja una frase que resulta escalofriante viniendo de quien viene:

“Si pudiera cambiar el mundo, ¿lo cambiaría?”

“Yo para mí, a como estamos, soy feliz… “

Conforme pasaron los días, a Penn le llovieron todo tipo de palos por su egocéntrico reportaje. México ha explicado que la relación de Kate del Castillo con El Chapo fue el hilo que siguieron hasta dar con él y que los pasos de Penn y la actriz fueron controlados en todo momento.

Penn comentó en una entrevista posterior que de eso nada y que lo que pretendía el Gobierno de México era ponerle en el punto de mira del Cártel de Sinaloa pero que, por supuesto, no tenía miedo. También explicó que su entrevista había fracasado (3) porque el público no había entendido que el tema era la guerra contra las drogas y no El Chapo. Y en cuanto a las críticas por su benévolo retrato del personaje comentaba que lo suyo era “periodismo experiencial” (4) y que no era él quien tenía que hablar de “presuntos” asesinatos en una entrevista con el autor confeso, sino que solo había ido a pasar un rato con un ser humano y que todo el mundo lo era.

El reportaje puede no ser muy bueno como entrevista al que era el narcotraficante más buscado del mundo. Pero como perfil de Sean Penn, no tiene precio.

Referencias

1) https://www.rollingstone.com/culture/features/el-chapo-habla-20160111
2) https://www.youtube.com/watch?v=-7gzl2ZI1kE
3) http://www.theguardian.com/film/2016/jan/15/sean-penn-on-el-chapo-interview-i-have-a-terrible-regret
4) https://www.rollingstone.com/tv/news/see-sean-penn-discuss-el-chapo-in-60-minutes-interview-20160118