Tráfico de drogas, ajustes de cuentas, violencia de género, inmigración, discriminación, obsesiones… son las realidades en las que Roberto García profundiza en su quinto libro, Escombros de Realidad. Una dura novela construida a partir de una serie de relatos cortos entrelazados y conectados a través del drama del Inspector Carlos García. Historias con gran contenido verídico que invitan a reflexionar sobre la justicia de clases, las consecuencias de nuestros actos, las luchas interiores de cada uno, la fugacidad de la vida, el capricho del destino o la posibilidad de convertirnos en protagonistas de sucesos cotidianos. Entre tanto `escombro´, sin embargo, el autor también consigue que vislumbremos un espacio para la esperanza, la ilusión y la sonrisa.

¿Cómo surge Escombros de Realidad?

El libro comenzó con un relato corto que escribir para un concurso en 2009. El relato se titulaba El Tercer Poema y cuenta como se conoce una pareja joven. Pero por un trágico suceso ocurre, un conductor borracho los atropella al salir del cine y los mata. Empecé por ahí y luego desarrollé la historia del conductor antes y después del atropello. Después escribí más relatos y los fui entrelazando entre sí a través de personajes que pasan de una historia a otra. La novela son varios relatos de vidas cruzadas, todos muy reales, relacionados por un hilo conductor que es la historia del inspector García, con la que se empieza y acaba el libro.

¿Qué quieres decir con que son relatos muy reales? ¿Son hechos verídicos?

En esta novela hay muchas historias reales, incluso los nombres de los personajes. Algunos los he cambiado, pero otros los he mantenido para dar al libro más veracidad. Es una novela muy dura, es una lectura cruda. Es un crudo reflejo de la sociedad actual porque hay violencia de género, hay ajustes de cuentas, hay tráfico de drogas, está la balanza de la justicia según quién eres, según cuánto dinero tienes, la diferencia que existe entre un hombre y una mujer en una empresa en el mismo puesto de trabajo, la inmigración… Pero sí, hay mucha verdad en la novela, el relato más verídico es el de la “Despedida”, una historia que viví de primera mano.

¿Por qué tanta dureza? ¿Cuál es el objetivo?

Reflexionar. A la gente le gustan las novelas que le hagan vivir una historia, pero no hace falta cuando la historia la tienes enfrente. Lo que intento en el libro es ir más allá de lo que escuchas en una noticia o en el telediario. Es explicar qué es lo que ha vivido esa persona antes de salir en las noticas, la vida real, su vida como tal. Tú puedes ir andando por la calle y nadie sabe realmente si tu marido te pega, o si estás trabajando en un puesto de asistente en una empresa cuando tienes una preparación para ser un directivo, solo por ser mujer.

Entonces, ¿la novela tiene una intención de denuncia?

En parte sí. Vamos a decir 50% denuncia y 50% reflexión para que la gente preste más atención a esos temas. Por lo general la gente pasa de largo porque es un simple espectador, pero de la noche a la mañana puedes convertirte en protagonista. La vida te puede cambiar en un segundo como ocurre en la historia del “El Tercer Relato”. No porque lo hayas decidido tú, sino porque la vida es así, la realidad por desgracia es esa. Un día puedes doblar una esquina y encontrarte con la muerte esperándote.

¿Propones alguna forma o actitud para enfrentar estos problemas o resolverlos?

No, es sólo una crítica para llamar a la reflexión. La sociedad en la que vivimos te obliga o te marca unas pautas de vida, si te sales de ellas te quedas excluido, pero si no te arriesgas a que te pase todo lo que te puede pasar ahora mismo en la calle. La misma sociedad te dice que esto es lo que hay, que no hay soluciones, no hay opciones, esto es lo que toca. Entonces proponer entraría en algo banal, algo como auto ayuda… Yo simplemente lo crítico para que la gente pueda reflexionar y asimilar su parte de responsabilidad de que esto sea así.

Sin embargo, en la novela hablas de “justicia poética”. ¿A qué te refieres?

La justica poética es lo que ahora se le llama karma, es la justicia del "ya se te pagará con la misma moneda", quiere decir, que el tiempo ya buscará la forma de devolverte lo que estás haciendo. Es así, las cosas que se van haciendo por un lado, la vida te las va devolviendo por otro lado poquito a poco. De hecho esta justicia poética hace por el inspector Carlos García, el hilo conductor de la novela, lo que él lleva muchos años queriendo pero no puede porque es policía. En la novela hablo de una bestia que todos llevamos dentro que hay quien puede controlarla y hay quien no. Esa bestia le dice al inspector: “¿por qué no persigues al asesino de tu familia y le pegas un tiro?”. Pero él controla a esa bestia y la guarda, la mete dentro y van pasando años y años, hasta que la justicia poética hace lo que hace.

