Pasados ya unos meses desde el final de la quinta temporada, ya sin miedo a destriparle a nadie el argumento (si es que no lo ha hecho Internet ya), creo que puedo decir que la serie televisiva Juego de Tronos y la saga literaria de Canción de hielo y fuego de George Martin son ya dos historias distintas o, en mi opinión, media historia y una entera. Aún mejor expresado lo leí en un blog: "la serie es un fanfic de alto presupuesto de los libros".

En esta última temporada es donde se ha visto más claramente cómo los productores han mutilado sin piedad tramas enteras. Saldrán ahora los defensores a muerte de la serie diciendo que es normal que quiten cosas -con lo cual estoy de acuerdo-; lo que no entiendo es que eliminen detalles fundamentales y a cambio nos regalen escenas totalmente inventadas y superfluas, como el romance entre la traductora de la reina Daenerys, Missandei, y el capitán de su guardia, Gusano Gris, ya bautizado como “Gusandei”. Además, si dividieron el tercer libro, Tormenta de Espadas, en dos temporadas, ¿por qué pretenden condensar dos libros más complejos y además casi simultáneos, Festín de Cuervos y Danza de Dragones, en otras dos solamente?

Esta última tanda de capítulos obvia por completo todo lo que sucede en las Islas del Hierro con la familia Greyjoy: la misteriosa muerte del padre de Theon, Balon, de la que algunos culpabilizan a su sucesor, Euron; los saqueos de estos piratas por Poniente y la difícil misión de Victarion Greyjoy de cruzar el océando para pedir a Daenerys Targaryen, la mujer más hermosa del mundo, que se case con su odiado hermano Euron. Las aventuras de los Martell por Dorne y el continente de Essos, con todo el componente de intriga y escarceos que tanto gustan al público, también son inexistentes, además de la aparición de un nuevo Targaryen que no sabemos si es auténtico o un impostor preparado por el astuto Varys, el Eunuco.

De las tramas que los productores han querido conservar, todas han sido alteradas más o menos. Desde detalles menores como cambiar el momento de la muerte del maestre Aemon o añadir una innecesaria pero divertida escena de cama de Margaery Tyrell y Tommen “Baratheon” (en los libros es un chiquillo de 9 años que juega con sus gatos y no un adolescente rijoso) hasta modificaciones de gran envergadura como cambiar totalmente el destino de Sansa Stark (imperdonable lo que le están haciendo pasar a la pobre muchacha) o poner a Tyrion al servicio de la Madre de Dragones cuando en los libros es un mercenario que combate en su contra. Eso, por no hablar de la fantasiosa trama de Jaime Lannister en Dorne: una manera de desaprovechar el excelente decorado de Sevilla y Osuna y una historia realmente interesante con personajes profundos, y no esas descafeinadas y ansiosas Serpientes de Arena que nos muestra la serie.

Pero lo peor para nosotros, los lectores, es que los productores, no contentos con cargarse arcos argumentales enteros y dejar algunas cosas sin resolver (por ejemplo, no se muestra el interesantísimo y sangriento epílogo de Danza de Dragones) hayan decidido adelantarse a la saga escrita, porque ya no sabemos si son spoilers o versiones alternativas. Así estamos con las aventuras de los caminantes blancos, el sacrificio de la inocente Shireen Baratheon, la escapada de Sansa con Theon Greyjoy y, sobre todo, la presunta ejecución de un derrotado Stannis a manos de Brienne de Tarth, que no pinta nada ahí.

Parte de la culpa de este atropello artístico (espero que al menos tenga algún sentido comercial) la tiene el autor, Martin, que ha gestionado mal su tiempo dejando que la serie lo alcance y hasta lo sobrepase. Me temo que llegaremos a la sexta temporada -que empiezo a dudar si veré- y todavía no se habrá publicado el sexto libro, Vientos de Invierno. El invierno se acerca y el norte recuerda, pero a este paso de tortuga se le va a olvidar la venganza, los dragones crecerán tanto que Daenerys ya no los podrá controlar y Cersei Lannister terminará de hundir los Siete Reinos.