En los últimos años, Asturias está a la cola de todos los indicadores de prosperidad. El Principado pierde población. La tasa de actividad es la más baja de España. El PIB no despega, la contaminación sube... y así un largo etcétera.

La triste lacra de la corrupción no le es ajena al antiguo Reino. El Partido Popular tiene el caso Aquagest, con ramificaciones en Oviedo, Gijón y Avilés: una empresa de suministros, por supuesto contratada por los ayuntamientos, pagó supuestamente viajes de placer a concejales y cargos del partido. El "secretario" de los beneficiados, que llevaba la contabilidad de las correrías, anotaba de manera pintoresca algunos gastos como "putas y varios". El personaje más notable investigado (que ya no se les llama imputados) es el ex alcalde de Oviedo Agustín Iglesias Caunedo, que continúa como portavoz del grupo municipal. La presidenta regional de la formación, Mercedes Fernández -más conocida como Cherines-, por supuesto, no estaba al tanto de nada. Y pide dimisiones que "no le aceptan". Y ella, que "se precia de ser una persona divertida", está harta de que le pregunten por este asunto.

En las filas contrarias, el PSOE, que lleva gobernando casi toda la democracia (excepto una bronca legislatura, cuando el que escribe era un niño, del PP, y el año de parálisis con Cascos al frente) tampoco está para enorgullecerse: el sobrecoste ultramillonario del puerto del Musel probablemente sea el ejemplo más paradigmático. Anejo a ellos está UGT, llamado aquí SOMA-FIAT-UGT, con un dirigente sindical caciquil llamado José Ángel Fernández Villa, que se lo llevó crudo a puñados y al que la enfermedad parece que lo va a librar de toda responsabilidad. Eso es solo una parte de lo que ha salido a la luz: quién sabe cuántos pesebres, enchufes y subterfugios no habrá habido en 40 años.

Y no ha faltado el dinero en todo este tiempo: había fondos mineros y europeos por un tubo, pero se malgastaron miserablemente en obras faraónicas (Niemeyer, Zalia...), túneles de la risa y sumideros misteriosos. Mientras, hay paro y muchas tierras sin uso y montes sin desbrozar y casas que se caen en los pueblos de puro abandono: la escasa población se concentra en el centro y las alas quedan aisladas (cuándo habrá una Autovía del Suroccidente), olvidadas, con servicios escasos o nulos. El Aeropuerto es un pufo y la red de cercanías, predemocrática y lenta. Igual no hace falta un AVE que llegue hasta el mar (línea que llevo oyendo prometer casi desde que tengo uso de razón), pero sí que se abra y ponga en funcionamiento de una vez por todas la Variante de Pajares.

La fragmentación política tiene paralizada la Junta General (Asamblea Regional), en la que se observa un bloque gubernamental PSOE (14 escaños) e IU (5); la oposición responsable, dentro de lo que cabe, de Ciudadanos (3); el bloque inmovilista del Partido Popular (11) y Foro Asturias (3, escisión del exministro Francisco Álvarez Cascos que cada vez lo es menos) y, en su línea, Podemos (9), que no se sabe muy bien si quiere ayudar al progreso de la región o juntarse con la derecha para cargarse el gobierno. La cerrazón de Podemos (y la falta de talante negociador del Ejecutivo de Fernández, todo hay que decirlo) impide que este año haya presupuesto regional (con lo que se reeditan unas cuentas aprobadas, qué casualidad, por PP y PSOE) y hace que peligren, entre otras cosas, las oposiciones. Es muy ilustrativo y citado el cartel a la entrada de la ciudad más grande del Principado (donde la abstención del partido morado permite a los casquistas mantener la alcaldía) por la Autovía Minera, según dicen colocado por Izquierda Unida, que reza: "Bienvenidos a Gijón. Aquí gobierna la derecha gracias a Podemos". Pero tampoco gobierna demasiado: otra prórroga presupuestaria.

Mientras, los jóvenes se siguen yendo, los montes siguen sin recibir cuidados -luego arden y el Principado, tras haber recortado en bomberos, no sabe más que esperar a que llueva- y el gobierno sigue intentando gobernar a duras penas. Es, parafraseando a Francisco Silvela, una Asturias sin pulso.