Aquí estás tratando los conflictos interiores, psicológicos…

Sí, hablo sobre el conflicto de lo que llamamos justicia de clase. Sabemos que la justica no es igual para ti que, por ejemplo, para el hijo del dueño de Endesa, sabemos que la justica cambia. Entonces esa bestia que tienes dentro te grita y te dice: “¡ponle freno a esto y tomate la justicia por tu mano!”. Todos llevamos esa bestia que nos empuja a hacer ese tipo de cosas, pero hay quien sabe controlarla y hay quien no.

¿Cómo aparecen reflejado esos conflictos interiores en la novela?

El conflicto interior tiene relevancia no solo en el inspector, sino en otros personajes del libro. Todos tienen algo de ese conflicto interior que los ayuda a tomar decisiones, algunas buenas y otras no tan buenas. Creo que es un viaje interior de cada persona en situaciones distintas. Por ejemplo, la chica que sufre violencia de género tiene esa lucha interior que le dice: “¿Qué hago? ¿Llamo, denuncio…? No sé, porque tal vez no lo vuelva a hacer...”. Con el conductor que atropella a la pareja pasa lo mismo: la culpabilidad lo corroe, un sentimiento que al final lo destroza. Hay otro personaje, un chico que está obsesionado con una chica, una historia real, y ese sentimiento le lleva a no pensar en nada más. También está el instinto de supervivencia del inmigrante que se pasa dos años para poder llegar a España y luego se encuentra con que no es como se lo habían prometido…Son sentimientos que te hacen crecer como persona o simplemente te hunden.

¿Tienen algún tipo de relación todos estos sentimientos de los personajes?

Son historias diferentes, pero están entrelazadas unas con otras por algún motivo, puede ser a través de un personaje o por un sentimiento... Es como en la vida real. Nuestra vidas están entrelazadas, es decir, las consecuencias de tus actos no solamente te influyen a ti, influyen a alguien más, puede ser de tu entorno o no. Eso es lo que quiero dar a entender con este libro. Detrás de cada historia siempre hay algo, es una cadena de causas y consecuencias. Por ejemplo, en el caso del chico que trafica con drogas y su futuro se ve trucando, las consecuencias son tanto para él como para su familia. Es decir, esas consecuencias van avanzado a terceros y siempre terminan en una cadena distinta pero unida a ti por ser la causa. Se suele decir que “el mundo es un pañuelo”. Pues el inspector García ya viejo, jubilado, lo dice: “el mundo es un pañuelo lleno de mocos”. Y termina “y todavía hay gente con ganas de sonreír”.

¿Es ahí donde encontramos la esperanza entre tanto escombro?

La puedes encontrar en mi último relato, Reflexión de una esperanza. Lo hice a propósito. Es el relato del africano inmigrante, es la lucha del ser humano por conseguir una vida mejor, la ilusión, la esperanza, dejando atrás una vida horrorosa para ir en busca de algo mejor con ilusión y esperanza.

¿A qué tipo de lector va dirigida tu novela?

Creo que cualquiera puede leerla, no va encaminada a nadie. Es un reflejo tan claro de la sociedad en la que vivimos que la gente debería de reflexionar, no sobre la novela sino sobre su propia vida, sobre si es un protagonista o es un espectador, si es un espectador de primera fila y pudiera convertirse en protagonista no en un tiempo muy lejano. Y en esto estamos todos incluidos. En la novela hay un asesino que es hijo del vicepresidente del gobierno, es alguien que viene de una clase social alta con gran poder adquisitivo, y en esa familia hay violencia de género, hay maltrato. Entonces aquí no hay diferencia de clases, porque son cosas que pueden pasar a cualquiera, da igual de donde vengas.

¿Qué te gustaría que el lector recuerde de tu novela?

Dos cosas: la facilidad con la que se llega a ser protagonista de historias como estas y que es posible seguir el camino de la esperanza, que no pierda nunca la ilusión, que sonría aunque el mundo esté lleno de mocos.

Una metáfora que describa Escombros de realidad.

Pues es una metáfora que Rubén Mejía deja plasmada en el prólogo. Escombros de realidad es como la lotería, es decir, tienes la esperanza de que te toque y juegas y juegas… pero ves que tu vida no cambia porque no hay premio. Pero la esperanza, la ilusión o el convencimiento de que te tiene que tocar algún día te obliga a seguir jugando. Entonces, esta novela es como la lotería, te puede tocar, lo bueno o lo malo… pero te puede tocar.

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